–No quiero presionar, pero, ¿ya has pensado lo de esta mañana? – preguntó Ian.
Estábamos caminando hacia mi casa, pero se notaba que ninguno de los dos quería llegar así que todo el recorrido caminamos dos veces más lento de lo que podríamos haber caminado.
Con respecto a la pregunta de Ian, no había nada que pensar, desde el mismo instante en que lo mencionó, ya estaba todo claro dentro de mi cabeza, quería ir a ese juego, y eso mismo haría.
–Estoy dentro. – le dije y sonreí. Él me sonrió de vuelta y luego me dio su jacket negra.
–Ponte esto, hace frío. – dijo Ian.
Unos quince minutos después, llegamos a mi casa.
–Gracias por acompañarme. – Hice ademán de quitarme la jacket pero el replicó.
– No, no. Quédatela, al menos tendrás que volver a verme para devolvérmela.
Sonreí y eso mismo hizo él. – Hasta pronto, Gaia.
–Adiós, Ian.
Sonreí y me acerqué a la puerta, busqué las llaves en mi mochila y abrí la entrada al lugar del estudio obligatorio como modo de castigo, así es, mi casa.
– ¿Y bien? Encontraron a ese loco? – Le pregunté a mi padre que se encontraba en ese momento leyendo el periódico en el desayunador. Mamá bajó las escaleras acomodando un mechón de cabello que caía sobre su frente. Me dio un abrazo en modo de saludo y luego fue junto a papá, quién puso el periódico abajo y habló:
–Gaia, el papel no tenía huellas dactilares, solo las tuyas. Mandaron la carta al laboratorio para que pudieran revisar la escritura, ya que fue escrita a mano, pero mencionaron que será muy difícil que sepan algo antes del jueves.
O sea, dentro de tres días. Uff, tendré que esperar “pacientemente”.
–Oh, cierto, casi lo olvidaba. ¡Me vino a buscar el capitán del equipo de volley de la Academia Bullworth! ¡Me quieren dentro del equipo! – chillé emocionada.
– Oh, Gaia, eso es genial. – Dijo mi madre abrazándome.
Mi padre sonrió orgulloso y me dio una mirada de aprobación. – ¿Tendrán algún festival deportivo? – preguntó él.
– Sí, un campeonato. Será a finales de Agosto.
–Perfecto. Pero creo que ahora tienes una cita. – dijo mi padre.
– ¿Ah? – pregunté confundida.
– Tu libro de geografía te espera sobre el escritorio. – dijo dándole una mirada a las escaleras en señal de que fuera a estudiar.
– Uff, ya voy. – Comencé a caminar quitándome el bolso de los hombros y la jacket.
– Gaia, ¿de quién es? – preguntó mamá mirando el falso cuero de color negro que llevaba en la mano.
– Una amiga me lo prestó. Hacía frío afuera. – dije y subí las escaleras con prisa.
Vaya, últimamente estaba diciendo tantas mentiras que ya ni siquiera tenía que pensar mucho, ellas llegaban a mi cabeza como por arte de magia. Algo así como si alguien me las mandara para salvarme de una larga charla de mi madre preocupada o mi padre enfadado.
Dos horas antes. Narra ___
Miré mi reloj. Tres y cuarenta de la tarde. Estuve todo el día nerviosa ya que Niall había llevado el papel a la policía. Que Gaia viviera asustada días entorno a su cumpleaños era algo horrible. Caminaba de prisa por el parqueo subterráneo de supermercado. Algunas luces no funcionaban y había olvidado en dónde había puesto el auto. Una de las bolsas estaba tan llena que se rompió y algunos limones rodaron por el suelo. Muy bien, voy tarde y esto era lo que necesitaba. Me agaché intentando no caerme ya que llevaba puesto mis tacones. Me sobresalté cuando la alarma de un auto sonó al final de parqueo. Recogí los limones y la alarma aún seguía sonando. Perfecto, era mi auto, al menos lo había encontrado. Caminé hasta él y con dificultad saqué las llaves para abrir la cajuela y meter las compras. La cerré y me dirigí hasta la puerta del conductor para entrar en el auto. Extraño. No recordaba haber dejado el vehículo sin seguro. Me apresuré a entrar en él, encender el motor y salir de ese fúnebre lugar lo antes posible.
Llegué a casa y algunos minutos después llegó Gaia. Bajé las escaleras y su hermosa noticia de que estaba dentro del equipo de volleyball de otro colegio era tan re alegrante que me ayudó a olvidar por algunos minutos todas las cosas inquietantes que estaban pasando hasta que ella subió las escaleras y llegó el momento de hablar con Niall.
Tomé asiento en el desayunador en frente de él y sonrió inclinándose hacia adelante y haciendo una trompita con sus labios como ademán de que le diera un beso. Reí un poco, me incliné y lo besé. Aunque él cambiara (sus labios adoptaron una forma diferente pero igualmente sexy, los músculos de su mandíbula eran más firmes, dejando atrás esa cara de muchacho recién salido del colegio, sus hombros más robustos, su cabello más corto…), sus ojos seguían siendo los mismo, profundos e inocentes, claros como el agua, reflejando su espíritu relajado y dulce.
–Niall…– dije tomando sus mejillas para alejarlo un poco de mis labios.
– ¿Qué ocurre? – preguntó él mostrando sus bellísimos tientes con una sonrisa tierna.
– Hoy estaba haciendo las compras y estoy segura de que él estaba ahí, siguiéndome.
– ¿Lo viste a caso? – habló, adoptando una expresión seria e irguiendo sus hombros.
– No… no, pero sé que estaba ahí.
Niall se levantó y se paseó un rato en torno al desayunador y después se quedó mirando la ventana por un rato restregándose la cara con una mano por el cansancio de todo este asunto.
– ¿Hay que salir para algo más? – preguntó y yo sacudí la cabeza mirando mis manos entrelazadas sobre el mueble de mármol color beige. – Bien, entonces cerraré todo y pondré la alarma. – Y después de decir esto fue al jardín trasero.
*¡Hola! Espero que les esté gustando la novela. POR FAVOR comenten si hay algo que no les gusta o desearían cambiar para seguir escribiendo. VOTEN Y COMENTEN. <3
Pd: seguiré dedicando capítulos.*
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Happily Segunda Temporada
Ficção AdolescenteTal vez el título no es el más adecuado para esta segunda parte, pero, ¿cree alguien aquí en los finales felices? ¿Qué harías tú si tu hija es seguida por voces susurradas, asustada con llamadas de desconocidos y hasta molestada con cartas dejadas...