Capítulo 8

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Narra Gaia

La alarma volvió a sonar nuevamente. Otro día sin poder quedarme entre las sábanas durmiendo hasta las diez… comienza.

– ¿En el equipo? ¡Vaya, Gaia! ¡Eso es genial! – exclamaron mis amigos al contarles de que estaba en un nuevo equipo de otro colegio.
– Y la Academia Bullworth… ¡Wow! – habló Alex seguido un abrazo tierno.

Sonó el timbre y como rutina nos despedimos para arrastrarnos como gusanos a nuestros salones y entrar de mala gana para sentarnos en un pedazo de madera, para oír a un aburrido y molesto oso de las montañas hablar sin parar intentando explicarnos algo que se llamaba… ah, sí, historia.

Estaba a punto de dormirme sobre el brazo de mi compañero de banco, Daniel, cuando el profesor mencionó mi nombre. Me senté inmediatamente en una posición correcta arreglando algunos mechones de cabello para re acomodarlos, haciendo reír a algunos de los compañeros que se encontraban alrededor.

– ¿Gaia? Puedes salir del salón. – dijo el oso de la montaña, digo, profesor, dejando el papel de permiso sobre el escritorio.
Miré al profesor y luego a Ian que me esperaba de pie junto a la puerta, con las manos entrelazadas detrás de la espalda y con una sonrisa traviesa. – Gaia…– volvió a hablar en maestro.
– Ah, sí, claro. – dije despertándome y sacudiendo un poco la cabeza, volviendo hacer reír al salón. No me había percatado de que aún seguía sentada. Me puse de pie y salí junto a Ian.

Una vez fuera del aula, Ian y yo caminamos algunos metros lejos de la puerta para no interrumpir la lección de historia.
– ¿Se va a volver una costumbre que me saques del salón? Porque si es así…– dije riendo un poco.
– Sí, o sea, no, lo siento. – sonrió y luego prosiguió. – Me gustaría que conocieras a alguno de los chicos y chicas que jugaran contigo en el campeonato. Nos reuniremos en mi casa y quería saber si te gustaría venir.
– Sí, claro. ¿A qué hora?
– A la una y media.
– Tengo clases a esa hora… lo siento. – dije disminuyendo mi sonrisa disimuladamente.
Ian rió y me miró por algunos segundos.
– ¿Qué? – dije incomodándome por el silencio y su mirada sobre mí.
– Tenías clases. – dijo recalcando la palabra “tenía”. –Ya les entregué tu permiso a la secretaria y a tu profesor de esa hora.   
– ¿Sabes? Me caes bien. – dije riendo por su iniciativa a hacer las cosas por mí. – Aunque debo confesar que es un poco acosador.
Ian rió y luego volvió el silencio y sus ojos mirando los ojos.
– Ahora debo irme. Pero vendré por ti para ir a mi casa.
– ¿Tienes licencia? – pregunté asombrada ya que él había mencionado que tenía diez y siete.
– No, pero en un pueblo tan pequeño no habrá ningún policía que pregunte por ella. – dijo alejándose. Me saludo con la mano y luego me guiñó un ojo.

Con respecto al campeonato, habría dos equipos para ese día jugando para la academia. El equipo B, que era para los chicos de trece a quince años y el equipo A que era el grupo en donde jugaban los chicos de diez y seis a diez y nueve años. Claramente yo jugaría en el B. Ian jugaría en el A.

Primero pensé en llamar a papá para pedir permiso para poder ir a casa de Ian, pero luego recordé que él seguía enojado conmigo, estaba castigada y no tenía celular así que entre al aula y algunos minutos después sonó la campana para salir al recreo.

– ¡Alex! – exclamé cuando lo vi atravesar el pasillo para ir hacia la cafetería.
– ¡Hola! – dijo recostándose en los casilleros que se encontraban junto al mío.
– ¿Podrías prestarme tu celular?
Me miró por algunos segundos sospechosamente y luego me lo tendió sonriendo.
– ¡Gracias! Haré una llamada muy rápida y te lo devuelvo en seguida. – dije alejándome un poco para poder hablar con mi madre mientras que él movía la mano como ademán de que no importaba.

Por suerte mi madre accedió y acompañé a Alex a comprar algo de comer mientras esperaba que se pasara rápido la mañana para poder irme a casa de Ian.

Después de quince minutos de receso volvió a sonar el timbre y regresé a clases, pero por suerte, esta vez me tocaba la clase junto a Alex así que me acompañó en el aburrimiento.

– ¡Es suficiente! ¡Ustedes dos se me separan en este momento! ¡Gaia, siéntate junto a tu compañero! – dijo la profesora exhausta señalando el otro lado del salón. Había que admitir que Alex y yo en un mismo salón y mucho menos sentados a la par no éramos una buena combinación.

Me levanté y fui a sentarme al lado de Samuel. Alex me saludó con una carita triste y yo reí. Algunos segundos después me llegó un papelito hecho bolita con algo escrito:
“A q’ hora te vas? :(“  Miré en dirección a Alex que hacía ademán de llorar. Yo reí y le mostré el dedo índice queriéndole decir que a la una.
Infinitas horas después el timbre volvió a sonar y todos salimos corriendo del aula para ir a almorzar.

– ¿Harás la tarea de matemática conmigo? –   Preguntó Alex poniendo cara de niñito tierno fingiendo ser un ángel.
– Sí, pero hoy no puedo. ¿Mañana?
Él afirmó con la cabeza y nos despedimos.

Cuando llegué al parqueo del colegio, estaba Ian esperándome en la entrada con unos jeans y una camisa perfectamente blanca. No entiendo como algo tan simple lo hace lucir tan sexy.  
Se puso de pie y vino a saludarme para luego dirigirnos a su Mazda 3 negro en perfecto estado.

Llegamos bastante rápido. Su casa estaba situada en un condominio bellísimo a unos diez minutos del colegio en auto. Bajamos y sus amigos ya habían llegado a su casa.

Después de que él me presentara con todos, fuimos a su patio trasero a sentarnos en el césped ya que era un hermoso día. Hablamos un poco de los días de entrenamiento y la organización de su academia. Hacía mucho calor, así que me senté al lado de la piscina para poder tocar el agua con  la punta de los dedos de la mano de vez en cuando.

Todos los chicos eran super agradables con la pequeña acepción de una chica llamada Gloria. No le quitaba las manos de encima a Ian que se notaba algo molesto (pero sabía disimularlo bien), y si quiera se dignó a dedicarme una pequeñísima sonrisa o mirarme por un segundo con una cara que no pareciera que me iba a vomitar encima.

– ¿Sabes? Tienes un cabello increíble. Es perfecto. – dijo una chica llamada Naomi.
Todos nos pusimos de pie ya que pensamos en ir a comer algo. Yo estaba a punto de comenzar a caminar tratando de moverme rápido ya que me encontraba en el borde de la piscina. Sacudí un poco mis pantalones para retirar el césped de él y luego entré con lo demás al comedor.

–Ok, chicos, no se esperen mucho ya que no sé cocinar. Hice hamburguesas. – dijo Ian riendo y poniendo los ingredientes en la mesa para que cada uno le pusiera lo que quisiera.
La conversación en la mesa fue animada y graciosa. De vez en cuando alguien se atragantaba con la bebida o lloraba de la risa.
Algunas horas después, los veinte chicos comenzaron a irse hasta que quedaron solo unos cuantos: Naomi, Johana, Glory, Gabriel y Christian.

Debido al calor de había hecho todo el día ya estaba comenzando a llover y me percaté que mis llaves se había caído así que salí al patio a buscarlas. Luego de algunos segundos las vi en el borde de la piscina entonces que me acerqué para recogerlas. Ya iniciaba a llover un poco más fuerte así que las junté rápido pero cuando me puse de pie Glory estaba en frente mío y no me dejaba avanzar.

–No sé el por qué pero me resultas increíblemente molesta… Las personas como tú son algo… fastidiosas. – dijo dando un paso hacia adelanta, haciéndome retroceder a mí, olvidando yo que me encontraba en el borde de una piscina.
Caí al agua de espaldas, llevándome un tremendo golpe contra la capa de líquido en el impacto. Cuando quité el agua de mi cara pude observar como Ian le reclamaba molesto a Glory mientras que Gabriel me tendía una mano para ayudarme a salir del agua.

* Hola. Creo que suspenderé la novela. Casi nadie la está leyendo o comentando, si quiera votando, y es una poco deprimente, jaja. Pero por el momento, sigan leyendo las que me siguen con la nove. Aquí empieza la acción, lo prometo. <3 *

Happily Segunda TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora