Capítulo 3:

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Jack llevó a Hiccup y a Mía su casa. Los médicos le habían dicho que era una niña fuerte y saludable. Al perder a la madre Rapunzel le consiguió un reemplazo de leche materna y le explico cuidadosamente como debía prepararla. Pero desgraciadamente esa primera noche, estaban los dos solos. 

Era su primer noche en la casa sin Astrid. 

-Bien bebe Mía... ¿Que te parece si hacemos algo para cenar?-dijo Hiccup mientras soltaba el bolso de la bebe en el suelo- Te hare un biberón y para mi creo que pediré una pizza. ¿Eso te parece bien?

Como era de esperarse Mía no respondió y siguió durmiendo. Hiccup le dedico una sonrisa triste y la dejo en su cuna mientras el iba por el teléfono para pedir su comida, no estaba de humor para cocinar nada. Una vez que termino el biberon de Mía la despertó para que coma. Aun le daban algo de nervios al cargarla, eran tan pequeña, tan frágil que sentía que podría romperse en dos en cualquier momento.

Apenas la cargo la bebe comenzó a buscar algo para succionar en el pecho de Hiccup, por lo que el solo río con ternura mientras tomaba asiento en el sofa. 

-No encontraras nada allí pequeña.

La acomodo con sumo cuidado entre sus brazos y tomo el biberón. Al principio Mía lo rechazaba, buscaba el pecho de su perdida madre, pero termino cediendo. Hiccup soltó una pequeña risa.

-Eres testaruda, me recuerdas a tu mama-dijo Hiccup mientras la alimentaba, en un momento la pequeña comenzó a abrir sus pequeños y redondos ojitos, revelando un inmenso verde en ellos, algo que sorprendió a Hiccup pues le habían dicho que la mayoría de los bebés nacían con los ojos azules y estos se iban aclarando con el tiempo. Mía tenía sus ojos. 

Comenzó a estudiar más a su hija buscando coincidencias con el. Vio que debajo de su gorrito tenía una pelusa rubia de cabello, la cual era casi dorada. Su cara era redonda, como la de Astrid y tal parecía que tenía los labios finos de su padre y la nariz pequeña de su madre.  Era simplemente preciosa y esa pequeña que tenía en sus brazos era suya, suya y de Astrid. Oh a ella le hubiese encantado cargarla. De pronto Hiccup volvió a sentir una profunda tristeza, si tan solo hubiese contestado su telefono, tal vez habría podido pasar más tiempo con Astrid, tal vez incluso la hubiese convencido de hablar sobre sus problemas cardíacos y ella no tendría que haber estado tan preocupada en saber cuando el llegaría. O tal vez si el hubiese ido a más consultas, pero siempre trabajaba o estudiaba, nunca tuvo el tiempo para hacerlo.  Y ahora debía vivir en esa casa, donde había compartido esos ocho meses con ella. Donde habían aprendido de verdad que era la vida adulta, donde ella había crecido. Le costaba imaginar que simplemente ella ya no estaba, como si se la hubiese tragado el viento, desaparecida para siempre de su vida y la de Mía. No era justo. Ambos acordaron cuidar de la bebe y ahora Astrid lo había dejado solo. ¿Como podría ser un padre con tan solo diesiocho años? ¿Un padre adolescente? ¿De que iban a vivir con Mía? Apenas si estaba en su primer año de Universidad y no sabía lo que Astrid había hecho con todo su dinero, ellos no estaban casados, el no podía reclamar nada. ¿Y si la tía de Astrid, Lucy venía y les quitaba todo a el y a su hija? No, no había forma de ella se entere sobre la muerte de Astrid, se había esfumado también. 

Sin que se haya dado cuenta Mía había acabado su biberón. Hiccup la levanto con delicadeza para hacerla eructar mientras la acunaba en su pecho. No podía dejarse caer ahora, debía ser fuerte por ella, el le había prometido que iba a ser un gran padre y así lo haría. Aún tenía unos cuantos dólares de su trabajo del verano. Podía perderse un semestre y en la Universidad había una guardería que recibía niños a partir de los tres meses. Si, el podía hacerlo. No iba a ser fácil, pero se las arreglaría. 

-Estaremos bien pequeña, ya lo veras...-le susurró a Mía.


Al otro día llegaron sus amigos a su casa para ver si podían ayudarlo en algo. Todos habían traído regalos para la pequeña Mía que no hacía más que dormir plácidamente en su cuna. ¿Y como no? Durante la noche se despertaba cada dos horas dejando al pobre Hiccup exhausto. 

-Amigo, a penas llevas un día con la bebe y te ves horrible.-dijo Jack mirándolo de arriba a abajo. Hiccup solo le dio una mirada fulminante- Lo siento, se que no debe ser fácil.

-Hoy vi a la tía Valka-dijo Anna, prima de Hiccup. 

-¿En serio? ¿Le dijiste algo?-pregunto Hiccup.

-Pregunto por ti, dijo que te extraña y que espera que estés bien. Pero no le conté sobre Mía y Astrid, pensé que era algo que tu preferirías hacer en persona-contó Anna, pero Hiccup se límito a negar.

-No, no pienso pedirles ninguna ayuda.

-Pero la necesitas-dijo Mérida- Sabemos que eres un gran padre, pero todos necesitan ayuda alguna vez.

-Miren quien habla-se burló Jack recibiendo una mirada fulminante de Mérida.

-Por cierto, luego de que te fuiste del hospital llegó un abogado-dijo Rapunzel sacando unos papeles de su mochila- Me pidió que te entregue esto.

Hiccup tomo los papeles que le dio Rapunzel y comenzó a leerlos. Todos los miraban expectantes para saber de que se trataba. Y mientras más leía menos lo creía. 

-¿Que es Hicc?-pregunto Eugene.

-Es un testamento de Astrid, aquí dice que nos deja todo a mí y a Mía-contesto Hiccup sin apartar los ojos de los papeles- Los diez mil dólares, la casa, los muebles y...

-¿Y que?-pregunto Jack.

-Ella tenía tres edificios a su disposición-leyó incrédulo Hiccup- Cada uno con cinco pisos y quince apartamentos de cuatro cuartos cada uno. Por Dios...

-Espera un momento... ¿Se alquilan alguno de esos departamentos?-pregunto Anna.

-Eh... sí, aunque hay uno que aún sigue vacante, el resto los inquilinos pagan la renta a una cuenta bancaria que estaba a nombres de los padres de Astrid, que paso temporalmente por su tía y hace un mes le correspondía a ella y ahora a mí-dijo Hiccup conmocionado.- Esto... esto lo arregla todo, solo debo hablar con un abogado por los arreglos y... podré estudiar y criar a Mía sin preocuparme por el dinero.

-Astrid los salvó a ambos-dijo Mérida con los ojos bien abiertos.

-Wow, no tenía idea de que ella tenga todo eso-admitió Hiccup sin poder creérselo mientras se tiraba al sofá- Ella jamás me dijo nada.

-Pero tu aún no estas del todo bien ¿no es así?-preguntó Rapunzel- Sigo notando algo raro en ti, como cuando los pacientes del hospital esconden sus medicamentos bajo la almohada. Dinos que pasa...

Hiccup miró a su amiga y en ese momento detesto la habilidad innata que tenía para leer a las personas. Suponía que eso la hacía una buena enfermera. 

-Es... la casa.

-¿Que tiene de malo?-pregunta Jack- Es grande, preciosa, gran patio es perfecta para un niño.

-Exacto. Astrid creció aquí y por donde valla la veo y... no puedo hacer esto. Es desesperante y apenas llevo un día aquí con Mía. No quiero que crezca entre el fantasma de su madre y sus abuelos.

-Bueno, aún queda un departamento libre en el tercer edificio. Ahora eres el dueño. Puedes ir a vivir allí. Incluso te queda cerca de tu Universidad-acotó Mérida.

Hiccup miró la dirección. No era mala idea. La casa le quedaba muy grande solo para el y Mía. Sin acotar que no podía ni ver el cuarto de Astrid, el cuarto donde habían estado juntos tantas veces, el uno con el otro, cuerpo a cuerpo. No podía criar a su pequeña allí.

El departamento no era mala idea, tenía el tamaño adecuado para ellos dos y seguro habrán otros niños allí para que jueguen con su pequeña niña. 

Allí fue cuando Hiccup se dio cuenta de que la muerte de Astrid era dolorosa, sumamente dolorosa, pero debía seguir adelante por su niña y eso era lo haría. Una nueva vida desde cero para el y su hija.



Un Padre Adolescente, una historia conmovedora-HiccelsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora