3. Entropía Disneyland

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Imagina una escena así: Frank y Gerard vigilando que sus hijas estuvieran a salvo, Pete y Patrick con orejas de Mickey Mouse, Kristin tomando selfies mientras Mikey hacía el intento de sonreír, y Ray con Christa comiendo helados. Todo esto en Disneyland.

—¡Papá! Bronx no quiere jugar conmigo — se quejó Lily tomando la mano de Gerard.

—Es que Bronx es un niño, y... déjalo tranquilo.

—Gracias, tío — dijo Bronx alejándose de ellos para ir con sus padres.

Subieron a una montaña rusa, obviamente Frank propuso quedarse en tierra firme sano y salvo cuidando los abrigos, pero su esposo de cabello amarillo no se lo permitió. Por lo que no le quedó otra alternativa más que subir a ese monstruo de metal, así lo llamaba él, y tratar de no morir de un infarto.
Patrick y Pete fueron adelante, Ray y Christa tras ellos, luego seguía Frank junto a Gerard y Mikey con Kristin.

Frank empezó a respirar algo nervioso, y de pronto todo empezó a moverse, veía como lentamente se acercaban a una bajada, al llegar a ella todo fue demasiado rápido, tanto que ni siquiera pudo recordar. Las subidas, las bajadas, las curvas, todo iba muy rápido mientras los demás sólo gritaban, él no sabía si estaba gritando o si su cuerpo había entrado en una especie de sueño.

Cuando bajaron, Ray y Patrick chocaron las palmas de las manos y rieron al igual que el resto, en cambio Frank, no, él no estaba muy contento, simplemente se limitó a vomitar.

—Diablos, Anthony — mencionó Ray —. Simplemente jugamos un poco con las leyes de la física.

—Estoy de acuerdo con eso... pero no me gusta ser parte del juego — dijo Frank volviéndose a Gerard para que le ayudara a caminar.

—Bueno, vamos por los niños — dijo Pete.

Habían dejado a los niños en una especie de "guardería", cuando los recogieron fueron todos a comer a un McDonald's.
El día transcurrió con normalidad, se divirtieron mucho eso está claro, pero todo lo bueno debe terminar.

El lunes por la mañana todo volvió a la normalidad, Gerard trabajaba encerrado en su estudio mientras Frank aprovechaba de su tiempo libre para limpiar la casa, y las niñas estaban en la escuela. Todo era como siempre, pero, exactamente a las 10 de la mañana, ni un minuto más ni uno menos, alguien tocó el timbre de la casa por lo que Frank dejó de lado sus deberes y se encargó de abrir la puerta.

—Buen día — saludó una mujer de cuarenta años aproximadamente, se veía seria y un poco preocupada.

—Buen día, ¿se le ofrece algo? — cuestionó cruzando los brazos y arrugando el ceño.

—¿Es usted el señor Gerard Way? Soy la trabajadora social, debo hablar de un tema muy serio.

Frank tardó cinco segundos en analizar la oración completa y en imaginar dos posibilidades, y en dos segundos trató de responder él mismo a su pregunta más obvia: ¿Por qué una trabajadora social querría hablar con Gerard?. Pero en un segundo decidió volver con aquella mujer y dejarla pasar a su casa.

Le sirvió una taza de té y le informó que iría a buscar a Gerard. Subió por las escaleras tratando de no pensar en las, esta vez, probabilidades del asunto, sabía muy bien que si lo hacía se saldría mil veces por novecientas tangentes diferentes. Llegó al estudio donde la puerta estaba cerrada y se leía: "no entrar". Bueno, Frank no entró, sólo tocó la puerta varias veces a una velocidad poco convencional para tocar puertas.

Después de un buen tiempo, Gerard abrió la puerta, tenía el cabello despeinado y los ojos un poco hinchados, como si hubiera estado durmiendo ¿acaso estaba durmiendo?.

—Frankie... ¿qué ocurre? ¿es hora de comer? — preguntó arreglándose un poco el cabello con sus manos.

—No, hay alguien allá abajo... dice que es una trabajadora social y quiere hablar contigo.

Gerard abrió los ojos sorprendido y se preocupó mucho al ver la expresión marcada en el rostro de Frank. Se arregló un poco la ropa y acompañó a su esposo hasta la estancia.

La mujer, al verlos aproximarse se puso de pie y se presentó:

—Mucho gusto, me llamo Carol Byrne, soy trabajadora social — dijo extendiendo la mano a Gerard.

—Gerard Way — respondió simplemente este. Le hizo una seña a la mujer para que volviera a sentarse y así él se acomodó en un sofá al lado de Frank.

—Se preguntarán porqué estoy aquí, pero este caso es algo complicado. Yo me encargo de los niños que quedan huérfanos a muy corta edad, ¿qué pasa con estos niños? Bueno, si no se sabe de ningún familiar lamentablemente terminan en un orfanato. Pero, cuando se tiene conocimiento de alguien que pueda hacerse cargo de estos niños, se hace lo posible para encontrar a esa persona. De eso me encargo yo...

Frank y Gerard ya habían decidido que no tenían idea de lo que estaba hablando aquella mujer, y no pensaban interrumpirla hasta que termine de hablar.

Así mismo, ella continuó:

—Hace una semana una persona muy cercana a usted, señor Way, falleció y lamento mucho el informarle esto pues al parecer usted no lo sabe aún. Se trataba de la señora Lindsey Ballato.

El cuerpo de Gerard se congeló completamente, por un momento olvidó que estaba en su casa, al lado de su esposo. Lo único en lo que podía pensar era en que una mujer totalmente extraña le acababa de decir que su mejor amiga de toda la vida había muerto.

—Sufría de leucemia, ella ya sabía que su fin estaba por llegar por lo que escribió una carta que le dejó a su hija poco antes de morir. La niña tiene siete años y está totalmente sola, los padres de Lindsey murieron hace muchos años y ella no tenía más familia que ellos. La niña pasó a nuestras manos cuando su madre falleció y nos hizo saber de aquella carta, es por eso que ahora estoy aquí con usted. Lindsey Ballato declaró que usted podría hacerse cargo de su hija por la conexión que tenían. Según sé, eran muy unidos. Obviamente, ella como su última voluntad pidió que se le citase a nuestras oficinas después de encontrarlo, porque claramente usted no es pariente sanguíneo de la pequeña.

Gerard tardó en procesar toda la información, al contrario de Frank, él simplemente esperaba que Gerard respondiera, cualquier cosa, pero él no diría nada. Absolutamente nada.

—Lo siento, debo retirarme — dijo para luego salir de la estancia y dejar solo a Gerard con la trabajadora social.

Carol, como se llamaba ella, miró a Gerard esperando respuesta alguna de su parte y después de varios minutos la obtuvo.

—¿Cuándo puedo ir a su oficina?

—Mañana antes del medio día, podré atenderlo y decirle todo lo que sé sobre la señora Ballato, no es mucho pero ese es mi trabajo. Hasta mañana.

La mujer se puso de pie y sin decir nada más salió del lugar.

Gerard se removió su cabello y masajeó su cabeza para evitar un dolor de cabeza. Existía una razón muy grande por la cual visitaría a la trabajadora social al día siguiente y no era precisamente por una niña que no conocía y tampoco le interesaba conocer.

Sin embargo, tendría que dar explicaciones a Frank.

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AHHHHHH

DESPUÉS DE MIL AÑOS QUE ACTUALIZO ESTA MIERDA Y AHORA SÍ SE VIENE LO SHIDO

NO. NO LE VOY A BAJAR A LAS MAYÚSCULAS BC ESTOY EUFÓRICA ALV

TAL VEZ ACTUALICE MAÑANA O EN UNAS HORAS. ESTOY EMO-CIONADA

S lng nd gd nght

Big Dumb Objects [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora