He tardado un pelin en escribir este capítulo, pero es más largo que los demás.
Cualquiera propuesta, opinión o pregunta, decirmela por comentarios o privado no dudeis.
OS DEJO YAAAA, BUENA LECTURA A TODOS.
En el Retiro a las 20:00
Sentados en un banco en frente del río con barquitas.
Tienen las manos entrelazadas, observan a la gente.
-Alex- dice Dani.
Ella vuelve la cara para cruzarse con sus ojos.
-¿Qué somos?- titubea Dani.
Sin lugar a dudas, sin pensármelo, le doy un beso lleno de deseo, de ganas, se juntan, ella tiene su pecho pegado al de él, tras largos minutos, terminan el largo beso debido a la falta de respiración.
-Ya sabrás que somos ¿no?- le guiño un ojo.
-¿Podremos contarlo?
-Claro, si quieres- le respondo con confianza.
Me pongo de pie rápidamente.
-Siéntate tonta- me agarra del brazo, mientras suena tan melosa su voz.
-A ver abre las piernas, que no quepo- me entran ganas de reír, por el doble sentido, pero no, él no lo ha pillado o no ha querido pillarlo, así que no se ríe.
Me siento. En medio de él, mientras él me da besos en el cuello, son mi debilidad, aunque él no lo sepa.
-Para, para, en serio, por favor- digo mientras me rio.
-¿Por qué?- dice, mientras sonríe de forma curiosa.
-Porque si, mejor- sueno un poco borde, pero no le voy a decir que son mi debilidad.
Me cambio de postura, en vez de darle la espada sentada, me siento encima de él mirándole y él me agarra por la espalda para asegurarse de que no me caigo, le sonrío tímidamente, aún me hace ponerme nerviosa.
Le doy pequeños bocados en las mejillas, en los labios y en la nariz, la primera vez que le veo tan indefenso.
-Verás tú, enana-dice con una voz muy seria.
Le coge como si fuese un saco de patatas y la lleva con la cabeza mirando al culo.
-Suéltame estúpido- le golpeo fuerte, le tiro pellizcos, pero ni se inmuta como si no le estuviese haciendo nada.
-Como sigas así, te doy besos en el cuello, lo que tú prefieras-me amenaza, cosa que no me hace gracia, pero viniendo de él se lo perdono.
Andan hasta la boca del metro más cercana, la gente le observa se escucha algún que otro comentario, pero a ellos no le importa para nada.
Me lleva hasta el principio del metro, y se despide con un simple pico.
Él le guiña el ojo y ella sin darse cuenta se sonroja.
Me siento en un lado del metro donde no hay mucha gente y veo a alguien que me resulta bastante familiar.
En casa de Priscila cerca de las nueve.
Lia:¿Dónde dejo la maleta?
Priscila: Parece que te vayas a quedar a vivir, tía, déjalas ahí- le indica Priscila a su amiga.
Lia: Es que traigo de todo, por si acaso.
Priscila: Esta noche no vamos a salir, eh.
Lia: Bueno quién sabe.