Capítulo 8

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Si David quería asustarlo, lo había logrado. Matías definitivamente no podía quedarse con ellos. Tenía que huir, él no era así. Definitivamente no lo era. Estaba casi seguro de eso. Cuando volviese a la ciudad, se conseguiría una novia, lo haría a como dé lugar. ¿Qué tan difícil podría ser? Era lindo, muchas chicas lo habían elogiado antes, incluida su mejor amiga. Además, en una ocasión, en primero de secundaria, una chica se le había confesado el último día del curso, pero... ¿por qué le había dicho que no? ¿acaso era demasiado joven como para tener novia? No, no era eso. Los chicos de ahora tenían intereses amorosos desde la primaria. ¿Qué era entonces? ¿Desinterés? Más concretamente, ¿desinterés por las chicas?

—Bueno, si no quieres venir, no podemos obligarte, además ya me ayudaste con los caballos —dijo Diago, comprendiendo de alguna manera la negativa de Matías—. Mira, la casa de mi tía Claudia no queda muy lejos de aquí, sólo tienes que caminar por esa calle —se la mostró apuntando con la mano— y después cuando veas el primer cruce, das vuelta hacia la derecha, la primera casa con la fachada azul que encuentres corresponde a la de mi tía.

—Vale, gracias. Hasta luego —Matías sonrió de manera abierta y echó a correr calle abajo.

—¿Por qué eres tan amable con él? —preguntó David a Diago.

—Me cae bien, eso es todo. Además, no puedo arriesgarme a que me odie algún miembro de tu familia.

—¡Que no va a ser de mi familia!

—Mira David, tu mamá y el señor Alfredo se ven muy enamorados, es bastante probable que queden juntos al final y se casen. Tan sólo deberías verlos, ¿serías tan cruel como para negarles ese interés de rehacer sus vidas?

—No se trata de eso. Lo que pasa es que no confío en Alfredo.

—¿Por qué?

—La otra vez que vino recibió una llamada, al parecer de su ex esposa.

Mientras alimentaban a los cerdos y a las cabras, Diago y David estuvieron conversando sobre la llamada que Alfredo había tenido con la mamá de Matías. A David le había dado la impresión de que ambos seguían sintiendo amor el uno por el otro, pues ¿qué clase de hombre continuaba hablando con su ex esposa después de haberse separado? Por lo que él tenía entendido, los ex no vuelven a dirigirse la palabra, a menos que todavía haya algo ahí. Como solía decir su abuela, que en paz descanse, "Donde hubo fuego, cenizas quedan".

Pero lo que David no sabía era que, si Alfredo y Paula se hablaban todavía, era porque querían llegar a un acuerdo sobre Matías. Paula no era una mala persona, tan sólo había sido educada, en contra de su voluntad, con el principio de que una mujer debía estar con un hombre. Que eso significaba tener una familia ideal. Sin embargo, para ella resultaba ser una imposición, una norma que no debía tratar de romper y que después de todo le estaba amargando la vida. Por supuesto, no podía negar que Alfredo como esposo era estupendo y que Matías era un chico muy gentil y estudioso. Estaba orgullosa de ambos, y los quería. No obstante, al lado de ellos no era totalmente feliz. Pero eso no significaba que no quisiera ver a su hijo, que no lo extrañase.

Diago se despidió de David diciéndole que tenía que ir a hablar con el sacerdote, ya que éste le había pedido su ayuda para organizar la fiesta que se iba a realizar el próximo domingo. David, por su parte, decidió regresar a su casa, tenía ganas de echarse una buena siesta y de reflexionar sobre si debía tratar de llevarse bien con su futuro hermanastro o mejor continuar asustándolo para que tanto él como su padre se fueran del pueblo.

Cuando llegó, lo primero que hizo David fue dirigirse hacia la parte trasera de su casa, en donde por supuesto se encontraba su maca. Su sorpresa fue mayúscula cuando vislumbró a un tierno Matías durmiendo. Lo primero que se le pasó por la mente, fue tirarlo de la maca. Porque era suya, en ningún momento se la había pedido prestada. ¿Qué se creía? ¿Que podía venir a una casa ajena y dormir donde se le diera la gana? No. Desde luego que no podía hacer eso. Pero, por otro lado, ¿acaso no sería un delito despertar a un ángel? Con esas pestañas largas, esa piel tersa, esos labios entreabiertos que respiraban de forma regular, y qué podía decir sobre esa manera de acurrucarse en la maca y de ser mecido por el viento. Delgado, tierno y bello. Y... Oh no. ¿qué diablos estaba pensando?

—Hey tú —David removió con las dos manos a Matías, utilizando la mayor parte de su fuerza—. Esa es mi maca... ¿quién te dio permiso de dormir ahí?

—Lo siento, pero la señora Claudia me dijo que podía usarla cuando quisiera —respondió Matías somnoliento mientras se levantaba de la manera más rápida que le había sido posible.

—Yo mismo hice esa maca y yo mismo la amarré en ambos árboles, por lo tanto es mía y mi madre no tiene ningún derecho en andar prestando mis cosas.

—Está bien, perdóname —Matías se fue caminando hacia el interior de la casa, no quería discutir, ante todo él era una persona pacífica. Sin embargo, algo dentro de sí mismo le había hecho comprender que posiblemente no le caía bien a David. Se puso a reflexionar y supo que desde el principio el chico se había portado un tanto mal con él, no sólo lo asustaba o le hacía bromas de mal gusto, sino que tampoco quería compartir sus cosas. Iban a ser futuros hermanos, ¿no sería mejor que cambiase su actitud?

Más tarde durante la comida, los padres se encontraban platicando a los hijos sobre lo bien que les había ido en el pueblo vecino y sobre todo lo que habían logrado hacer por allá. Matías escuchaba atentamente y asentía. Por su parte, David tan sólo picoteaba la comida, con un gran desinterés en el rostro. No aguantaba ni a Alfredo, ni a Matías y su forma de ser lo demostraba totalmente. A decir verdad, no quería que su madre saliese lastimada y por sobre todo no quería tener un hermanastro.

Matías había estado reflexionando en su habitación sobre lo que había sucedido con David. Debido a que había visto a su padre bastante feliz en la compañía de la señora Claudia, decidió que sería lo correcto tener una buena relación con David, después de todo iban a ser familia. Quería ante todo conocer cuáles eran sus inquietudes o por qué se comportaba de esa manera. Por esa razón, durante los siguientes días, haría todo lo posible por ganarse su confianza, le haría saber que podía contar con él como hermano.

—Mmmm cambiando de tema, ¿qué les parece si mañana comemos pescado? No es por presumir, pero el platillo me sale riquísimo, combino el pescado con otras especias y condimentos y queda para chuparse los dedos —comentó Claudia con una gran sonrisa para romper el ambiente pesado que su propio hijo con su mala manía había generado.

—Me parece una idea estupenda, me encantaría probar tu platillo —añadió Alfredo con la misma alegría que reflejaba su prometida.

—Bueno, no se diga más —y volteó a ver a su hijo—. David, mañana ve a pescar, dile a Diago que te acompañe.

—No puedo.

—¿Y eso por qué?

—No voy a contarte mi vida, mamá —suspiró David con enfado.

—Mati, ¿por qué no lo intentas tú? Te haría bien aprender a pescar... —lo persuadió Alfredo.

—¿Pescar? No, cómo crees. Me da miedo.

—Diago puede enseñarte, él es muy bueno y estoy segura de que no se negaría —dijo Claudia.

—Está bien, yo voy... —intervino David, de alguna u otra manera la idea de que Diago y Matías hicieran otra cosa juntos lo asustaba, el problema era que no sabía a ciencia cierta la razón.

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⏰ Última actualización: Dec 15, 2018 ⏰

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