Abrir los ojos

568 21 18
                                    

Domingo por la noche, el momento más deprimente de la semana. ¿Por que razón no me encontraba deprimida?, muy simple, Jamie. Al parecer no lo había ahuyentado verme llorar como imbécil, si no todo lo contrario. Desde el pequeño incidente no nos habíamos separado ni por un segundo, y a pesar de que no fuera algo que me gustara admitir, me alegraba volver a los viejos tiempos, donde observar las estrellas era algo tan frecuente en nosotros, exactamente lo mismo que estábamos haciendo en ese preciso instante.
Ambos recostados sobre el césped, mi cabeza apoyada en su pechos y sus brazos rodeando mi cintura ... La misma posición que encontrarían en una típica pareja de adolescentes enamorados, a pesar de que no fuéramos una.
- Creo que sólo quería acostarse conmigo - solté mientas me acurrucaba aún más cerca de él, si es que acaso eso era posible.
- ¿Quien no quiere acostarse contigo? - preguntó mientras recorría mi espalda con delicadas caricias.
- ¿Por que?, soy virgen, no tengo experiencia - dije confundida.
El rostro de Jamie literalmente pasó por todas las expresiones posibles. En un principio su rostro no delató más que sorpresa, lo único que faltó para ser aún más obvio fue una gran "o" con su boca y abrir del todo sus ojos, pero restando esos pequeños detalles, realmente no se había preocupado en disimular. Siguiendo con el patrón, la siguiente expresión fue nada más y nada menos que de incredulidad, a pesar de que había pasado lo suficientemente rápido como para no notarla pude percibirla. Posicionándose como la tercera, pero no como la última, se había encontrado nuevamente la sorpresa, aun que esta vez fue aun más evidente. Y ahora si, llegando al final, la última expresión había sido de felicidad. ¿Cómo la había notado?, muy sencillo, la gran sonrisa que había ocupado gran parte de su rostro logró delatarlo.
Pero cuando se inclinó para depositar un rápido beso sobre mis labios fue mi turno de encontrarme sorprendida. Así es, me había besado.
- ¡Jamie! - casi grité.
- Lo siento, lo siento, lo siento - dijo mientras dejaba pequeños besos por todo mi rostro.
Era la primera vez que alguien me besaba de esa manera, como si quisiera transmitirme todo su amor con esa simple acción, y por eso pesar de que estuviera mal, no tuve la fuerza de voluntad como para detenerlo. Se sentía malditamente bien, y si eso pensaba cuando sus besos únicamente se limitaban a ser recibidos por mi rostro, cuando comenzó a descender simplemente fue como sentir el cielo, por que si, ahora iban dirigidos a mi cuello, mi perdición. Solía pensar que las personas que se excitaban solamente con un gesto tan simple como este eran unas completas idiotas, exactamente lo que yo estaba siendo en ese presido momento.
Besó, mordió y succionó mi cuello a su antojo consiguiendo que perdiera aún más la poca cordura que quedaba, pero hubo un detalle que logró mostrarme la realidad... me estaba haciendo un chupón.
- Jamie - me quejé, aunque sonó más como una súplica, provocando que el rubio se sintiera aún más confiado a seguir- Necesito un ... Un cigarrillo ... ¿Tienes uno?.
- No, los dejé adentro, en la mesada de la cocina - me indicó.
- Iré a buscar uno, ¿quieres que te traiga? - pregunté poniéndome de pie mientras sacudía mis pantalones repletos de césped, hojas y tierra.
- Rubia, me conoces lo suficiente como para saber la respuesta - contestó mientras posicionaba sus brazos detrás de su cabeza, haciéndolo lucir así de una forma muy relajante y despreocupada, pero sobre todo arrogante.
- Estúpido fumador - comenté divertida, aún qué lo suficientemente alto como para que me escuchara.
- Yo también te amo, preciosa - gritó en respuesta.
Siguiendo sus indicaciones me adentré a la casa, dirigiéndome específicamente al lugar indicado por el rubio. Una vez allí tomé un paquete de cigarrillos y un encendedor.
Estaba a punto de retirarme cuando escuché un ruido seguido de una maldición. Al parecer alguien había chocado contra algo, y según las hermosas palabras que había soltado esa persona, indicaban que no estaba en sus planes ser tan ruidosa.
En cualquier otra ocasión habría pensado que se trataba de Drew, pero teniendo en cuenta que la voz que había soltado el insulto no se trataba de la suya lo descarté rápidamente. Tenía dos simples opciones, volver al jardín junto a Jamie, o revisar cuidadosamente la sala en busca del intruso. A simple vista la segunda opción se veía más apetecible, pero ... ¿Qué pasaría si se trataba de un ladrón?, realmente me sentiría culpable al saber que no había hecho nada por detenerlo.
Llenándome de coraje me encamine hacia el lugar donde se había producido el ruido, aún que debo admitir que no sin antes maldecir a todas las personas del universo. Mis piernas temblaban, una clara señal de que estaba más que asustada, pero aún así no me detuve y me obligué a proseguir, al fin y al cabo, ¿Qué era lo peor que podía pasarme?.
- Podrían dispararte - soltó mi subconsciente - o peor aún, quizá matarte.
Definitivamente mi cabeza no estaba ayudando en nada, por lo que decidí ignorarla completamente y hacer a un lado a la pequeña parte de mi que gritaba "peligro".
- Fui a una clase de kung fu y no me da miedo ponerla en práctica - solté sin pensar.
Como respuesta lo único que se escuchó fueron unas carcajadas. Genial, quizás se apiade de mi por hacerlo reír.
- ¿Aixa? - preguntó una voz familiar.
- ¡Me cago en tu madre, Lucinda! - dije mientras intentaba regular mi respiración - Mierda, ¡pensé que eras un ladrón!.
- ¡Lo siento!- exclamó entre risas.
- No es gracioso, maldita sea, ¿Que hubiese pasado si te atacaba? - pregunté con los nervios a flor de pie.
- ¿Poniendo en práctica tus clases de taekwondo? - bromeó.
- Era Kun-fu, maldición, como lo que practicaba ese panda obeso - me uní a su broma.
Seguimos bromeando durante un largo rato, y cada tanto soltábamos alguna que otra patada voladora haciendo lo que probablemente sería la peor imitación de un panda guerrero. Solo cuando nuestro estómago comenzó a dolernos debido a las carcajadas decidimos ponernos algo más serias.
-A todo esto, ¿Que haces aquí?/ pregunté.
- Te lo diré de esta manera por que se que eres una persona lo suficientemente inteligente como para deducirlo - comenzó - Drew se encuentra arriba, yo me encontraba arriba y sus padres no se encuentran en casa ... ¿Entiendes?.
- Te acostaste con él ... ¡¿Te acostaste con él?!- solté sorprendida.
- ¿En realidad quieres que te responda? - me interrogó - él está bueno y no tiene novia, ¿tanto te sorprende?.
- Pero tú si tiene uno - comenté.
- Corrección, tenía - respondió.
Era uno de esos momentos donde quería que la tierra me tragara, realmente lo había soltado sin pensar, solo tenía que haber analizado un poco la situación como para deducir la respuesta. Lucinda era mi amiga, puede que una reciente, pero aún así lo era, pero a pesar del poco tiempo que habíamos pasado juntas lo conocía lo suficiente como para saber que no era capaz de tener sexo si ya tenía novio.
- Lo siento, lo solté sin pensar - me disculpé.
- No te preocupes, ya lo superé - respondió orgullosa de si misma - Por que, para eso es la vida, ¿no?, para seguir adelante.
- No se si yo podré superar a Xavier tan rápido - comenté algo apenada, porque, a decir verdad, lucía patética.
- Claro que si - dijo mientras me rodeaba con sus brazos - no entiendo por qué te tiras abajo, eres una de las personas más fuertes que conozco.
- Por supuesto - respondí con ironía - por eso ahora estoy haciendo el ridículo frente a ti por algo tan insignificante como un idiota.
-Mira, te contaré una historia para que no te sientas tan patética, hace dos años, cuando me enteré que junto a mis padres debía dejar Oregon para venir a Nevada literalmente quise morirme, me pasaba todo el día encerrada en mi habitación llorando, pensaba que era lo peor que podía pasarme, eso si que debería avergonzarme - se sinceró - porque luego recuerdo que el primer día de clases un grupo de estudiantes me llamó la atención, quizás fue debido al hecho de que hacían cualquier tipo de estupideces y todo el mundo los respetaba. En un principio realmente me molestó que todo el mundo los mirara con admiración, y luego me enteré por lo que habían pasado. Y ahora esto para subirte el autoestima, desde ese momento comenzaron a ser la única razón por la que intentaba mostrarme fuerte ... yo también comencé a admirarlos ...
Realmente me encontraba confundida, quizás alguna vez hubiese llegado a imaginar que podría inspirar a alguien para superar algún obstáculo ... Pero nunca pensé que fueran más que suposiciones. Entre imaginar y saber hay un gran diferencia. Y definitivamente Lucinda me había tomado desprevenida.
- ¿Por qué me dices todo esto? - pregunté intentando aclarar mis dudas.
- Te estoy diciendo esto para que te des cuenta de lo fuerte que eres - aclaró - si pudiste pasar por tantas cosas estoy más que segura que superarás al imbécil, maldita sea, si yo puedo con algo así tu también puedes.
Una muy pequeña parte de mi creía en la posibilidad de que fuera cierto, quizás mi amiga tenía razón y podría superarlo con facilidad. Tal vez con algo de esfuerzo podría lograrlo. Aún que había dos cosas de las que estaba completamente segura: sin ayuda no lograría nada y definitivamente necesitaba intentarlo.
- Está bien, pondré todo mi empeño en superarlo - declaré - ¿Alguna idea que quieras proponer?
- Esa es mi chica - dijo entusiasmada mientras pegaba pequeños saltitos como una niña de cinco años - la forma más fácil de olvidarte de un ex es buscar a alguien que lo reemplace.
- No lo se, quizás suene estúpido, pero no quiero utilizar a nadie para mi propio beneficio - confesé con sinceridad haciendo a un lado a la Aixa irresponsable que habría aceptado sin pensárselo dos veces, y al parecer no fui la única sorprendida ante mi respuesta.
- Esta es la gota que rebalsó el vaso - exageró mi amiga con fingida indicación - ¿Dónde quedó la Aixa Stromberg que borracha sedució a toda la población masculina en la fiesta de Anna hace cinco meses?, ¿Dónde quedó esa rubia que bebió tanto que casi cae en un coma alcohólico?, ¿Dónde quedó esa chica que besó a sus cinco mejores amigos la misma no...
- ¡Si, ya lo se!, fui, soy y seré un desastre siempre, gracias por recordármelo - la corté negándome a seguir escuchándola.
- Mierda, ese no era el punto - comentó - la idea de mi súper discurso era hacerte entender que en la vida hay que correr riesgos, o mejor dicho, cometer estupideces, para algo somos adolescentes, la gente no puede culparnos de nada.
¿Como era posible que algo tan estúpido como ese discurso me hiciera siquiera reconsiderar la idea de reemplazar a mi ex?, ¿Acaso eso era normal?. Quizás no tuviera respuestas para esas preguntas, pero de lo que si estaba completamente segura era que una persona normal no hubiese pronunciado las siguientes palabras.
- Tienes razón - dije extremadamente por lo bajo.
- ¿Que dijiste? - preguntó Lucinda, pero no por que no hubiera escuchado, si no porque no ella misma podía creérselo.
- Maldita sea, ¡tienes razón! - sentencié feliz.
- ¿Enserio? - interrogó dudosa, por lo cual ganó una mirada fulminante de mi parte.
- Gracias, gracias, gracias - dije mientras la abraza - eres una maldita genio.
Podría decirse que esa palabras lograron desconcertarla aún más. ¿Tan poca confianza se tenía?.
- ¿Podrías llamar a mi profesor de historia y repetirle esas hermosas palabras? - bromeó.
- Por ti lo que sea - respondí - lo siento, pero debo irme - me despedí finalmente.
- ¿A dónde vas? - comentó confundida.
- Voy a dejar las cosas claras con alguien que realmente me importa antes de que sea demasiado tarde - di por terminada la conversación.
Sin esperar un minuto más, me dirigí al patio trasero llevando conmigo mis amados cigarrillos y el crucial encendedor.
Lo que estaba a punto de suceder realmente cambiaría muchísimo mi vida, aún que para mejor.
- Pensé que te había tragado el suelo - bromeó el rubio aún tirado en el cómodo césped.
- ¿Pensaste eso y aún así no fuiste en mi ayuda? - comenté mientras me posicionaba junto a él.
- Si sirve de algo estaba a punto de hacerlo - intentó arreglar la cómica situación.
- Solo fuma y cállate - terminé con la broma.
Tal como le había indicado Jamie se llevó un cigarrillo a la boca y lo encendió, provocando que mis alocadas hormonas adolescentes se alteraran con la imagen más sexy que había visto en mucho tiempo. Puede que los malditos tubitos blancos no provocaran nada bueno en la vida de ninguna persona, pero a pesar de sentirme la persona más egoísta del mundo, debía admitir que la idea de observar fumar a mi amigo todo el día no me desagradaría en absoluto, porque vamos, el chico era condenada mente irresistible realizando esa acción, a deferencia de mi, que seguramente me veía desesperada por la nicotina.
- ¿Sabías que estaba intentando dejarlos?- comenté retomando la conversación.
- Didicil, ¿verdad? - preguntó, a lo cual yo asentí torpemente con la cabeza - Yo también lo he intentado varias veces, pero mírame, ni siquiera tengo la fuerza de voluntad como para dejarlo por tres días.
- Quizás fumar todos los días no sea el problema, si no la cantidad de veces que lo hacemos - razoné - probablemente podríamos ir dejándolos de a poco.
- Digamos, ¿unos veinticinco al día? - interrogó.
- Mejor unos quince - contesté.
- ¿Y que te hace pensar que yo sería capaz de fumar tan poco en un día? - comentó mientras exhalaba el humo sobre mi cara.
- Podríamos hacer las cosas más interesantes - solté - solo si tu quieres.
- ¿podrías mostrarme tu concepto de interesante? - preguntó con picardía.
- Recuerda que tú lo pediste - comenté mientras me sentaba a horcajadas sobre él, provocando un cara de sorpresa por su parte - no me mires así, sólo relájate, cierra los ojos y abre la boca.
Sin más siguió mis órdenes, pero a decir verdad su sonrisa podría haberse notado a kilómetros, por que si, esa hermosa y adorable mueca ocupaba casi toda su cara.
Sabía que si seguía pensándomelo me arrepentiría, por lo que a penas junté el coraje suficiente le di una larga calada a mi cigarrillo y lentamente comencé a acercarme. Cuando apenas estaba a unos milímetros de sus labios, los cuales "accidentalmente" había rosado, solté poco a poco el humo sobre su boca, provocando así que lo inhalara. Con lentitud fue exhalándolo, y sin poder evitarlo rocé nuevamente nuestros labios.
- Mi turno - soltó de repente mientras de un giro me posicionaba bajo su cuerpo, tomándome completamente desprevenida - solo relájate, cierra los ojos y abre la boca - susurró contra mi oído, y una vez terminada la frase mordió delicadamente mi lóbulo.
Quería volverme loca ... Pero ese juego se juega de a dos.
Sin pensármelo dos veces terminé de enrollar mis piernas a su cadera, provocando que un leve gruñido se escapara de sus labios. Música para mis oídos.
- Mierda - murmuró sin poder evitarlo, lo cual me hizo pensar si era así cuando se acostaba con alguien.
- Maldita sea, ¡Aixa!, ¿por que piensas en esas cosas? - me reproché mentalmente.
Sentí un cosquilleo sobre mis labios, y sin darme tiempo a reaccionar los rozó con los suyos. ¿Cómo algo que se siente tan bien puede estar tan mal?.
Un familiar aroma llegó hasta mis fosas nasales, y fue entonces cuando supuse que el rubio comenzaría la acción. Como anteriormente él había hecho entreabrí levemente mi boca, provocando que, segundos después se llenara de humo. Lo retuve por un par de segundos y luego, siguiendo con el proceso que ya conocía de memoria, lo solté.
- Fue una buena idea - solté sin pensar.
- Si, lo fue - concordó el rubio - aún que puedo mejorarla.
- ¿Cómo?- pregunté mientras enredaba mis dedos en su cabello.
Sin obtener una respuesta por su parte acortó la distancia que nos separaba, provocando algo que esperaba con ansias. Nuestros labios se movían en una perfecta sincronía, provocando uno de los mejores besos que había recibido hasta el momento, por que si bien era virgen, nunca había contenido las ganas de besar a alguien si realmente lo deseaba. A diferencia de los besos anteriores este fue muchísimo más delicado, como si ambos temiéramos que el otro notara lo que estaba haciendo y lo terminara, aún que debo admitir que el Jamie tierno y delicado me podía tanto o incluso más que el Jamie fumador sexy. ¿A quien engañaba?, Jamie me podía en todo momento fuera de la forma que fuera, tanto alegre como enojado, tanto feliz como triste, tanto bajo las estrella como en los baños de la escuela, por que si, quizás lo que sentía por el era algo más que un simple cariño. Algo que me había costado comprender hasta el momento en el que Lucinda sugirió la idea del reemplazo, porque a pesar de que pudiera estar con cualquiera no me imaginaba con alguien más que no fuera Jamie. No necesitaba un reemplazo, si no abrir los ojos.
🐖🐖🐖🐖🐖🐖🐖
Holas, por favor que alguien me diga que también le viene andando para la mierda Wattpad? (Perdón por la palabras pero es algo que me jode tanto). Estaba yo re feliz por subir el capítulo y se me borra, otra vez. Bueno, lo empecé de nuevo porque total no era nada de otro mundo... Llegó Navidad y se me fueron todas las ganas, y después año nuevo no ayudó mucho (sip, odio todas las fiestas ✌). Entonces ayer eran las cinco de la mañana y cuando quería subir el capítulo no me abría Wattpad 🔫. Debo ser la persona más yeta del planeta.
Ojalá se lo hayan pasado lindo en Navidad y año nuevo, y yo que quería subir un capítulo y al final poner "Feliz Navidad" o "feliz año nuevo" 😭😭. Pero bueno, la vida no es una fábrica de conceder deseos (aguante John Green).
Gracias de nuevo por desperdiciar valiosos minutos de
sus vidas en leer esto 😄😍😘.
Pd: tengo una obsesión con este chanchito 🐖🐖🐖

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 08, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Ya era hora [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora