Primer día (segunda parte)

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—¿Cuál ha sido ese regalo que te tiene sonriendo de oreja a oreja? —pregunta Luiggie. Me acerco hasta la mesita donde se encuentra con Tina, quien ya lleva bastante avanzado ese licuado de color verde.

—He hablado con mis padres. Me han hecho sentir mucho mejor después de... —Me callo de inmediato al recordar que Luiggie no tiene idea de lo que me ha pasado.

—No te preocupes, granjerita. Tina me lo ha contado todo —me dice él con tranquilidad—. Y te puedo jurar que no tienes por qué tener miedo. Conozco de sobra a la Leche y sé que le gusta asustar a las chicas.

— ¿La leche?

—Sí, así le puse por su nombre. Lala me suena a leche. También la llamo así por su piel tan blanca —responde—. Le hace falta un buen bronceado.

—Aquí está tu café, Lía. Luiggie me ha dicho como te gusta —Lucy ha aparecido con un gigantesco vaso térmico, que tiene el logo de Royal Holloway. Me acerco a tomarlo con mucho cuidado, ya que está caliente—. Te espero aquí cuando hayas terminado tus clases... Oh, y por la tarea no te preocupes, puedes hacerla aquí también.

— ¿De qué habla? ¿Piensas trabajar? —me pregunta Luiggie, pero esta vez, sin chillar, lo cual me preocupa. Asiento con la cabeza, y tengo miedo de lo que vaya a decir; ya que no suele ponerse serio, mucho menos dejar de chillar la voz—. Tú no tienes por qué trabajar, ¿entiendes? Tienes crédito en todas las tiendas, además, está cubierta tu residencia de este año.

—En realidad, solo está cubierta la de este semestre. Y dinero extra no me caería mal.

—No, no, no...—Vaya, está usando su voz varonil—, tú no tienes por qué trabajar. Si necesitas algo te lo pagare yo.

Su expresión tan seria también me pone los nervios de punta. Luiggie no suele ponerse serio a menos que sea algo muy importante para él.

—Tú no tienes por qué pagarme nada. Además, quiero ayudar a Lucy. Ella no cuenta con su personal, así que me ofrecí a ayudarla.

—Solo es por unos días, Luiggie —interfiere ella.

—Está bien, pero tú no tienes por qué trabajar. Y te guste o no, yo pagare tus necesidades —abro la boca para protestar, pero él se apresura a decirme: —Es algo que quiero hacer. Siempre me he sentido agradecido con tus padres por todo lo que me brindaron el tiempo que estuve con ustedes, y a pesar de que no había mucho, siempre me procuraron. Ahora es mi turno de procurarte a ti —dice para después darme un beso en la mejilla.

No puedo decir nada ante eso. Lucy me regala una sonrisa y le prometo que estaré aquí después de clases. —Que tengan un lindo primer día, chicos. Todo saldrá de maravilla —nos desea con mucho entusiasmo.

Tina revisa su reloj de pulso y casi nos saca a empujones al ver que faltan tan solo diez minutos para nuestra primera clase. Y mientras llegamos, el sonido de las campanas resuena por todo el lugar, diciendo que las clases van a comenzar.

Impresionante es la palabra que usaría para describir el salón al que he entrado. Es clásico de una película, ya que tiene tres secciones de largas hileras de asientos continuos, divididos por dos largos pasillos que conducen hasta el escritorio del profesor. Los asientos se ven bastante cómodos, hechos de caoba. Largas y elegantes lámparas grises adornan el techo, pero no son tan necesarias debido a las tres enormes ventanas que hay de lado izquierdo.

Y ahora bajo la mirada para ver que, quienes serán mis compañeros los siguientes tres años, han dejado sus conversaciones para mirarnos. Alcanzo a contar que somos unos veinticinco y la mayoría son hombres. Y la verdad desconozco a todos, pero ellos no pierden tiempo en saludar a Luiggie y a Tina.

El Ladrón de mis Noches [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora