Y tardes de domingo

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Luis

Diciembre 2018

Ya era mediodía y no había dado señales de vida. Yo pensé inmediatamente que se había arrepentido de aquel beso, quizás se había asustado. Pero me lo había dado ella. Mi cabeza funcionaba más rápido de lo normal y todas las ideas, hasta las más descabelladas, tenían sentido. 'Tiene novio' 'Odia el compromiso' 'Es inaccesible emocionalmente' 'No le gusto suficiente' 'Soy muy mayor para ella'... Y no se me ocurrió la más simple, la real, la de verdad.

Aitana

Diciembre 2018

Me levanté de la cama como pude a las 13:45 después de una de las peores noches de mi vida. Vale, estaba exagerando, pero el dolor de cabeza, la fiebre y el mal cuerpo no me habían dejado descansar nada bien. Me puse el termómetro tal y como ya había hecho a las 4 de la mañana. 38,5ºC. Me volví a tumbar en la cama y por fin tuve suficiente fuerza en mis brazos para estirarlos y coger el móvil. Vaya. No me había escrito nada.

Luis

Diciembre 2018

A tomar por culo. Ella tuvo los ovarios de acercarse y besarme. Le hablo.

L: Buenos días!! Bueno o tardes, no sé muy bien qué se dice a las casi 14:00 del mediodía

A: Para mí días y de buenos nada...estoy malísima con fiebre

Añadió el emoticono verde con ganas de vomitar

L: Qué dices!? Joder qué putada, necesitas algo?

A: La verdad es que no tengo ningún medicamento en casa, si tienes algo te lo agradecería de por vida

L: Qué te pasa exactamente?

A: Me duele la garganta al tragar, la cabeza y fiebre

L: Pinta a anginas

A: Sí Dr. Cepeda?

L: Jajajaja no, en serio, que a mí siempre me pasa algo ya tengo experiencia

A: Yo en anginas también soy bastante experta y sí, tiene toda la pinta

L: Pues lo suyo es tomar antibiótico pero necesitas receta del médico

L: Te llevo ibuprofeno que te quitará bastante el dolor

A: Gracias Luis

Tardé aproximadamente 5 minutos en vestirme, arreglarme un poco el pelo, organizar la cocina y tocarle el timbre. Me abrió en pijama, con sus gafas puestas y el flequillo desaliñado. ¿Cómo podía verle tan guapa aun estando enferma?

-Jo, gracias, pasa – dijo con una vocecilla de niña pequeña.

-No es nada, para eso estamos los vecinos – dije vacilón recordando la última conversación que tuvimos. Ella esbozó una pequeña sonrisa, no tenía fuerzas para mucho más.

-Bueno te dejo esto por aquí, come algo y tómate uno cuanto antes, tengo que volver a casa.

-Ah, vale, muchas gracias de verdad – noté desilusión en su voz y no pude evitar pensar que era porque quería que me quedara.

-No es nada – salí.

Aitana

Diciembre 2018

Me había sentido un poco ridícula invitándole a pasar cuando él solo tenía intención de entregarme la maldita caja de ibuprofenos. 'Aitana solo os disteis un beso, no os vais a casar ni jurar amor eterno' pensé. El timbre me asustó y las ganas para levantarme del sofá eran inexistentes. Abrí y mi cara cambió por completo. Incluso ya no parecía que estuviera enferma prácticamente.

-A ver, te traigo agua tibia con sal para hacer gárgaras. También suele venir bien hacerlo con miel pero no tenía en casa. He hecho una sopa que creo que me ha salido bastante decente, te puede entrar muy bien, a mí es lo único que me suele apetecer cuando estoy así – escupió de carrerilla Luis.

-Pero, pero – fue lo único que me salió decir.

-¿Me dejas pasar? Esta vez sí que me urge un poco más, que la cazuela todavía quema.

-¡Ay! Sí, sí, perdón, pasa – reí mientras flipaba con aquel hombre que tenía delante.

Me preparó leche con miel, sirvió sopa en dos cuencos y lo puso todo en una bandeja. Yo me hallaba medio muerta en el sofá mientras le observaba con sorpresa y un poquito de amor. Esto último era por mi condición, que el estar enfermo siempre nos ablanda. O no. Lo trajo todo a la mesa de la sala y yo por fin conseguí salir de mi asombro.

-Oye Luis no hacía falta, de verdad, pero muchísimas gracias, me has salvado literalmente la vida.

-No creo que te fueras a morir por unas anginas Aitana – bromeó.

-Esta noche realmente he pensado que podía ser posible y más teniendo a mis padres a más de 600 kilómetros. Dentro de la academia era cuando más los echaba de menos y desde que vivo en Madrid pues igual.

-Cuéntame cosas de la academia, no lo vi porque ni tenía tiempo ni me apetecía demasiado recordar que no había entrado pero siempre he tenido curiosidad de saber cómo hubiese sido la experiencia.

Se lo conté todo, absolutamente todo. Las clases de los Javis, las horas en la sala del piano o en el box, todos los secretos que guardamos en las habitaciones, las clases con Capde que era como un segundo padre para mí, las risas con Manu, las broncas de Noe, mis 15 hermanos, la firma en Valencia, las noches de juegos en el salón, la salida por Navidad, la vuelta, los reencuentros, mis bajones, mis ataques de ansiedad, mi felicidad allí dentro mezclada con la angustia de lo que estaría pasando fuera...todo. Él escuchaba fascinado, no sabía si por lo que contaba o por cómo lo contaba.

Seguí contándole todo lo de fuera, la gira, los conciertos, el single, las entrevistas, los paparazzis, todo lo bueno y todo lo malo. De repente me quedé en silencio reflexionando.

-¿Qué pasa? – preguntó.

-Nada, que acabo de caer en que me encuentro muchísimo mejor – dije como si de un milagro se tratara.

-Joder qué susto me has dado – rio relajándose de nuevo.

-Oye Luis, muchísimas gracias por todo, no sé cómo agradecértelo.

-Yo sí lo sé – se acercó y me besó.

Y lo que podría haber sido un beso asqueroso, con sabor a fiebre y malestar, fue un beso lleno de secretos contados, miedos confesados y complejos descubiertos. Sabíamos que los dos éramos inseguros, sabíamos que el otro nos hacía sentir seguros, sabíamos que todas nuestras inseguridades mezcladas hacían de aquello una de las situaciones más cómodas que habíamos vivido jamás ambos. Eran besos con sabor a hogar, besos suaves seguidos de besos con ganas de darlo todo. Mi pulsó se aceleró y las ganas de ir a mi habitación se desbordaban por mi cuerpo aunque mi fuerza todavía flaqueara. Me levanté y le agarré de la mano en dirección a mi habitación. Quizás por levantarme de forma brusca o porque mi cuerpo no estaba al 100% me mareé un poco.

-Oye, oye, que yo también quiero pero tienes casi 39ºC de fiebre, quizás no es el mejor día para sudar y que te suba aún más – me dijo con un tono relajado, como de broma, pero totalmente en serio.

-Es que pensaba que estaba mejor pero todavía me siento un poco débil.

-Pues lo más normal cuando uno tiene anginas. No hay ninguna prisa Aitana.

-Vale – me relajé y le besé.

Él me devolvió el beso, bajamos la intensidad volviendo a los besos lentos y suaves del principio.

Pasamos toda la tarde y parte de la noche de aquel domingo en el sofá, con dos mantas y la segunda temporada de Stranger Things en Netflix. A ratos la veíamos pero en muchos momentos perdíamos toda la atención de la pantalla para ponerla en los ojos del otro, era extraño como a veces unos ojos podían contar más que unas imágenes con sonido y un guión detrás. Seguimos contándonos mil cosas, él me habló de Galicia, de su hermana, de sus padres, de cómo creció sin televisión y sacó recuerdos que había escondido en su jaula para entregárselos a sus letras pero a nadie más. Hasta entonces, que me los entregaba a mí para que yo cuidara de ellos. De él. Y él de mí. Y así aprender a cuidarnos a nosotros mismos.

Comenzó a llover en Madrid. 

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