CAPITULO 3

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A primera vista, el perdedor de mi padrastro, John Heffer, parecía un buen tipo, casi normal. (Sí, ese es su verdadero nombre; y por desgracia también es ahora el apellido de mi madre. Es la señora Heffer. ¿Te lo puedes creer?).

Cuando él y mi madre comenzaron a salir, incluso escuché a alguna de las amigas de mamá decir que era «guapo» y «encantador». Al principio. Por supuesto, ahora mamá tiene todo un nuevo grupo de amigas, unas que el señor Guapo y Encantador encuentra más apropiadas que el grupo de mujeres solteras y divertidas con las que acostumbraba a salir.

Nunca me gustó. De verdad. No lo digo solo porque no pueda soportarle ahora. Desde el primer día en que le conocí tan solo vi una cosa: un farsante. Finge ser un tío majo. Finge ser un buen marido. Incluso finge ser un buen padre.

Tiene el mismo aspecto de cualquier otro padre. Tiene el pelo oscuro, piernas delgadas y está echando barriga. Sus ojos son como su alma, de un color pardo pálido y frío.

Entré en la sala de estar y le encontré de pie junto al sofá. Mi madre estaba acurrucada al borde, agarrándose las manos. Sus ojos ya estaban enrojecidos y acuosos. Fantástico. Iba a hacer de madre histérica y dolida. Es un papel que interpreta muy bien. John intentó atravesarme con la mirada, pero mi marca le distrajo. Torció el gesto con desagrado.

¡Aléjate de mí, Satanás! citó, con lo que a mí me gusta llamar su voz de sermón.

Suspiré.

.No es Satanás. Tan solo soy yo.

Ahora no es momento de sarcasmo, Zoey dijo mamá.

Yo me ocuparé de esto, cari dijo el perdedor, acariciando su hombro

distraídamente antes de volver a centrar su atención sobre mí.

Te dije que tu mal comportamiento y tu problema de actitud te pasarían

factura. Ni siquiera estoy sorprendido de que haya ocurrido tan pronto.

Negué con la cabeza. Me lo esperaba. Es justo lo que esperaba y aun así fue un golpe. El mundo entero sabía que no había nada que pudiera hacerse para provocar el cambio. Todo ese «si te muerde un vampiro, mueres y te conviertes en uno» no es más que pura ficción. Los científicos han intentado durante años descubrir qué es lo que causa la secuencia de eventos físicos que llevan al vampirismo, con la esperanza de que si lo descubrían podrían curarlo, o al menos inventar una vacuna para luchar contra ello. Hasta el momento no había habido suerte.

Pero resulta que ahora John Heffer, el perdedor de mi padrastro,había descubierto de repente que el mal comportamiento adolescente —en especial mi mal comportamiento, que en su mayoría consistía en alguna mentira ocasional, algunas ideas cabreantes y comentarios de listilla dirigidos principalmente contra mis padres, y quizá algo de lujuria medio inofensiva hacia Ashton Kutcher (es triste que le gusten las mujeres mayores) — era de hecho lo que provocaba esta reacción física en mi cuerpo. ¡Bueno, joder! ¿Quién sabe?

Esto no es algo que yo haya provocado conseguí decir finalmente. Esto

no ha sucedido por mi culpa. Me lo han hecho. Cualquier científico del planeta

estaría de acuerdo con eso.

Los científicos no lo saben todo. No son hombres de Dios.

Me le quedé mirando. Él era un patriarca de las «gentes de fe», una posición de la que estaba, oh, tan orgulloso. Era una de las razones por las que mamá se había sentido atraída por él, y a un nivel estrictamente lógico podía entender por qué. Ser un patriarca significaba que un hombre tenía éxito. Tenía el trabajo adecuado.

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