Harry decidió volver a salir del departamento esa mañana. Sin saber qué rumbo tomar, se adentró en el bullicio de la ciudad. Buscando el anonimato entre los miles de habitantes que en ese momento se dirigían a sus trabajos o a realizar sus tareas cotidianas.
Sus pasos lo encaminaron hasta un parque cercano, donde algunas personas estaban haciendo sus ejercicios matinales y otras paseaban en compañía de algunos animales domésticos.
Por un momento, deseó ser uno de ellos y olvidarse de todo. Olvidarse de Briana, Calvin y el tan famoso, desconocido y despiadado marido de su prima. Pero su mente no actuaba como él quería, dejándolo en un constante estado de cansancio por el enorme esfuerzo que hacía por no pensar.
Sintiéndose agobiado, se dejó caer en una banca vacía y en un acto de desesperación, se llevó las manos al rostro con el propósito de impedir que las lágrimas brotaran de sus ojos.
No quería doblegarse y se había jurado que no se derrumbaría, pero en ese momento le resultaba imposible cumplir con la promesa que se había hecho.
Una a una las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas, sin que él pudiera evitarlo. Tratando de limpiar con aquella acción la amargura, la soledad y el enorme dolor que su corazón albergaba.
“El juego de la vida siempre presenta situaciones o momentos que nos resultan inesperados. En nosotros esta poder afrontarlos” – volvió a escuchar la voz de su madre en la mente y la desesperación se afianzo en él.
“¿Cómo?” – le preguntó, sin pronunciar palabra alguna.
“Con la frente en alto” – la voz de su madre se agolpó en sus oídos. Parecía que en realidad la estaba escuchando – “Nadie puede obligarte hacer lo que no deseas… Tú eres el único dueño de tu vida”.
Harry sintió en ese momento, que la sangre abandonaba su cuerpo, se sintió mareado y que el aire le hacía falta en sus pulmones. Se sujetó de la banca con tal fuerza que sus nudillos se volvieron blancos. Las lágrimas se detuvieron.
“¿Cómo?” – volvió a preguntar en su mente.
Y la voz se Anne Styles se escuchó con menos claridad.
“Tú eres el único dueño de tu vida”
En ese instante, un estremecimiento recorrió la espina dorsal del rizado. Una gran certeza se clavó en su corazón, en su mente, en su ser.
Como pudo, se levantó de ahí. Tambaleante, se dirigió a la parada de autobús más cercana. Esperó por varios minutos a que arribara el que él deseaba en particular. Sacando varias monedas de su chaqueta, pagó su boleto y se sentó en el primer asiento que vio vacío.
Con un nuevo sentimiento y visión de lo que lo rodeaba, observó a través de la ventanilla del transporte público las calles de la ciudad, su gente, su movimiento y sintió como un nuevo calor se albergaba en su ser.
Cuando el autobús llegó a su destino, se apresuró a pedir la bajada. Satisfecho en la acera observó hacía el enorme edificio que contenía el museo de arte e ingresó a él.
Recorrió uno a uno los pasillos, en una frenética búsqueda hasta que encontró lo que había ido a buscar.
Se detuvo frente a la gran pintura del siglo XVIII que un par de semanas antes le había llamado la atención. La figura del padre joven, esposo y al mismo tiempo hijo, la observaba orgulloso de los papeles que había escogido.
Orgulloso de ser padre y de formar parte de una familia.
En ese momento, la respiración del ojiverde comenzó a entrecortarse y el corazón de Harry se llenó de resolución.
Lucharía por su hijo. No se lo entregaría a Briana.
Jamás lo separarían de él.
Aunque tuviera un precio que pagar. Él era su padre y nadie más.
Se enfrentaría con todo y contra todos. Costará lo que costará. Sin importar contra quién se enfrentará. Nadie lo alejaría de él.
Y sus manos temblorosas rodearon su vientre ligeramente abultado, protegiéndolo en su instinto de padre.
Harry permaneció ahí sin tiempo definido, frente a la pintura.
Abriendo al fin su corazón al mensaje que el pintor deseo transmitir y que perduró a través de los siglos.
Comprendiendo un mundo que no había comprendido hasta ese día, en cuya amargura había dejado caer en sus ojos un velo que le impedía ver la verdad de sus emociones y que ahora había sido retirado.
Amaba a su hijo y por él estaba dispuesto a recibir los embates que la vida le tenía preparada, con la plena certeza que los afrontaría con dignidad.
ESTÁS LEYENDO
Innocent. You will receive what you deserve.
RomansaHarry es un humilde chico de 22 años que trabaja como mesero en un bar de mala muerte; no tiene dinero y lo poco que gana lo emplea para pagar el alquiler y lo demas lo ahorra en un raquitico fondo. Su vida da un giro de 360 grados cuando su malvada...