24 de diciembre de 2018.
8:16 a.mDongHae se colocó su gorro de lana rosado favorito, ese año el invierno era demasiado... Sólo demasiado cruel.
Una pena que fuera el último.
Miró con desdén la bandeja de comida que había permanecido intacta al igual que muchas otras y dejando el hecho de su gran pérdida de apetito, la comida era asquerosamente insípida, y no exactamente porque había perdido el gusto, él quería una paleta helada, una deliciosa paleta de galletas y crema.
Sí, en invierno.
A pesar de que había luchado bastante por no terminar recluido en un hospital, resultó ser inevitable.
Le dolía bastante el saber que ya no era una persona que funcionara en toda su capacidad.
Bajó con bastante cuidado sus pies, recibiendo una fría descarga al tocar el suelo... Ésas pequeñas cosas le recordaban el que estaba vivo, que aún lo estaba.
Acomodó su pijama y se dispuso a salir de su habitación, las enfermeras ya estaban acostumbradas a no encontrarlo en ella.Tomó el frío pedestal que estaba a un lado de su cama y comenzó una lenta caminata – No te caigas, no te caigas.- Repetía para sí mismo, si había algo peor que el estar recluido, era el que su cuerpo ya no respondiera como el quería.
Su equilibrio era una mierda, sus piernas flaqueaban, apetito se había ido, casi siempre estaba cansado... Mucha mierda que prefería evitar recordar.
-¿Hae?
Tengan por seguro que correría... Sí aún pudiera, claro.
- Hyuk.
- Ésto no es nuevo, ¿Por qué estas afuera de nuevo?- DongHae dirigió su vista recelosa al doctor.
-No me tendrán recluido. - El pelinegro hizo una pequeña mueca inconforme.
-Nadie está tratando de recluirte, pero tu salud es muy delicada y no queremos que te lastimes, tú...
DongHae le envió una mirada venenosa al chico, señal más que clara para que se detuviera.
-Está bien, no eres un recluso.
-Correcto. Ahora, Hyuk Jae, mañana es navidad ¿Dónde está mi regalo?- pregunto el castaño mientras comenzaba a caminar de nuevo. – En mi oficina, ¿Quieres que vayamos por el?
-Absolutamente sí.
El doctor partió rumbo a su oficina con pasos lentos tratando de que el menor le siguiera el ritmo, DongHae le patearía el trasero si le ofreciera usa una silla de ruedas o llevarlo.
Lo sabía muy bien.
Se detuvo justo frente a su puerta y observó al castaño.
-Un momento.- Se detuvo, girando la vista al más joven con cierta curiosidad. - ¿Yo obtendré un regalo?- DongHae sonrió ampliamente.
-Por supuesto.
Sonriendo satisfecho decidió abrir la puerta, la fría brisa que lo recibió le hizo helar sus huesos, rápidamente corrió al otro lado de la habitación y prendió la calefacción, no era buena idea que el joven se expusiera a cambios bruscos de temperatura.
- Ha pasado tanto tiempo desde que estuve aquí- Comentó DongHae mientras observaba con curiosidad la habitación, como si fuera la primera vez que estuviera ahí.
-Debiste de haber estado aquí más veces.
Ambos sabían a qué se refería.
- No empieces Lee y dame mi regalo.