Prefacio

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Y ahí estaba. Las luces de neón brillaban con un suave esplendor y elegancia a su alrededor, con un aire de estética retro. Como si estuvieran colocadas expresamente, iluminaban su delgado cuerpo. El reflejo de los fríos cristales del ascensor, mostraba el rostro de alguien nostálgico, con la mirada vacía, perdida y seria. No podía contemplar sus grandes ojos, ya que estaban ocultados por unas viejas gafas de los años setenta.

¿Quién diablos utiliza gafas de sol por la noche?

Bajé la mirada del edificio y la dirigí hacia mi frente, hacia la calle, dónde el taxi me esperaba con la puerta abierta. Mi mente estaba indecisa, aún sin saber qué hacer.

Nada podía haber cambiado tan rápido en tan solo unos pocos días. Quizás haya enloquecido. Quizás todo lo que había vivido durante esos días, habría sido un simple sueño, del cual tendría que haber despertado ya.

Volví la vista hacia arriba del edificio, donde estaba el ascensor exterior, estático, en lo que quizás era la planta número 4 y lo observé por última vez.

El hotel resplandecía gracias a aquellas luces de neón que iban desde el punto más alto del edificio, hasta la acera de la calle; formando un conjunto de columnas de rosa neón suave.

Como todas y cada una de las noches que había pasado allí.

Todo oscuro, a excepción de las luces y el poco iluminado ascensor de cristal, el cual me permitía ver a duras penas, su figura allí dentro. Seguía mirándome, esperando una respuesta de parte mía, como siempre. Con su pelo algo largo hasta un poco por debajo de sus orejas, peinado hacia atrás, todo engominado con el que parecía un teniente de homicidios de los años sesenta. Echaría de menos ese extraño pero a la vez fascinante peinado.

Todo aquello quedaría atrás y tan lejos, que aquel barrido de experiencias vividas, se convertiría en un ser deambulante, flacucho y sombrío, como un alma atrapada en el mundo de los mortales, esperando su última voluntad. Y así, como todas y cada una de las noches, ahí estaba. Aquel espectro de recuerdos, como el fantasma de las navidades pasadas de Dickens, se encontraba atrapado en el Tranquility Base Hotel and Casino, siendo vulnerable e ignorado por los ojos de cualquier huésped y ser mortal.

Acaso, ¿Era sóoo yo, quién lo había visto y hablado con él?

Finalmente, desde allí, me sonrió curvando una de sus comisuras de los labios ligeramente. Aquella sonrisa, ya la había visto antes.

Y fue, en ese mismo instante de completa lucidez, que lo entendí todo.

Tranquility Base Hotel and CasinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora