La puerta al infierno/La pesadilla de Constance Robinson

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LA PESADILLA DE CONSTANCE ROBINSON

Constance Robinson se despertó empapada en sudor. Había tenido una atroz pesadilla. Lo que más le había preocupado es que era un sueño recurrente. Ya era la tercera vez que lo sufría. Aunque no lo había tenido durante varios días seguidos. La vez anterior había sido algo más de una semana.

Había soñado que en el centro del suelo de la catedral londinense de San Pablo se abría de repente un enorme agujero de forma redondeada, del que enseguida empezaron a salir monstruosos demonios. Era como una puerta al infierno. Los demonios siempre habían estado ahí, a miles de kilómetros bajo el subsuelo, y tan sólo esperaban una oportunidad para escapar de su encierro y aterrorizar y masacrar a los humanos.

Constance se levantó de la cama y miró la hora que era en su moderno smarphone. A continuación se pasó la mano por la frente para limpiarse el sudor frío.

En ese momento no quería ni podía volver a dormirse. Temía volver a soñar lo mismo, que el sueño continuara. Mientras encendía la luz de su dormitorio y se dirigía al cuarto de baño para lavarse la cara, pensaba que ese extraño y terrorífico sueño recurrente no podía ser una casualidad. Sin duda era un aviso. Ella no era una chica normal y corriente aunque pudiera parecerlo a simple vista. La esbelta y bella Constance tenía una gran capacidad de videncia. Un don divino que ella detestaba con toda su alma; pero contra el que no podía hacer nada. Era genético. Una bisabuela suya también lo había tenido; o sufrido, según se mire, y ese poder o capacidad se había saltado dos generaciones para recaer de nuevo en ella.

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