Habíamos pasado la mañana del sábado en la playa, medio desnudas y dejándonos tostar por los rayos de un Sol espléndido que parecía brillar en honor a nuestro recién estrenado romance. El cuerpo de Mina era más hermoso que el mío, más exuberante, más tentador. Sin embargo, ella había elogiado mis pechos, pequeños pero uros como melocotones recién recogidos, y cada vez que los acariciaba, con una delicadeza mezcla de timidez y de sorpresa por lo novedoso de la experiencia, conseguía que mis pezones triplicaran su tamaño y mi pulso se acelerara hasta el punto de faltarme el aliento.
¡Era todo tan maravilloso! Sólo manchaba tanta felicidad el hecho de mirar el reloj y comprobar que, por mucho que intentara fijar el tiempo, éste transcurría lento pero implacable. Casi sin darme cuenta, el día se me había ido escurriendo entre los dedos, y al pensar que veinticuatro horas después estaríamos de vuelta en Isla jeju me parecía que la vida estaba dotada de una crueldad inadmisible.
Pero no podía dejarme abatir tan fácilmente. La noche anterior habíamos visto una especie de pub instalado directamente al aire libre sobre la arena de la playa, y después de cenar pensamos que sería agradable tomar allí una copa, bajo las estrellas y dejando que la brisa del mar nos refrescara después de un día tórrido en todos los sentidos. De modo que, tras disfrutar de una excelente cena en el hotel, hacia allí nos dirigimos, dispuestas a apurar hasta el fondo nuestra última noche en la isla.
***
No creo necesario mencionar lo hermosa que estaba Mina aquella noche. Llevaba unos vaqueros ajustados y un top que realzaba su busto pleno y elegante, y yo notaba que los hombres la miraban sin demasiado disimulo al pasar. Eso, lejos de molestarme, me llenaba de un orgullo que casi no podía esconder: sí, aquella hembra deliciosa estaba conmigo, buscaba mi mirada con la suya y ansiaba mis besos y mis caricias... al menos por esa noche.
—¿Has visto cómo te ha mirado ese tipo? —pregunté con espíritu travieso y divertido.
—¿A mí? No creo, hoy estás muy guapa con esa falda.
Aunque sabía que no podía rivalizar con ella, resultaba inevitable dejarse arrullar por sus palabras.
—Por cierto, he descubierto una tienda en Isla Jeju monísima. En cuanto volvamos voy a llevarte, estoy segura de que te va a encantar. Tienen unos modelos que favorecen mucho y están muy bien de precio.
—Ummm, estoy deseando ir contigo —en realidad, y si era con Mina, me daba igual un plan que otro.
—¿Te apetece otra copa?
—De acuerdo, pero que sea la última.
No le costó a Mina llamar la atención del chico que atendía las mesas. ¿Era la tercera o la cuarta ronda?
El rumor de las olas, la música suave, la oscuridad sólo atenuada por una Luna redonda y espectacular... todo invitaba a dejarse llevar, a jugar a ser otras personas, libres y sin complejos.
Estábamos en una de las últimas mesas, instalada directamente sobre la arena de la playa y, sin importarnos si alguien nos miraba o no, a veces nos cogíamos de las manos o incluso nos besábamos fugazmente en los labios.
—Lo estoy pasando muy bien. Apenas habíamos hablado durante todo el viaje. No me refiero a una conversación amistosa, por supuesto; quiero decir que no habíamos tocado el tema que, al menos a mí, me rondaba una y otra vez por mucho que intentara evitarlo. Ahora, las palabras de Mina, y el tono en que las había pronunciado, parecían una invitación a abordarlo, aunque viendo sus ojos brillantes y conociendo el efecto que el alcohol ejercía sobre ella, tal vez estuviera refiriéndose tan solo al momento presente, y no a lo que el porvenir pudiera reservarnos.
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Te amo , Luego existes (Michaeng Adaptacion)
Fanfiction¿En qué instante una amistad inocente se transforma en una atracción irresistible? ¿Qué palabras o qué hechos son necesarios para que todas las barreras que erigimos con cautela salten por los aires dejándonos sin defensa? Me había hecho a mí misma...