El arranca corazones

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I.

Vivimos en una pequeña finca, muchos kilómetros lejos del bullicio de la ciudad. Vivimos en paz y armonía, rodeados del silencio tranquilizador del campo. Desafortunadamente, las cosas han cambiado. Las ciudades están cada vez más invivibles, y las medidas que han hecho las administraciones públicas para combatir la inseguridad, han trasladado la inseguridad a lugares alejados como mi hogar.

Cada noche los ladrones, se llevan animales, cosechas, y lo peor del caso, es que no podemos andar por fuera hasta después de las 7 de la noche, o seguramente lo lamentaremos. Han envenenado a mis perros y nos tienen doblegados, temerosos e incapaces de hacer algo. Las políticas para combatir la delincuencia, sin lugar a dudas son insuficientes.

Mi padre desesperado e impotente trato de defender a su familia, consiguió una escopeta, pero como se dice literalmente el tiro le salió por la culata. Fue golpeado, y atado en un palo, simulando un espantapájaros. Nosotros fuimos incapaces de ayudarlo, porque los delincuentes nos ataron en nuestra propia casa, y para añadir la perversión de la humanidad, nos golpearon, lastimaron y encima de todo nos robaron objetos valiosos; computadores, televisores, equipos de sonido, etcétera. Vi como ultrajaron a mi padre, a mi madre, a mi hermana, vi como quemaron nuestras cosechas y degollaron nuestro ganado.

Mi hermana y mi madre, pasaron varios días hospitalizadas, recibiendo atención médica y psicológica, yo fui dado de alta al otro día, pues mis lesiones no eran graves. Mi padre se llevó la peor parte: tuvo múltiples fracturas en costillas y brazos, hemorragias internas y una arteria se reventó en su cabeza, todo lo anterior lo llevo finalmente a la muerte.

Yo estaba abatido, adolorido, desecho, y en mi cabeza solo crecía un sentimiento, uno que siempre es común tener cuando suceden cosas así; yo estaba sediento de venganza, no me importaba cuantos hombres fueran, ni lo peligrosos que pudieran ser, tan solo quería hacerlos sufrir hasta que mueran. El problema de todo esto, es que puedes desear vengarte con todas tus fuerzas, pero pasar del deseo al hecho, es muy difícil, es un largo camino de transitar y una vez que lo pases, tal vez no encuentres retorno y tu alma se pierda.

II.

Mi difunto abuelo solía decir que existen muchos espíritus malos, que solo buscan un cascaron donde puedan habitar y ser terriblemente malos. Nunca entendí esa frase, hasta ese día, cuando rebuscando en sus cosas viejas, encontré una hoja de papel, en ella hablaba de crear recipientes para espíritus que harán lo que les órdenes. La idea se incrustó en mi cabeza y a pesar de que en la hoja no estaban consignados muchos detalles, existía el internet. Y ya sabes cómo es esto: escribes en el buscador una palabra clave, obtienes información y cada vez que especificas la búsqueda, te acercas a lo que buscas. Si eres paciente y un buen investigador, encontrarás lo que estás buscando.

El ritual era fácil, primero había que escoger ropa, no importaba si fuera usada o nueva, y la talla dependía de que tan grande quieras tu monstruo. El siguiente paso, consistía en rellenar la ropa de aserrín o paja, colocarle una máscara, guantes y zapatos, también rellenarlos; además había que ponerle un corazón de algún animal (Yo escogí el de mi perro, la última víctima de esos malditos) y hacer una donación de sangre, preferiblemente propia. Finalmente lo puse en el palo, donde habían puesto a mi padre; recordé la aterradora escena y, si a mí me dio miedo, ese miedo lo iba a trasmitir a esos delincuentes. Recite un ritual, el cual llamaba a un espíritu a tomar posesión del muñeco, al principio no pasó nada, me asegure de hacer el ritual paso por paso como lo había encontrado en internet. No obstante nada pasaba, yo me sentía cada vez más idiota, por querer creer en una fantasía para niños.

Un fuerte aguacero cayó sobre mi casa. Las gotas chocaban con gran fuerza contra el cristal, temí que pronto los vidrios se hagan añicos. Antes de dormir recite el ritual nuevamente y un rayo se estrelló contra el espantapájaros. Al principio no pasó nada, pero luego pude ver como ese espantapájaros, regreso su mirada hacia mí, pensé que no pude tomar una máscara más aterradora, era blanca, su nariz era puntuda, en sus cuencas oculares habían dos círculos negros y su boca permanecía en una inquietante risa macabra, levantó su brazo derecho y un gran cuervo se posó en él. Después desapareció.

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