El cargamento III

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Los ocupantes del camión estaban golpeados pero sin daños graves. El teniente entró en la cabina reclamándole al conductor por no avisar a tiempo, pero este le replicó que aquellas bestias solían aparecer de improviso saliendo de las profundidades de la tierra y que se requería de muy buenos reflejos para no chocar con ellos. El espectáculo dado en el parabrisas era dantesco. Una viscosa masa de vísceras y sangre embarraba todo el exterior. Inmediatamente, el teniente trató de comunicarse por radio con los otros dos vehículos. El que estaba detrás de ellos fue el primero en responder dando fe de estar todos en buenas condiciones. El otro vehículo no respondía y el teniente temía lo peor. El clima había mejorado levemente pero aun así la visibilidad era mala y el frio arreciaba. Fuese como fuese, alguien debía salir a evaluar la situación y ver el estado de los soldados que estaban en el primer vehículo.

El conductor se quejaba de lo repentino que había aparecido aquel animal en la pantalla. Un soldado intentaba infructuosamente comunicarse por radio con la base. Mientras, el teniente elegía a los dos soldados que lo acompañarían en la inspección. Con sus armas en mano y cubiertos con gruesos abrigos, los tres soldados seguidos del conductor, salieron a evaluar los daños. El viento había amainado y ahora daba suaves silbidos agudos que pasaban desapercibidos ante los quejidos lamentables de la enorme criatura agonizante. El ambiente estaba muy oscuro, aunque con ayuda de las linternas se podía observar a unos cuantos estadios de distancia. Una capa roja y viscosa llena de víseras cubría todo el lugar, en medio de este se encontraba el primer vehículo. Su estado era lamentable: volcado con la parte frontal destrozada, sus vidrios rotos, recubierto por la misma sustancia que el resto del lugar y sin señales de movimiento alguno.

El conductor y los tres soldados se apresuraron a prestar ayuda. Dieron voces tratando de dar con alguna respuesta y poco tiempo después una leve voz dio la certeza de que al menos alguien seguía con vida. Con dificultad sacaron a dos soldados heridos y más tarde al cadáver de un tercero que enterraron bajo la nieve. Los soldados se encargaron de vaciar el vehículo de todo aquello que aun pudiese ser utilizado. Más tarde debían encargarse del auto. "No podían dejar que cayese en manos de terroristas" dicho en las propias palabras del teniente. El agotamiento era general, así que los soldados se turnaron guardias para descansar. Así vieron pasar las horas antes de tratar de salir de aquella situación.

El clima nuevamente había empeorado y una llamada con urgencia desde la radio alertó al teniente. "Teniente una docena de figuras de un tercio del tamaño de nuestros vehículos se dirigen en nuestra dirección desde el sur oeste". El teniente despertó inmediatamente a todos dentro de aquel camión para que se prepararan para lo peor.

-Confirme cadete Edfaicur: ¿son terroristas o aliados?, ¿puede detectar el tipo de armamento que llevan?

-Por las formas captadas por el radar no parecen ser vehículos nuestros Teniente.

-Intente contactar y preparen las armas. ¿A qué distancia están y cuánto tiempo tardarán en alcanzarnos?

-Treinta kilóestadios, nos alcanzarán en quince minutos... ¡Señor, una segunda oleada de figuras se dirige hacia nosotros desde la dirección sur este!

-¡Pero qué demonios será! -Exclamó antes de dar la orden por radio- preparen las armas...

El teniente le gritó a un soldado que estaba a su lado. "Alista los drones, si es necesario los utilizaremos".

-No creo que sea necesario teniente Frakmur, son solo un par de manadas de Betguesguin. Le sugiero por la seguridad de sus soldados que entren lo antes posible al camión, apaguen todo y que se preparen para el golpe.

-¿Qué le hace hablar con tal autoridad señor Blakgod?, Recuerde que usted es un simple civil y yo soy quien da las órdenes.

-Mi nombre es Blakgud, Ragnar Blakgud, y me conocen como "La Bestia Del Norte". Sí, es cierto que solo soy un simple civil. Pero como usted mismo dijo: "Los militares querían a alguien con experiencia en la zona". Y de todos los aquí presentes soy el único que la conoce y sabe de sus peligros y particularidades.

-¿Qué le hace pensar que son manadas de bestias y no terroristas? -replicó con incredulidad el teniente.

-Ya le he dicho que conozco muy bien la zona, he conducido camiones por estos parajes durante años. Conozco perfectamente las figuras y características de los Betguesguin y le doy la certeza no solo de que son ellos, sino de que están viniendo para darse un festín con el cadáver del Dragartrop. Deben estar siendo atraídos por el olor de sus vísceras, aunque le advierto que las luces y sonidos fuertes también los atraen.

El teniente tragándose su orgullo ordenó a los soldados apagar todas las luces y mantenerse en silencio. Por un momento tuvo la tentación de enviar a un dron a investigar, pero el clima aún no era lo suficientemente bueno. No podía arriesgarse a soltar uno de ellos y perderlo, además, si lo de los sonidos era cierto el poner en marcha a uno de aquellos robot podría empeorar la situación. El señor Blakgud le advirtió por última vez que dejara a los soldados del otro vehículo abordar el camión. El teniente ni siquiera se molestó en responder, pensaba que sus vehículos militares eran lo suficientemente fuertes como para soportar el ataque de unas cuantas bestias.

Continuara...

La bestia del norteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora