Capitulo 9

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Lunes. Semana 4.

Facultad. Hicimos planos.

Los trillizos pusieron airbags en algunos sillones de la casa como broma.

Mi abuela sacó a pasear a Zeus. Bueno, lo intentó. Los gatos y las correas no se llevan.

Disfraz de pato.

Sin señales de Brian.

Martes. Semana 4.

Facultad. Un ancianito habló sobre las construcciones antiguas.

Victoria pateó a un peatón por insultarnos.

Sassy fue secuestrada por los trillizos.

Rachel llamó a Marco, el psicólogo, para que me atendiera a domicilio por mi reciente comportamiento antisocial y depresivo.

Mi abuela pateó a Marco.

Disfraz de perro policía.

Sin señales de Brian.

Miércoles. Semana 4.

Como se dieron cuenta, el cobarde de Brian no apareció y mi depresión poco a poco se convirtió en ira asesina.

Y esa ira asesina casi termina en un intento de homicidio cuando lo vi parado enfrente del bar cuando llegué.

En cuanto me bajé de Sassy y vi el bar aún cerrado, supe que nada bueno podía salir de eso.

Intenté mantener la postura de mujer-superada: espalda recta, barbilla alta y cara de víbora venenosa… No sé si está resultando…

Entrecierra los ojos, Ale. 

Brian me mira y noto que tiene algo en las manos. Me tiende el pequeño bolso blanco.

—Vístete.

Enarco mis cejas y estoy completamente segura de que la cara de víbora venenosa mutó en un Godzilla gigante y hambriento.

Le arrebato el bolso de las manos. Él saca las llaves del bar y abre la puerta para que pase al baño.

Una vez allí, abro el bolso y examino la ropa que contiene. Pantalones de yoga gris, remera holgada negra y ¿medias?

Encogiéndome de hombros, me visto con las prendas que me dio y calzándome con mis botas.

Una vez lista, salgo del bar y camino hasta Brian, quién está parado junto a su camioneta monstruo.

—Sube. —Ordena.

— ¿Es el día de omitir el “por favor” y no me enteré?

Suspira.

— ¿Dulce y linda Alf, podrías subir a la camioneta, por favor?

—No me digas dulce. —Replico y hago lo que me dice.

Brian suspira de nuevo y sube al auto.

— ¿No vas a preguntar a dónde vamos? —Pregunta encendiendo el coche y metiéndolo en el tráfico.

—Oh, y si te lo pregunto ¿me lo dirías? —Digo amargamente.

—Bueno, al parecer sigues enojada… —Murmura.

—No, manzana. —Respondo sarcásticamente.

— ¿Manzana?

— ¿Qué? Así es el dicho.

AlfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora