capitulo 10

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Soy hija de padres divorciados. Mi padre se fue cuando tenía 4 años. Entendí que es el desprecio no solo por tu pareja sino por tu propia hija gracias a el.

Creo que tengo el mismo patetico historial de amores que mi madre tuvo a mi edad. No sé si es cuestión de edad o de hormonas, o de un que sé yo, que nos vuelve estúpidos para enamorarnos. Al mismo tiempo que nos dan libros tras libro, novela tras novela de que "tan precioso" es el amor.

Llego el día del festival. Decoramos junto con algunos vecinos la cuadra. Globos y guirnaldas colgadas por los postes de luz y las rejas de las casas. Yo sólo pensaba en los coloridos que eran, y en la sonrisa de los niños cuando los vieran.

Lauti abrió el show con su increíble espectáculo de malabares (bueno, quizá no tan increible). Pero lo que si, mucha gente se rió cuando su conejito pompón se escapó en el último truco y tuvimos que salir corriendo a atraparlo.

Una vecina vendió comida y recaudo para pagar unos juegos inflables. Y carlos, el verdulero, se puso a hacer juegos con la pelota.

Todo fue muy lindo hasta que apareció franco cantando una canción de río Roma. Me quedé dura, totalmente petrificada, pero sentía como mi cuerpo quería huir de aquella escena.

La gente lo aplaudió, lo victoreo y hasta algunos chicos lo abrazaron. Sentí como con sus hermoso ojos buscaba mi mirada, pero yo no tenía ánimos de buscarla. Camino hacia mi con paso dudoso...

Claro, ustedes se creerán que vino corriendo y me abrazó, nos besamos y nos reconciliamos?. No sé si lo pensaron, pero yo por un segundo si. Hasta que apareció una chica de cabello castaño, alta y de cuerpo voluminoso. Tenía más curvas que la guitarra de franco. Salto sobre el, literalmente, cruzó sus piernas a la altura de su cintura y lo beso. Carla.

Su cara se puso dura, tensa, y por suerte fue lo último que ví. Me llamo Lautaro para que lo lleve a la casa a guardar su conejito, y con todo gusto lo llegué. No quería ponerme a llorar ahí para no arruinar el festival, sabía el esfuerzo que resulto realizarlo. Pero al mismo tiempo no me podía permitir dejarlos ahí, ella de esa forma sobre el. Sobre el, el mismo chico que me pidió que le acariciara el pelo hasta que dormía, o que me besaba suavemente. Simplemente quería que eso fuese un sueño.

La realidad es dura, tan dura como el suelo. Y eso lo comprobé, de tanto llorar de vuelta del camino de la casa de Lauti a mi casa no ví una piedra y me tropecé. Tenía las rodillas raspadas, junto con una mejilla. Eso no era lo que más me dolía, sino haberme dado cuenta allí, que una vez más y sin quererlo, le había entregado mi corazón a alguien y me lo había devuelto de la peor forma.

Siempre me enamoré fácil, por más que tuve muchos fraudes con el tema amor, siempre seguí creyendo en el. No lo sé, no sé por qué una y otra vez, con empeño masoquista vuelvo a caer en la trampa de los chicos.

Quizás si por qué, sus ojos dulces curaban el dolor de mi corazón.

¿Por que mentirnos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora