El cargamento I

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Gélidas corrientes gaseosas silban en tonalidades cambiantes y ensordecedoras, mientras danzan arremolinándose, arrastrando consigo blancas nubes que cubren todo el paisaje. Silenciosamente, un camión recorre aquel interminable páramo, flotando a unas pocas palmas de las vías.

El conductor, vestido con un abrigo grueso y negro alterna su mirada entre el parabrisas y la pantalla del radar satelital. Es un sujeto fornido de grandes y ovalados ojos marrones, posee un pelaje blanco que lo cubre casi por completo, dejando observar su rojiza piel solo en las palmas de sus manos y en las cuencas de sus ojos.

-No se ve absolutamente nada -comenta con asombro un joven con uniforme gris y manchas negras, armado con un rifle plateado y abultado en su mango- ¿Cómo puede manejar así?

-Tengo más tiempo en carretera que tú de vida -respondió el conductor sin perder la concentración- he manejado en peores condiciones. Aunque a decir verdad no sé qué te sorprende. Tus compañeros delante de nosotros también manejan en las mismas condiciones.

-Eso no es del todo cierto -replicó el joven soldado- ellos tienen un sistema de radar satelital que unido al sonar y a otros equipos como detección de infrarrojo y ultrasonido, detectan todas las condiciones a su alrededor. Luego, una computadora procesa toda la información y muestra en el parabrisas una imagen de cómo se vería el ambiente con total claridad. Es decir, que es como si ellos manejaran a plena luz y en óptimas condiciones.

-Ya veo, pero si tienen tan buena tecnología, entonces, ¿por qué molestarse en contratar a un humilde camionero para este trabajo?

El joven calló, sin saber que responder.

-Cuando estaba en la central escuché que habían asignado un cargamento para esta zona, pero el encargado de llevarlo había rechazado la oferta y nadie quería aceptarla. ¡Esos sujetos son todos unos cobardes! -Exclamó con un aire de desprecio- es cierto que esta ruta es peligrosa, pero eso hace que sea más emocionante. ¿No lo crees?

El joven soldado lucia contrariado ante aquel comentario.

-A decir verdad no me emociona en lo absoluto este viaje. Me asignaron aquí sin darme ningún detalle y solo me enteré después de comenzar el trayecto.

En ese momento un sujeto solo un poco mayor que el joven soldado irrumpió en la cabina con una potente voz:

-Albazir, ¿Alguna novedad?

-Ninguna mi teniente -respondió el soldado enderezando su espalda y mirándolo a los ojos.

-Teniente Frakmur, tengo una inquietud. ¿Por qué el ejército se molestó en contratar a un humilde camionero para este trabajo? -Preguntó con total naturalidad el conductor.

-Queríamos a alguien con experiencia en la zona y en el traslado de cargas peligrosas. Además, debido a las tropas enviadas para controlar la epidemia en otras partes de la región, carecemos de personal para enviar a este tipo de lugares apartados.

-¿No se supone que el gobierno y el ejército tiene controlada la situación en todo el reino?, ¿No es un problema admitir algo como eso delante de un simple civil?

-Recuerde que usted firmó una cláusula en la que se compromete a no divulgar ningún tipo de información que haya visto o escuchado durante esta operación. -El tono del teniente lucia amenazante- De lo contrario tendrá que atenerse a las consecuencias.

-No se preocupe -dijo sonriendo el conductor- soy el ser más prudente cuando así se requiere.

El teniente pasó por el primer compartimiento y entró en el segundo en donde un soldado revisaba la radio y diferentes instrumentos electrónicos.

-¿Cómo va todo Krisnakar? -Preguntó el teniente- ¿alguna novedad?

-Teniente solo tenemos recepción local para contactarnos internamente y con los otros dos vehículos. -Respondió Krisnakar con gesto de frustración- Me ha sido imposible contactar con alguien externo.

-Entiendo, infórmame cualquier novedad.

-Si señor... -dubitativamente el joven preguntó- Señor, ¿puedo hacerle una petición?

-Diga soldado.

-Debido a todas las misiones que hemos realizado en los últimos meses no he podido ver a mis padres, hace ya varias semanas que no sé nada de ellos. Estoy preocupado por su seguridad y quisiera saber qué posibilidad hay de que al regresar se me permita visitarlos.

-Lo entiendo soldado. Pero debe saber que estamos en una emergencia -Krisnakar agachó la cabeza con resignación al escuchar la respuesta del teniente- pero al llegar a la ciudad intente comunicarse con ellos, yo hablaré con los superiores a ver qué puedo hacer.

-Muchas gracias teniente -agradeció un sonriente Krisnakar antes de seguir con su trabajo.

El teniente se dirigió al siguiente compartimiento. Dentro de él estaba a su vez otro sellado. Frakmur lo inspeccionó en busca de alguna irregularidad, al no descubrir nada fuera de lo común continuó su camino hasta el cuarto y último compartimiento. En él, un joven leía un libro sentado en un rincón.

-Botaliko, ¿alguna novedad? -Rompió el teniente a viva voz, el silencio reinante.

-No señor, ninguna novedad -se incorporó rápida y nerviosamente el soldado, dejando caer el libro.

El teniente se agachó a recogerlo, mientras el soldado hiperventilaba del nerviosismo.

-Relájese cadete -habló con voz pausada mientras leía la portada del libro- "Las aventuras de Arthur en la selva amarilla".

-Es un libro de ficción que habla de unas lejanas tierras desprovistas de nieve, en donde abundan densas y calurosas selvas amarillas repletas de animales.

-¡Vaya, un sitio caluroso y desprovisto de nieve! -Exclamó con sorpresa el teniente- eso sí que me gustaría poder verlo.


                                                                      Continuará...

La bestia del norteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora