Luis
Octubre 2018
Llevaba un rato analizando ruidos. Era curioso que siendo un apasionado de la música nunca hubiese reparado detenidamente a los sonidos cotidianos que llegaban a mis oídos de forma rutinaria. Una alarma que odiaba, bocinas de coches acompañadas de frenazos que creaban una especie de nudo en mi estómago, pájaros cantando cerca de mi ventana...pero sin lugar a dudas el sonido que había impulsado a reparar en todos estos ruidos, el único que no me generaba ni un gramo de angustia, porque sí, la angustia pesa; era esa voz. Llevaba aproximadamente una semana escuchando todas las mañanas y alguna que otra tarde ese hilo de voz de mujer. A veces parecía de una niña pero había terminado convenciéndome que era imposible que lo fuera. Esa garra, esa madurez al cantar solo podía salir de un cuerpo que había pasado la adolescencia por lo menos, aunque la dulzura que salía de esas ondas sonoras me confundiera a veces.
Puta. Llevaba más de media hora mirando el techo de mi habitación. Para rutina la que yo tenía con llegar tarde a trabajar. Entre la relación tan estrecha que tenía con mi cama, que era la única que realmente me entendía y me llenaba desde hacía meses, y esa voz que me dejaba la mente casi atrofiada por las mañanas no había día que no llegara diez minutos tarde a trabajar. Desde hacía una semana casi veinte.
-Buenos días gentuciña – saludé al equipo que coordinaba en Acnur Madrid desde hacía unos meses.
-Oye jefe, podemos retrasar la hora de entrada a las 09:30, por eso de que lleguemos todos a la vez digo – bromeó Marta, una de las componentes de mi equipo.
Todos reímos, yo era el coordinador pero en aquel grupo de personas solo había eso, personas. Sin jerarquías. O al menos eso intentaba demostrar.
Llegué a casa cansado aunque no tanto como solía llegar cuando era captador. Ahora casi no salía a la calle, lo echaba de menos pero también agradecía el horario más flexible que tenía para poder llegar a casa y tener un rato para meter mis dedos entre esas cuerdas que tantos anhelos movían. Y ahí estaba otra vez, casi acompañando la melodía que yo iba improvisando fruto de una conexión que parecía imposible que fuera real. Su agudo me sacó de ese mundo al que al parecer habíamos entrado juntos sin ni siquiera darnos cuenta ni conocernos. Paré, escuché atentamente cómo no desafinaba ni una nota. Paró. Y me di cuenta que el único desasosiego que me producía esa voz era dejar de escucharla.
Por fin era sábado, aprovecharía para hacer la compra y tomar unas cañas con Pablo antes de comer. Sabía que querría convencerme para cantar con él esa noche en Fulanita de Tal pero a mí me apetecía más una tarde de sofá, Netflix, guitarra y si tenía suerte una voz especial de invitada a través de mi ventana. Mi vecina me sacó de mis pensamientos de repente.
-Buenos días, Luis, guapo.
-Buenos días Rosa, ¿cómo estás? – le contesté con la misma simpatía con la que ella me trataba siempre, aunque tuviera un mal día.
-Muy bien mi chico, oye, ¿has conocido a la nueva vecina? Que Manuel ya ha vuelto a alquilar su piso – me informó.
-Ah, pues no, no la he visto – contesté pensativo mientras ataba cabos.
-Pues debe ser famosa, una de estas chavalitas que salió en Operación Triunfo hace meses, yo lo vi alguna noche pero a ella no la sitúo, se llama Aitana.
-Ah sí, me suena, vi alguna gala que otra, creo que tenía bonita voz – dije intentado camuflar todas las vueltas que estaba dando mi cerebro a una cantidad inusual de información.
-Pues es muy simpática, yo me la crucé ayer y fue muy agradable, si la ves dale una bienvenida cálida, aunque sé que lo harás que tú eres muy bueno – me dijo con orgullo como si fuera su nieto.
-Lo haré – contesté mientras llamaba al ascensor y Rosa peleaba con sus llaves para que entraran en la cerradura. Lo haría, no porque fuera famosa que eso le importaba poco, sino porque es lo que cualquier vecino nuevo merecía y más con aquella voz que le tenía atrapado.
La tarde del sábado transcurrió tal y como la tenía planeada en la mente. Sofá, guitarra y pensamientos sobre aquella chica que hacía más de un año le cautivó con su voz en la fase de grupos del casting de Operación Triunfo y que ahora resultaba ser famosa y su vecina. También me imaginé cómo hubiese sido todo de haber llegado al casting final y entrar después a aquella academia que alguna vez vi a través de la televisión. También fantaseé con la relación de amistad que se podría haber creado con aquella niña de 18 años que me decía que el del fondo de pantalla de su móvil era solo un amigo. Y entre fantasía y fantasía me quedé dormido, acompañando mis sueños con la voz que revolucionaba el país y parte del mundo pero que a mí me había revolucionado sin siquiera saber de quién provenía.
ESTÁS LEYENDO
Quise Llamarte | Aiteda
RomanceAitana, segunda finalista de Operación Triunfo 2017 se muda a Madrid para poder llevar su carrera musical, recién despegada, de forma más sencilla. Luis, un empleado de Acnur amante de la música se quedó a las puertas de entrar en dicho formato, por...