Capítulo 6

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Matías se fue con Diago, mientras que David se quedó a hacer las compras para la comida en compañía de Cristina. La plaza tenía un aire bastante positivo, la gente desde muy temprano había tendido sus puestos (ya sea en pequeñas mesas o en mantas sobre el suelo) y se había dispuesto a venderlas anunciándolas de manera animada. Entre los habitantes se hablaba mucho de la fiesta que se celebraría en el pueblo el próximo domingo en honor al santo de la iglesia que estaba cerca de la plaza. Diago le comentó a Matías que durante el evento se ponía una feria y un carnaval y que los bailarines solían aventar regalos como dulces o pequeños artefactos que los propios pueblerinos hacían; además se ponían puestos de comida tradicional.

—Te dije que te ibas a divertir —agregó Diago y Matías se encogió de hombros.

—Ya lo veremos —a continuación, pensó que sería prudente agradecerle por la habitación que le había prestado, ayer estaba tan fascinado por la vista que no había caído en cuenta de que debió haber agradecido—. Por cierto, gracias por la alcoba, dormí bastante bien —aunque en parte era mentira, en el fondo se había obligado a cerrar los ojos a la fuerza (ayudado por el cansancio del viaje) porque no quería escuchar nada de lo que Diago y David hicieran.

—No tienes nada de qué agradecer, Mat, al final hubo un sentimiento egoísta dentro de mí cuando te lo presté —el tono de Diago era serio, muy diferente al que tenía hace unos instantes.

—¿A qué te refieres? —se extrañó Matías. Pero no se percató de que le estaba hablando de tú y no de usted, fue como si no le hubiese hecho falta recordar sus modales.

—Tuve celos de que durmieras con él.

—¡¿Qué?!

Diago sonrió ante la expresión aturdida de Matías.

—Supongo que te habrás dado cuenta del desdén que siente Cristina hacia mí, es porque teme que me quede con David. Como te podrás imaginar estoy enamorado de David y ella también lo está.

—Pero es tu primo, no pueden... —Matías quiso añadir que también eran hombres, pero mejor decidió reservarse ese comentario.

—No lo somos de sangre, mis padres, tíos de David, me adoptaron cuando era un bebé. Al parecer fue todo gracias al sacerdote de la iglesia que se encuentra arriba. Él fue quien me lo reveló hace un año debido a que insistí demasiado porque ya tenía unas cuantas sospechas. Hasta entonces yo ya había empezado a sentir algo por David, pero no me atrevía a decirle nada porque creía que estaba mal ya que éramos primos y hombres, cuando descubrí la verdad, lo primero que intenté fue acercarme a él poco a poco. No obstante, la gente de aquí no es muy abierta a esos temas y lo ven como pecado o que va en contra de lo que Dios dice. Así que tengo que ser bastante reservado.

—Entiendo —admitió Matías—. Y no te preocupes, yo no estoy interesado en David, yo... no soy así... creo.

—¿De verdad? No me lo vayas a tomar a mal, pero por un momento pensé en que sí te gustaban los chicos.

—¡De ninguna manera!

—¿Tienes novia?

—No la tengo, pero eso no significa nada.

—¿Te alejarías de mí ahora que conoces mis preferencias?

—Por supuesto que no.

Diago sonrió y se sintió tranquilo, posteriormente rodeó por los hombros a Mat.

—¿Te molesta que haga esto? —comentó poniendo especial atención en la reacción del ojiverde.

—Claro que no —pero sí le hacía sentirse extraño—, aunque no deberías hacerlo. Estás saliendo con David ¿cierto? Entonces ¿qué vas a hacer si llega a verte conmigo?

—La verdad es que David no me ha dado todavía luz verde, por lo que no estamos saliendo.

—¿En serio? Pero si ayer ustedes dos lo hicieron —en ese momento Matías deseó morir con todas sus fuerzas. ¿Cómo había podido soltar algo así? Eso es demasiado privado, ¿en qué rayos estaba pensando?

—¿Lo hicimos? No te referirás a lo que estoy pensando ¿verdad, Mat? ¿Nos estabas espiando?

—Sí, que diga no, bueno, los vi por casualidad y luego los escuché... —deberían ponerle cinta adhesiva en los labios, seguro que con eso podría evitar hablar de más.

Diago volvió a sonreír, imaginando de alguna manera todo lo que había pasado por la mente del chico, quien ya no parecía ser tan inocente como se veía. En fin, ojalá hubiese sido como él pensaba, pero no. Lamentablemente no. David aún se resistía mucho y no había aceptado todavía como tal andar con él. No obstante, le bastaba con saber que David ya empezaba a admitir sus preferencias sexuales, ahora más que antes.

—No sucedió nada entre nosotros. Si lo acompañé a su habitación fue para ayudarle a curar una herida que tenía en el brazo —Matías ya la había visto, pero no había querido preguntarle nada a David al respecto—. Estábamos cazando víboras en el monte, pero él resbaló por un barranco y se raspó el brazo con una piedra. Me fui para mi casa al cabo de una hora.

Eso explicaba el por qué Diago había llegado desde otro lado por la mañana, pero Matías había pensado que lo había hecho para no levantar sospechas ante la madre de David y por supuesto ante los nuevos inquilinos.

—Discúlpame por pensar mal —las mejillas de Matías estaban completamente rojas.

—Tranquilo, no hay problema. ¿Cómo podría enfadarme con mi futuro cuñado?

Después de eso, ambos rieron. Y Matías comentó, como quien no quiere la cosa, que David hacía mejor pareja con Diago que con Cristina. Aquella frase reafirmó el lazo que existía entre cuñados, ahora también buenos amigos y aliados. 

Eres tú a quien amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora