//Narra E
12:30; momento exacto en el que las aguas del mar dejaban cabalgar mi noble yate sobre sus olas, al igual que mi novio estaba profanando aquellas sabanas de franela cuya mañana habían sido estrenadas, y de esta misma manera, aquellos peces de hielo que nadando estaban en mi Martini mañanero fundiéndose se encontraban al igual que la fidelidad que él me guardaba. Desde el mini bar observaba el horizonte de aquel sábado por la mañana mientras lágrimas se derramaban a los pies de aquel caro barco, me limpié las lágrimas, mi maquillaje no sería corrido por las lágrimas provocadas por un cerdo, el cual no sabía de su esperanza pero yo si, aún con el Martini a medias, ya de nada me surgían las ganas más , sólo sabía que si de nuevo volvía a llorar, sólo en el mar aquellos líquidos cristales se verían pequeños, y me senté lo más cercano a ese lugar el cual es nombrado como el fin de la vida, pero, yo sabía que no de la mía, metí los pies y cuanto antes lo vi venir, antes la ola me arrastró a la pared de los camarotes, dejando una gran marca en mi espalda la cual sangraba con gran ansias de verme morir, pero sería hoy el día, me intenté cubrir pero vi aquella ola, aquella que los arrastraría al fin, pero al momento en el que yo renacería, orgullosa de ser quien soy, la ola provocó el vuelco de el barco, y sin cuidado alguno mi nariz se vio chocada con lo que me protegió del ahogamiento, aquella pequeña habitación en la que pude sobrevivir, mi nariz sangraba, sí, pero mi sonrisa se ahogaba en los gritos de aquel infiel y a su querida que a ninguno de los 2 les dio tiempo a terminar, si quiera a llegar al clímax, cosa que el traidor nunca había logrado hacer llegar a ninguna chica. Tan rápido como pude, agarré una botella de oxígeno y cuando sentí que mi preciado yate no podía llegar más bajo sin hacerme trizas, salí, pero, como siempre ese capullo tenía que jodérmelo todo, su cráneo chocó contra el mío y la última escena que recuerdo antes de caer inconsciente era su cráneo, descomponiéndose, despedazándose, su cerebro abierto, saliendo de los huesos que por tantos años lo habían mantenido encerrado, y mi Martini dejándose llevar en el agua gélida de aquellos mares.
Quien sabe cuánto tiempo me pasé surcando de manera inconsciente aquellos mares, pero, me desperté con la mirada preocupada de una joven, de cuyo pelo largo, castaño con brillos rubios pero a su vez sombras alquitranosas me llegaban a la cara, ella, de manera piadosa , me acaricia la cara con un algodón que probablemente tendría algún medicamento para curar las tantas heridas que las piedras me habían dejado, astillas hincadas hasta en mis parpados y uno de esos peces de hielo, casi descompuesto, junto a mí, horrorizado por todo lo que mi piel habría pasado pero mi mente no había vivido.
Desperté de aquel trance en el que me encontraba, recordando como K me cuidó, pero no salvó, yo sola lo había hecho, o quien sabe, una razón de karma y destino, ahora, años después, volvía a estar ante ese profundo mar , viendo como L jugaba en las olas, sin saber que debajo de la arena que ella estaba pisando, quien sabe si allí estaría el cuerpo de ese falso que algún día se hizo llamar "novio" .
Y sin darme cuenta, K se había tirado sobre mi, abrazándome, sobre saltada, con muchas heridas, aparentemente desnuda por lo que mi piel sentía pero aunque fuese una ligera capa de ropa la cubría, que tras ella, un chico de piel lechosa, pelo color menta y ojos rasgados, amigo de mi actual amado, de cuyo nombre ya había escuchado hablar, Min Yoon Gi era nombrado.
- ¡E! ¡Ayúdame! – dijo K exhausta, sollozando de cuya solicitud no entendía
- ¿Pero que te pasa? – dije yo con una mirada dubitativa
De repente, vi como Ol, furiosa, se acercaba, con su querido de acompañante, con las manos agarrotadas, mejillas rojas y ojos afilados, de mirada gatuna, ya creía comprender el porqué de su petición, pero ella se las debía arreglar si toda la culpa recaía en ella.