|reglas|

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Capítulo cinco:

Zayn.

—Ahora sí—murmuró entrando a su apartamento y dejándome espacio a mí.

Tiré las maletas en el suelo y ella chilló.

—Oye, no hagas eso. Dañas la bonita madera—se agachó y empezó, tratando de acomodar las marcas que dejé a “su madera”

Se levantó cuando supo que no iba a arreglar el suelo y empezó a enumerar cada una de las cosas que no tenía que hacer.

—Primero, para vivir en mi apartamento, tienes que saber que el señor de al lado me odia—dijo la primera regla.

Reí.

—¿Por qué te odia? —pregunté enarcando una ceja.

—Es algo que no quiero recordar—suspiró—. Regla número dos: No hacer mucho ruido.

Me encogí de hombros.

—Número tres: Melody Whitte viene los domingos, ese día tienes que largarte—ordenó con severidad.

Rodé los ojos y asentí.

—Cuatro—caminó misteriosamente de un lado a otro—, no puedes comprar programas porno.

Hundí mis hombros.

—¡¿Por qué no?! —exclamé.

—¡Eso es asqueroso! —me gritó.

Bufé. Si quería quedarme en el infierno de apartamento que tenía Valerie Ross era mejor aceptar sus reglas. No tenía otra, Gine iba a preguntar muchas cosas sobre Valerie y tenía que convivir con ella tan solo unas semanas.

—Regla número…—chasqueó los dedos—, ¿por cuál iba?

—Eres muy distraída—comenté sonriendo.

Fui a su cocina y preparé café. Era malísimo, joder, que asco. Siempre había sido malo cocinando.

—Yo preparó uno—me dijo haciéndome a un lado.

Después de unos minutos, había preparado dos tazas. Me tendió la mía y ella tomó el suyo y se dirigió a su pequeño balcón.

Me senté a su lado, totalmente confiado.

—¿Sabes? —Murmuré mirando al cielo—, extraño mucho a mis mejores amigos.

—¿Quiénes son ellos? —preguntó con su mirada azul totalmente enfocada en mí.

—Tienen nombres raros—comenté riendo.

—Ya, claro. El tuyo también lo es—acompañó a mi risa.

Rodé mis ojos.

—Haces malos chistes—bromeé.

—Nunca dije que fuera un chiste—se encogió de hombros.

—Por cierto, ¿Cuándo tardará esto de fingir? —preguntó.

—Hum… ¿dos semanas? —confesé no muy seguro.

—Bien, dos semanas—asintió con la cabeza, como animándose a seguir con esto.

—Prometo no hacer nada malo—sonreí entrecerrando los ojos por el sol.

—Esto es muy malo—río.

|Conociéndolo|

Capítulo seis.

Valerie. 

—¿Jeans o vestidos? —preguntó.

Este juego, sin duda era muy raro.

—Vestidos—solté.

—Bonito—comentó.

Reí.

—¿Fútbol o Básquet? —pregunté esta vez yo.

—Básquet—frunció la nariz—. ¿Torta o jugo de mora?

—Me quedó con la torta—contesté—. ¿Malvaviscos o sopa?

Soltó una carcajada.

—Sopa.

Tomé de mi café. Ya había pasado un día. Anoche fue tremendamente espantoso con Zayn Malik.

Se quejó literalmente de todo, “El suelo está frío” ¡Pero si estaba con mantas! “Quiero la luz prendida” ¡Lo estaba! Pero aun así, me había agradado.

—Me gusta esta mañana—comentó—. ¿Irás a la Universidad hoy?

Asentí con la cabeza.

—¿A qué hora es tu clase? —volvió a preguntar.

—A la una—respondí—. ¿Tú irás?

Él asintió.

—Dime… ¿por qué entraste a la Universidad de Arte? —pregunté girándome hacia él.

—Es… genial. No sé cómo explicarlo pero cuando dibujo, me siento libre—explicó.

Suspiré pesadamente.

—Es genial—confirmé.

—¿Por qué elegiste ser doctora? —hizo la misma pregunta que yo.

—Me gusta mucho, salvar a personas, si alguna vez llegó hacerlo me sentiría muy bien—confesé.

—Te entiendo—sonrío de oreja a oreja.

Me levanté y me sacudí, no sé por qué lo hice ya que no estábamos en la playa. Dejé la taza vacía que anteriormente contenía café en la mesita pequeña que tenía en mi balcón blanco.

Escuché los pasos de Zayn siguiéndome a la cocina. Sentí su mirada y no la sentí cuando tomaba pequeños sorbos de café caliente. Lo miré por el rabillo del ojo, su sudadera me gustaba, su cabello completamente despeinado y sus fuertes brazos cruzados, apoyados en su barriga.

La palabra barriga me hizo recordar a pancitas, no la había visto en casi un día.

Miré a Zayn.

—¿Me ayudas a buscar a pancitas? —le pregunté mientras freía huevos.

Él soltó una carcajada, casi atragantándose con su café.

—¿Quién es pancitas? —preguntó.

—Mi gato—respondí hundiéndome de hombros.

¿Realmente pancitas era un nombre tan malo?

—¿Tienes un gato? —preguntó con una sonrisa.

Asentí con la cabeza.

—A Harry le encantan los gatos—comentó pasando su peso de un pie a otro.

—¿Quién es Harry?

—Un amigo—respondió con un suspiro lleno de tristeza.

Me senté en el mesón de mi cocina, tratando de alejarme del sartén.

—¿Me hablas de tus amigos? —pregunté apoyando las manos en el filo del mesón.

Realmente no quería caerme de aquel mesón color beige.

—Ellos son… simplemente geniales—volvió a soltar un suspiro.

—¿Sabes? —Reí—, creo que ya te conozco del todo.

Frunció mucho el ceño.

Lo único que dices es la palabra genial—bromeé.

coffee || z.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora