El turno de Jamie

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Narra Jamie

Por mas que odie admitirlo los recuerdos del incendio aun me atormentan .El maldito humo negro por todas la habitaciones que nos impedía respirar, los desgarradores gritos de mi madre pidiendo auxilio, a mi padre intentando protegernos, el dolor de las primeras quemaduras, y cuando todo se volvió negro.

Había despertado un par de horas después conectado a varios aparatos molestos. Frente a mi se encontraba una mujer que aparentaba tener una edad similar a la de mi madre, pero no estaba sola, cuando dirigí mi mirada por el resto de la habitación me encontré con otro par de ojos demasiados tristes para dar buenas noticias.

La enfermera intentó ser lo mas delicada posible, pero ¿como explicarle a un niño que sus padre estaban muertos?, ¿como decirle que no volvería a verlos?. La señora que se encontraba junto a mi no pudo soportarlo mas y se retiró.

Tuve que repetirme miles de veces esas palabras para que tomaran algún sentido. Era como en esas malas películas donde el protagonista recibe una noticia desgarradora y no reacciona de ninguna manera, preocupando así aun mas a la persona que se encuentran presente. La mujer alarmada llamó urgentemente a un medico, pero yo seguía en ese feliz mundo donde nada me parecía real.

Dos días mas tardes me dieron el alta. Me trasladé a otro estado, a otra ciudad, a otro instituto, a otro intento de vida. En ese momento la idea de empezar todo completamente de cero me pareció la peor, pero ahora que puedo entender la situación estoy completamente agradecido con la mujer del hospital por sugerirla.

Ella era la hermana de mi madre, es decir, mi tía. Hacia varios años se habían peleado y cortado toda clase de relación entre ellas. Digamos que enterarse de que no podía arreglar las cosas no fue de las mejores noticias que recibió, pero dejó todo eso a un lado y se encargó de criarme. Ahora me siento realmente mal, pero en ese momento no tuve mejor idea que complicarle su existencia. Siempre que podía solía escaparme de casa, no asistía casi nunca al instituto, ni siquiera le dirigía la palabra, en resumen era un completo idiota. Aun que ahora lo sigo siendo, pero de una manera diferente. Pero la face del odio no fue la primero, si no que hubo varias.

Durante los primeros mese literalmente era un zombie andante. no comía, casi no dormía, y como consecuencia siempre tenía unas enormes ojeras que podían notarse a kilómetros. La gente me evitaba, como si tuviese alguna enfermedad contagiosa, y digamos que eso no mejoró mi amor hacia el mundo.

Luego llegó la face de "voy a intentar superarlo", ni siquiera logró "superar" un mes. Ya para entonces quedaba claro que no iba a ser tan fácil, incluso hasta el día de hoy no lo era, aún seguía siendo el estúpido niño de nueve años que no puede afrontar la muerte de sus padres.

La etapa del "odio a la vida" llegó dos meses después del accidente. Pero no se dejen engañan por el nombre, no odiaba solamente la "hermosa" vida que me había tocado. Si no, a absolutamente todo. Y en ese momento fue cuando mis serios problemas de conducta comenzaron. Quedar castigado se había convertido en algo habitual en mi rutina diaria, pero aunque sea la gente comenzaba a tomarme enserio. Si, es muy estúpido que para que las personas no te pisoteen tengas que ser un completo imbécil.

Durante mi castigo número ... ¿A quién engaño?, Es imposible que recuerde cada castigo. Mejor dicho, durante alguno de mis números castigos, empecé a conversar con algunos chicos de mi edad que últimamente habían estado tan castigados como yo. Pero en ese pequeño grupo había una diminuta niña ... la peor de todos. Aunque ahora intente negarlo, Aixa siempre fue la más alocada, intenta fingir madurez - echo que me asusta, lo único que madura es la fruta no mi querida Aixa - pero yo se que muy dentro suyo está controlándose constantemente por no liberar a su antigua yo.

Ya era hora [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora