Capitulo III

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MUCHOS MESES DESPUÉS.

– ¿Qué tal está, señorita Dallas? – Me saludó el hombre en el umbral de la puerta mientras me acomodaba la bata de satin e intentaba arreglar mi cabello enmarañado.

– Muy bien. ¿Qué tal la familia?

– Excelente – Respondió con una sonrisa – el señor Solomons me envió a dejarle esto para que desayune – Explicó levantando una canasta cubierta por una tela blanca, estiré mi mano levantándola para ver que estaba llena de pequeños muffins, sonreí.

– ¿Ya desayunaste? – Él negó con la cabeza al tiempo en que tomaba la canasta quitándole la tela – toma uno para ti y para los muchachos – el hombre sonrió sacando los pastelitos horneados.

– Es usted el sol primaveral – Susurró alejándose, desde la puerta pude ver cómo los otros tres hombres en el automóvil se despedían de mí alzando sus manos, dejé la canasta en la mesa de la cocina tomando un pequeño papel azulado doblado en dos partes.

"Espero los disfrutes. Te espero para el almuerzo".

La corteza sonó al partir el pan, el vapor caliente elevó su aroma dibujando figuras que se deslizaron hasta mi nariz, humedeciendo completamente mi boca levanté la mirada para encontrarme con su prominente y ancha espalda en una camisa blanca holgada, el sonido de la carne en la plancha aumentaba mi apetito.

– ¿Te he dicho alguna vez que amo tu pan? – Estalló en carcajadas volteándose a verme.

– ¿Cuál pan?

– El pan de verdad – Contesté enseñándole el trozo de masa entre mis dedos índice y pulgar – y los muffins que me enviaste por la mañana estaban exquisitos.

– Demasiados halagos en pocos minutos ¿vas a pedirme algo? – Reí levantándome para sacar un par de platos desde los anaqueles que le acerque, nos observamos por un par de segundos antes de que él tomara uno de los platos, sirvió carne y papas, dándome un ligero empujón, me senté a la mesa – ¿cuál es tu sueño?

– Qué mi estómago tenga el espacio necesario para comer todo lo que prepares hoy – Se sentó junto a mi.

– Hablo en serio – Lo observé confundida – ahora que puedes dormir tranquila, que no te persigue tu pasado, trabajas para mi...

– Me mimas – Asintió cortando su comida.

– Ahora que has cambiado tu nombre – Sonreí – Mirina – lo observé largamente mientras masticaba la jugosa carne que hacía explotar sus sabores en mi boca.

– Quiero tener hijos – Anuncié dejando mis cubiertos a ambos lados del plato, su mandíbula cayó para observarme pasmado.

– ¿Qué?

– Quiero tener tres hijos, y vivir en una finca alejada de la ciudad para criarlos – Expliqué reclinándose en mi silla – puede parecer un sueño poco ambicioso pero siempre he querido tenerlos, la cosa es, encontrar a un buen hombre con quién tenerlos – carraspeó su garganta acomodándose el cabello, me eché a reír – tú no quieres hijos.

– Claro que los quiero ya casi tengo cuarenta años.

– Quiero hijos con un hombre que no necesite guardaespaldas, ni tenga que dormir con un arma bajo la almohada – Me observó dándole un trago a su vaso de ron.

– No duermo con un arma bajo mi almohada – Lo observé con media sonrisa – duermo con un arma en mi mano – reí volviendo a comer mientras podía sentir su mirada sobre mi.

Esta parte de Alfie Solomons era la que nadie más podía ver, el ser humano en el que se convertía cuando compartía conmigo, estiró su mano para acariciar mi rostro suavemente alcé la mirada hasta él mientras masticaba una papa.

Red Rigth Hand. {[Completa]}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora