Catorce

3.9K 337 14
                                    

Como era de esperarse, ninguno de los dos se separó ni por un segundo, como una pareja común y corriente de novios, abrazados, mirando una película.

- Me encanta esta película, Thor es tan lindo...- murmuró comiendo una galleta, él la miró entrecerrando los ojos.

- Yo soy más lindo- dijo en un tono un tanto gracioso, ella sonrió acariciando la rodilla de Brett- no puedo creer que me des leche y galletas.

- ¿Qué tiene?- lo miró con los ojos bien abiertos masticando lo que quedaba de su galleta.

- Tengo una reputación que mantener, soy el rudo del instituto- Edimina rió logrando que sus ojos se hicieran chinitos. Él besó su frente con cariño.

La película continuó sin más interrupciones, pero con caricias entre los dos espectadores, besos furtivos y sonrisas traviesas. Brett disfrutaba viéndola más relajada, suelta, no era la chica inteligente y muy educada, era simplemente ella, sencilla, alegre y tan sonriente, sentía que no hacía falta fingir, Edimina podía decir y hacer lo que quería sin importarle si de pronto se le escapaba una grosería, y eso a él le encantaba.

Por su parte, ella, también disfrutaba viéndolo, relajado y sin tener que mantener la pose de chico malo, aunque no dejaba de serlo, estaba de forma natural grabado en su comportamiento el ser un chico malo, pero también tenía un corazón al que a veces le gustaba ser un poco más blando. Y con ella podía serlo, sin temor a que lo juzgara. Podía decirse que ambos eran un escape para el otro, un oasis en el desierto, un receso de la vida.

Pero antes de que llegaran los padres de Edi, él se fue, sabiendo que ella no les había hablado todavía sobre aquella relación. No le molestó, ella prometió hablarles esa misma noche y él comenzaba a estar ansioso, y claro, bastante nervioso, dudaba que algún padre quisiera para su hija un chico como él. A pesar de lo que Edi decía sobre lo modernos y abiertos que eran sus padres, Brett rogaba por que al menos le dieran una oportunidad para demostrar que no era la mierda que todos creían, aunque eso ya era mucho pedir.

Se despidió de ella con un beso, casi como si fueran a pasar mucho tiempo separados, Edimina lo notó y no dejó que se despegara hasta que estuviera seguro de que ella quería aquello que les estaba sucediendo.

🏍🏍🏍

- Tengo que hablarles de algo- su voz segura dejaba entrever los cuarenta minutos de preparación por los que había pasado en su habitación enseguida de que Brett se fuera, antes de que ellos llegaran.

- Claro, cariño. Por cierto, Emilia y las chicas vinieron hoy, ella me dijo que habías llegado con un chico- picó su madre con mirada traviesa, su padre le sonrió asintiendo.

- Nuestra niña ya tiene novio, amor- dijo agarrándose el pecho- ya nos han robado a nuestra bebé- Meryl rodó los ojos divertida.

- No es así, voy a seguir siendo su bebé- le sonrió queriendo reírse de su dramatismo.

Ambos padres quedaron estupefactos, no creían que ese chico del que les había hablado Emilia fuera algo más que un compañero de estudio, era raro sí, pero era lo más creíble que se imaginaban. Y ahora Edimina no aclaraba como sería normal en ella, que ese chico no era su novio, en otras palabras estaba aceptando lo que su padre había dicho. Edimina tenía novio.

- ¡¿Tienes novio?!- gritó su mamá, Kenneth miraba a su hija impresionado y con algo de inquietud al saber que el momento había llegado. Llevaban esperando bastante tiempo para conocer al primer novio de su hija, Meryl incluso se había desilusionado cuando salió de la primaria sin tener ni un noviecito, Kenneth se aliviaba por eso, pero ahora sí, nadie lo salvaba.

- Mamá- la regañó- es... reciente, bastante reciente en realidad y es diferente... él es... un poco... diferente...- tartamudeó un poco, sus padres la miraron con cautela y ella sabía lo que se estaban imaginando- ¡No es un delincuente ni nada de eso!- exclamó rindiéndose a intentar explicarles- tal vez lo conozcan algún día, pero quería que lo supieran porque... bueno, es algo importante y creo que ustedes deben saberlo- ambos miraron a su hija con algo que se acercaba bastante al orgullo si no era ya orgullo.

ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora