Oscurecida

168 29 7
                                    


  "La alegría y el dolor no son como el aceite y el agua, sino que coexisten

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

  "La alegría y el dolor no son como el aceite y el agua, sino que coexisten." José Saramago 

OSCURECIDA

Julieta estaba extasiada, segregar tanta adrenalina en un discurso se sentía bien, demasiado bien para alguien que tenía un humor turbio desde que no veía a su amado, desde que el hombre que más le interesaba en este planeta se había exiliado voluntariamente sin querer verla ni escucharla, ¡Maldita sea!, que fácil sería hablar tranquilos para decir adiós a un romance tormentoso y apasionado.

Caminó hacia la mesa de Bruno y cuanto tomó asiento notó que el corpulento hombre a su lado era un compañero de generación del doctor Olivera.

-Él es Andrés Leguizamón, amigo mío, escribano, hace poco alquilamos una oficina para hacer nuestro pequeño buffet notarial y legal.

La muchacha estrechó aquella mano regordeta del hombre que acababan de presentarle, le recordaba en sus tiempos de estudiante cuando comía todo lo que había en la cafetería de la universidad, su estomago prominente le demostraba que aún era un fanático del buen comer, miró los cadáveres vacíos de botellas de cerveza y su mente le aclaró que también era un excelente bebedor.

-Tu eres la ayudante de Sapoll, mi primo me dijo que habían rejuvenecido la catedra de momias parlanchinas.

La chica rio y bebió un poco de cerveza.

-Si, mi amigo Peter y yo estamos ahí, no se si seguiremos el año entrante ya que con el cambio de plan de estudios la materia será de primer año y no se si estoy lista para ver los berrinches de bebés recién salidos de la secundaria.

-Habló la mujer mayor, nos ganará en graduarse, a los veinticinco estará recibida, ¡quien pudiera!

Bromeó Bruno y ella rodó los ojos, solo había tenido suerte y compañeros de estudio responsables, su humildad propia le llamó la atención, aunque sintió el calor de sus mejillas avergonzadas

-A mi me queda un poco más.

Murmuró Úrsula, la novia de Bruno y ella se dio cuenta que tenía veintisiete años como su pareja, hizo un mohín, si su gusto por el cabello quemado mediante tratamientos alisantes era igual que su estudio para ser notaria podrían quedarle algunos años más para graduarse.

-Tiempo al tiempo...

Opinó Julieta y notó como los dos hombres cuchicheaban con avidez mientras la observaban sonrientes.

-Necesitamos una procuradora.

Soltó el hombre regordete y la chica quedó en blanco, ¿una propuesta de trabajo?, ¿en medio de la incipiente madrugada?, ¿en la mesa de un bar?

-Soy estudiante, yo tengo mis horarios fijos de clase, además tengo becas de estudio, no estoy necesitando dinero.

Soltó rápidamente sin siquiera meditarlo, tenía miedo a la vida fuera de facultad, no sabía que mundo existía en los tribunales o bufetes de abogados, su zona de confort eran los libros, la doctrina y las clases aburridas donde ya sabía cómo moverse.

-Julieta es una gran oportunidad, te necesitamos, te servirá mucho para cuando tengas que hacer el consultorio jurídico que es la practica obligatoria que tendrás el año que viene dentro de la universidad.

Estaban tratando de convencerla utilizando sus métodos reservados para esos casos donde la persona dice "no", la sonrisa calculadora típica de estudiante de leyes se asomó en el rostro de Bruno y la joven se sintió una carnada fácil.

-Piénsalo, llevarías medio año de ventaja en los juzgados que el resto de tus compañeros, ¿te recibiste de procuradora en mayo cierto?

La muchacha asintió, se sentía tan tentada como un niño frente a una bolsa repleta de caramelos, pero no quiso demostrarlo.

-Si, dio Derecho Penal, oral, con el Dr. Arzumendi, dicen que desayuna estudiantes crudos y ella pasó el examen sin problemas.

Julieta rodó los ojos, Bruno estaba teniendo el mismo tono meloso que utilizaba su progenitora al hablar de sus logros académicos.

- ¿Y bien?

Presionó Andrés juntando las yemas de sus dedos mientras que la chica bebía el alcohol que había en su vaso.

-Yo no se nada de procuración, de juzgados, de tramites, de nada, no sé nada de nada.

La carcajada sonora de los hombres retumbó en el pequeño bar y Julieta hizo un mohín, no tenía nada de gracioso su comentario.

-No pasa nada, te vamos a enseñar, ¿sabes hacer escritos verdad?, ya cursaste las técnicas forenses donde te enseñan como se redacta cada cosa.

Asintió y se sintió una ilusa, ellos eran solo un par de jóvenes ambiciosos que querían montar un estudio con una ayudante sin ningún tipo de experiencia, podía terminar muy mal...o podría ser una catapulta al éxito, miró hacia el frente y suspiró.

-Yo se escribir, escribo más o menos bien, a veces, a veces no sé si lo hago tan bien.

Bruno rodó los ojos y sonrió.

-Deja la modestia de lado, ¿estás dentro?, solo serán un par de horas por día, máximo cuatro, te daremos libre cuando tengas pruebas de facultad, yo haría la procuración, pero también estoy trabajando en otro estudio y no me dan los tiempos, te necesitamos.

Se encogió de hombros y suspiró, era una gran oferta, podría rechazarla fácilmente como otras que tuvo ya que trabajar y estudiar no era algo que le atrajera, aunque trabajar para Bruno podría ser enriquecedor, el ambiente sería bueno, él siempre estaba positivo y alegre además tenía una camaradería genuina con su amigo y Julieta jamás dudaría de alguien que tiene muy buenos amigos.

-Bueno...yo me lo pienso ¿ok?

Se sintió Rachel de la serie "Suits" mientras los miraba con aire altanero y terminaba su cerveza.

-Piénsalo todo lo que quieras, es como una propuesta de matrimonio, pero donde las partes en verdad ganan.

El hombre regordete respiró agitado de tanto reír y hacer bromas mientras Julieta se quedó un poco más junto a ellos para no retirarse groseramente pero su cabeza daba vueltas, no por el alcohol.

Llegó a casa, se quitó los zapatos, buscó el pijama y tomó su toalla para darse una ducha relajante antes de dormir.

El espejo no reflejaba en su apariencia todas las cosas grandiosas que ocurrieron en tan poco tiempo.

Era una escritora ocasional y redactora de una revista, había dado un discurso grandilocuente, se sentía admirada, apreciada, valorada por sus pares, le habían propuesto trabajo, habían elogiado su inteligencia y sagacidad en la universidad, pero nada de eso se reflejaba en el par de ojos vacíos que miraban su cuerpo desnudo frente al espejo.

Se quitó el broche que recogía su cabello dejando caer los rizos desalineados por el peinado sobre su pálido rostro, era solo una figura delgaducha de pechos pequeños y costillas notorias envueltos en una piel cetrina y sin gracia.

A Sebastian no le gustaban sus rizos, según él no iban con su rostro, a Sebastian no le agradaba su piel delicada y pálida que no combinaba con los días soleados de verano, a Sebastian no le apetecía que fuera tan delgada porque tenía apariencia frágil, a Sebastian no le gustaba su caminar.

Se miró fijamente una vez más y todas esas cosas que su amado alguna vez mencionó se veían en sus ojos tristes, cansados, llorosos, esos que reflejaban su autoestima física rota, resquebrajada por una persona a la que no solamente le brindó su mente y su alma sino también su cuerpo, todo aquello por primera vez, estaba enamorada, es todo lo que quería desde siempre...al menos eso le daba un poco de luz.

-Julieta, no eres todo lo que las personas que viste hoy dijeron, eres un fracaso, un fracaso amoroso y social, te odio.

Murmuró entre dientes y luego abrió el grifo, nunca había sentido su aura tan inquieta y atormentadora. 

La Maestra del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora