Benditos momentos

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Aitana

Noviembre 2018

Había pasado más de una semana desde aquella fría noche que de fría tuvo poco. Yo solo podía pensar en la propuesta de que fuera a su casa una tarde a cantar y tocar la guitarra, pero habíamos quedado en que me tocaría él el timbre, yo con aquella vez ya había tenido suficiente. Me di cuenta de que mis fantasías se quedarían en eso y que probablemente me lo propuso por ser amable. Tenía que ir a Universal a un par de reuniones y a trabajar en unas cosas del disco así que por lo menos iba a poder despejar la mente. Me recogió un coche con los cristales tintados y entonces lo vi salir del portal. Como una tonta empecé a sacudir la mano, él miró pero no hizo nada. Caí en que no me podía ver, maldije las ventanillas oscuras y me morí de vergüenza durante unos segundos. ¿Qué coño me pasaba?

Luis

Noviembre 2018

Bajé corriendo, ya llegaba unos diez minutos tarde al trabajo. Salí del portal y me quedé embobado con un cochazo que había en la puerta. Pensé en que podía ser para ella, o quizás mi obsesión no me dejaba pensar con claridad y simplemente el coche pasaba por allí.

Otro día más en la rutina diaria de trabajo. Me llenaba bastante, no tanto como la música pero sí más que cualquier trabajo como ingeniero de diseño industrial. Aunque como ingeniero pudiese ganar más, mucho más, eso me daba igual, solo necesitaba dedicarme a cosas que me llenaran de verdad.

Al terminar de preparar la cena escuché su voz. Hacía un par de días que no la oía y ya me empezaba a sentir un tanto inquieto por la idea de que se hubiese ido de viaje. Impulsado por una locura que llevaba días invadiendo mi cabeza salí y toqué su timbre.

-Holi – dije con voz menos seria de lo normal.

-Hombre Luis, ¿qué tal todo? – me contestó divertida por mi 'holi' al parecer.

-Muy bien, que nada, que hoy ya es tarde y mañana es jueves así que madrugo pero venía a proponerte el plan del que hablamos el otro día para este viernes que salgo de trabajar a las 14:00 y tengo la tarde libre. Aunque imagino que siendo viernes tú tendrás planes. Puede ser el fin de semana también, cuando tú quieras y tengas libre vaya – las palabras se iban atropellando entre sí y el tío tranquilo y serio que a veces era desapareció dejando paso al chico inseguro que llevaba dentro.

-Por mí genial, el viernes me va estupendo, si quieres venir a mi casa a comer, aunque ya te digo que yo como cocinera dejo mucho que desear – se sinceró.

-Podemos pedir algo a domicilio, así no tengo que cocinar cuando vuelva del trabajo e imagino que tú también andarás liada.

-Sí, tengo un par de reuniones en la discográfica por la mañana. ¿Pizza? ¿Hamburguesa? – sugirió ella.

-Pizza va bien, ¿jamón y queso?

-Prefiero barbacoa, pero podemos pedir mitad y mitad en el Domino's.

-Vale, entre que la tortilla te gusta con cebolla y eres de pizza barbacoa creo que voy a pedir un cambio de vecina – bromeé.

-Oye chaval, que la pizza barbacoa es la mejor, el viernes no te voy a dejar ni un trocito de mi parte eh.

-Ya veremos si te comes media familiar entera – dije convencido al ver el cuerpo menudo que tenía delante.

-Oye que yo como muchísimo y más si es comida basura.

-Ah, me gusta, me gusta – realmente me gustaba, que comiera mucho y ella en general.

-Pues ya me encargaré yo de pedirlas que imagino que llegaré antes de las 14:00 a casa.

-Genial, hasta el viernes entonces, Aitana – me despedí.

-Oye, Luis, dame tu número de móvil por si acaso.

Intercambiamos teléfonos y yo retrocedí unos pasos hasta llegar a mi puerta. Nos despedimos, hicimos un par de bromas más, nos reímos y cerré la puerta con una sonrisa tonta en la cara. Hacía tanto que no me arrancaban de estas que tenía ganas de más, de verla a todas horas, de compartir cada ratito libre que tuviera en mi día a día. Bendito Manuel y bendito el día que decidió alquilarle su piso. Bendita su voz. Bendita su risa. Bendita su luz, como la canción de Maná. Bendita ella.

Aitana

Noviembre 2018

Algo había en aquella relación que me hacía sentirme bien. Muy bien. Él era bueno, serio e intenso y un bromista nato a la vez. De repente me hacía sentirme intimidada, al segundo sentía que yo tenía el control absoluto de la situación y él solo se dejaba llevar por mí y al próximo estallábamos en una carcajada juntos. Me daba una seguridad que no había conseguido prácticamente nadie antes. Sus ojos me transmitían humildad y aunque me quedaba muchísimo por conocer de él tenía la sensación de que congeniábamos a la perfección. Dos piecitas inseguras que juntas se hacen más fuertes y comienzan a realzar todo lo bueno de cada uno, en fila, sin parar, porque teníamos incontables cosas buenas los dos.

Aquel jueves pasó lentísimo, mi ansia porque llegara el viernes me empezaba a dar miedo. Por la mañana del viernes tuve que volver a Universal a grabar unas voces de una de mis canciones para el disco pero para las 11:00 ya había terminado y quedé con Ana para tomar un café.

-Oye, ¿tú sabes quién es Luis Cepeda? De los castings – pregunté sin rodeos una vez nos habíamos sentado en la mesa de una pequeña cafetería malasañera sin gente.

- Sí, claro, si me llevaba genial con él en los castings.

-¿En serio? Es que es mi vecino, nos llevamos muy bien, de hecho hemos quedado hoy para comer – dije intentando normalizar algo que en mi cabeza estaba de todo menos normalizado.

-¿Qué dices? Ay pues dale recuerdos de mi parte y un día quedamos los tres – propuso y se quedó unos segundos pensativa antes de continuar – oye pero eso de quedar con tu vecino, ¿cómo así?

-Sin más, un día que se estropeó la calefacción me invitó a su casa a cenar porque la tenía caliente por no sé qué sistema y estuvimos a gusto.

-A gusto en plan amigos, a gusto en plan la semana que viene me lo tiro, ¿o qué?

-Ay Ana qué burra, a gusto amigos, yo qué sé.

-Ya, claro, amor – contestó con tono jocoso.

Llegué sobre la 13:00 a mi apartamento y pedí la pizza familiar mitad barbacoa mitad jamón y queso a domicilio y me fui a la ducha. A las 14:15 sonó por segunda vez el timbre, la pizza ya había llegado por lo que supuse que se trataba de Luis.

Comimos, reímos, nos cambiamos a su apartamento para poder tocar el piano y la guitarra mientras cantamos juntos alguna canción. Pasaron las horas volando. Sobre las 18:30 sonó su móvil y al colgar la llamada me miró con cara de preocupación.

-Joder, no me acordaba que había quedado a las 20:00 para tocar con un amigo en un local de Chueca. Lo siento muchísimo pero no le puedo dejar tirado – se disculpó.

-Ah no te preocupes, no hay problema.

-A no ser que quieras venir.

-Bueno, estaría guay pero que vaya yo puede suponer un revuelo que no me gustaría crear, por vosotros digo – confesé.

-Te puedes quedar en un lateral del escenario en vez de en el público, se ve bien y nadie te vería, además que siempre solemos entrar por el almacén, pero como quieras – insistió.

-La verdad es que me encantaría. 

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