8.

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A lo mejor Joanne era mi ángel guardián, porque no había logrado mi cometido. No hablamos, ella sólo se acercó para poderme consolar, sentados en el sofá. Me encontraba cabizbajo, todavía con rastros de lágrimas que terminaban por perderse en mi camisa. Sostenía mi mano izquierda revisando la herida que me había ocasionado, no tenía la profundidad suficiente como para desangrarme, y a pesar de eso, tendría que llevar un vendaje, si tengo suerte no quedarán cicatrices. El silencio en el que estaban sumidos era demasiado tenso e inusual.

—¿Quieres hablar?

—Lo lamento.

—No tienes porqué disculparte.

—Tienes razón, soy un estúpido.

—No lo eres, recuerda que no estás solo.

—A lo mejor las cosas serían más llevaderas —dije en susurro. Me sentía muy mal, y ahí estaba Joanne tratando de levantarme.

—Ve a descansar un poco, te sentará bien. —sé que no dijo nada para no discutir, para no agravar más la situación.

No quise irme a mi habitación, me recosté en el sofá, acomodándome en las piernas de mi amiga, mientras que ella acariciaba tiernamente mi cabello. El sueño comenzó a invadirme, cerré los ojos. No supe cómo pero terminó por ponerme en el cojín para luego irse a preparar una taza de té, supongo que lo necesitaba, el reconfortarse. Puso orden en el lugar, barriendo los restos de los vasos rotos, recogió los papeles y se detuvo en leer la hoja arrugada de mi diario. Sé que lloró por ello hasta que la interrumpió el sonido de mi celular.

—Hola Collins.

¿Jo? ¿Charlie está bien?

—Si, no te preocupes. Siento responder, está dormido.

—Es algo tarde...

—La glotonería lo dejó fuera.

Oh, se me olvidó advertirle de eso. Espero que no te haya dejado sola en Navidad.

—No, de hecho pasó por mí, un lindo gesto ¿Quieres que le de un mensaje?

Quería avisarle que me quedaré con mi familia hasta año nuevo.

—Disfruta, le diré que te llame.

Gracias, esperaré su llamada. Feliz Navidad.

—Feliz Navidad.

Lo noté después, estaba abrumada por todo. Tenía miedo en dejarme solo en la noche, se mantuvo despierta mientras era acompañada por unas cuantas tazas de café. La mañana se hizo presente con un sol brillante e inusual, todavía seguía respirándose el ambiente navideño.

—¿Dormiste? —pregunté al notar su presencia.

—Un poco.

—A mí tampoco me puedes mentir.

—No quería dejarte aquí, solo.

—Ve a descansar.

—No creo que...

—Ya me cuidaste toda la noche, además lo necesitas.

—Me preocupas.

—Ve a dormir. —ella caminó hacia el sofá pero la detuve, la lleve hacia mi propia habitación. Dejé que se recostara en mi cama, y como solía hacerlo con Annie, la arropé bien.

—Collins te llamó —me dijo antes de quedarse dormida.

Al salir de la habitación fuí a buscar mi celular para llamar a mi novia, me tranquilicé demasiado al escuchar su voz, el vacío que me estaba oprimiendo el corazón dolía menos. Tuve que seguir la mentira que le había dicho Joanne sobre que había comido demasiado en la cena, al final ella sabía que tanto me gustaba la comida de mi mamá. Seguimos charlando un poco más hasta que tuvo que cortar, ahora me sentía culpable y apenado con Joanne. Los siguientes días se tornaron incómodos entre nosotros, ella estuvo pensativa, temía que volviera a tener una crisis de aquella magnitud; tarde o temprano tendríamos que hablar al respecto, por lo que después de la cena de año nuevo, abordó el tema.

La muerte susurradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora