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¢αρíтυlσ 5 | мєямαι∂s

     Nueve, cero, seis, cero, cero, el candado se abrió con un suave click dejándome acceder al contenido de mi taquilla, introduje a presión mi toalla, no me iba a molestar en doblarla si la iba a usar después, y saqué mis zapatillas de deporte, ...

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     Nueve, cero, seis, cero, cero, el candado se abrió con un suave click dejándome acceder al contenido de mi taquilla, introduje a presión mi toalla, no me iba a molestar en doblarla si la iba a usar después, y saqué mis zapatillas de deporte, no pude evitar sonreír al ver tres tachuelas clavadas en la suela del que correspondería al pie derecho, recordaba que Kook me había hecho pisarlas para patinar por los pasillos. Eran las típicas Adidas Superstar que él tanto detestaba por ser demasiado "mainstreams", mis dedos recorrieron con gentileza la más pequeña de las tres franjas de uno de los laterales, los recuerdos volvieron a mí como si hubiera presionado un botón de rebobinar.

     — ¡Oppa! ¡Mira mis nuevos zapatos! -exclamé tratando de llamar la atención de Kook, que presionaba frenéticamente los botones de su PS4, la cual se había encargado de restregarme durante días ya que, según él, era el primer niño del mundo en probarla porque el lanzamiento de aquella consola era a finales del año siguiente.

     — No me llames así, no eres asiática y da vergüenza ajena -el pelinegro hizo una mueca de desagrado dejando ver sus brackets semitransparentes.

     — ¿No son geniales? Además estilizan mi figura -mi autoestima apenas duró dos segundos en pie cuando el pelinegro dejó caer la consola y comenzó a reírse a carcajadas, obviamente de mí, no conmigo.

     — ¿Figura? ¿Qué figura? ¡Tienes doce años, estás tan plana que parece que tienes dos espaldas!

     Al recordar esas palabras comencé a reírme para mis adentros aún contemplando mis zapatos, una voz tan irritante como unas uñas arañando una pizarra me sacó de mis pensamientos, mi querida —nótese el sarcasmo— Gina Riverton, había hecho su entrada al vestuario vociferando como de costumbre, preparando el terreno para echar su sutil veneno sobre alguna pobre chica desafortunada. No obstante, antes de que pudiera plantearme ignorar sus palabras, dijo algo llamó mi atención.

     — ¿Os habéis enterado? ¡Han despedido al señor Dickens! —anunció haciendo que todas las chicas que nos encontrábamos en el voluntario concentraran su atención en la rubia de piel bronceada

     — Uy, ¿y eso? -cuestionó alguien con curiosidad.

     — Esa es la parte más interesante, ¿recordáis los moratones de...?

     Por alguna razón tuve un mal presentimiento. Un mal presentimiento que se hizo realidad.

     Primero cayó una gota, justo en la punta de mi nariz, luego de esta se sucedieron muchas más, y en un abrir me encontraba sola en el vestuario, oyendo en la lejanía, gritos tanto femeninos como masculinos ahogados por una alarma de incendios que zumbaba con intensidad en todos y cada uno de los rincones del instituto.

     Había sido él.

     Había sido él

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Mermaids. «JM vs JK»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora