Capitulo XVI.

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1 año después.

Me incliné sobre la tierra para ayudar a la pequeña de cabello cobrizo a recoger con sus regordetas manitas los tomates que crecían a ras de tierra, sonreí mientras sus balbuceos intentaban explicarme que ella había sacado la fruta por sí misma.

– Qué bien cariño – Susurré besándole la cabeza. Unos enormes ojos grises decoraban su rostro tan blanco como la nieve – Mira quién viene ahí – la tomé en mi regazo para señalar a Solomons quien se acercaba pausadamente caminando con su bastón.

– Pa-pi

– ¿Ha dicho papi? – Exclamó el hombre agachándose con dificultad, la bebé le estiró una mano a la barba para jalarla con fuerza – aquí están mis Mirinas.

– ¿Qué tal estás? – Pregunté viendo su rostro cansado, demacrado y agobiado por la enfermedad que avanzaba rápidamente por su cuerpo aún joven; movió la cabeza hacia ambos lados para cargar a su pequeña levantándose al mismo tiempo.

– Aquí – Me hizo una señal para que caminara junto a ellos – Quiero que hablemos.

– Te escucho.

– Quiero que nos deshagamos de todo esto – Observó la casa – tu casa, mi casa, nuestra casa, el alambique, que lo vendamos todo y nos vayamos lejos tu, la pequeña y yo...

– ¿Ir dónde?

– Dónde podamos descansar – Los seguí entrando a la casa para verlo sentarse en el sillón dejando a la pequeña sobre la alfombra, le besó el cabello y le entregó un peluche ofreciéndole una sonrisa y una caricia, me observó expectante.

– No estoy muy de acuerdo – Respondí sentándome frente a él.

– Cuando ya no esté, será peligroso para ambas.

– No soy una mujer desvalida, Alfie.

– Yo lo sé.

– Todos lo saben – Interrumpí sin observarlo – Sé que quieres lo mejor para ambas, pero no puedes pedirme que me dedique el resto de mis días a tejer y a amamantar a Mirina – Solomons observó a su hija por largos momentos – Los peaky son nuestros aliados, nadie se mete con nosotros, Sabini sabe que no le conviene enfrentarse a mi.

– ¿Qué esperas que suceda entonces? ¿Quién cuidará de Mirina?

– Yo lo haré.

– ¿Cómo?

– Tengo a Lucía, tengo a Ollie, Mirina jamás estará sola – Negué con la cabeza observando a nuestra hija que ahora intentaba ponerse de pie agarrándose del pantalón de su padre – no perderé camden town – Solomons me observó fijamente.

– Tommy Shelby está siendo acorralado por los italianos. Dicen que viajaron desde la olla de pasta para venir a matarlos a todos – Suspiró – cuando El italiano ese acabe con ellos ¿Qué tendrás? Un esposo enfermo, una hija pequeña y un alambique vulnerable.

– Alfie.

– Escúchame Lucille, puedo vender toda esta mierda si quiero, puedo quemarla, destruirla y orinarla por cada maldito rincón, pero quiero tu maldita opinión antes de hacer cualquier cosa – Habló firme – porque eres mi maldita esposa, y somos un maldito equipo y lo que quieres es importante para mi, pero si quieres seguir metida en esta mierda luego de que yo esté bajo tierra siendo comido por gusanos – Suspiró haciendo una pausa para verme contener mis lágrimas, sentía la garganta apretada – cariño, no me queda más que tomar la decisión yo solo.

– No puedo, perder camden town también Alfie – Me limpié rápidamente la cara, se quedó en silencio observándome desconcertado – no puedes pretender que pierda a mi esposo y todo lo que hemos construido juntos, carajo, entre esos putos barriles de mierda concebimos a Mirina – Sonrió asintiendo con la cabeza – ese alambique de mierda eres tú, estás tú ahí, tu aroma es ese puto lugar y si nos deshacemos de él entonces te habré perdido – golpeó el sillón junto a él para que me sentara a su lado atrayéndome a su pecho.

– ¿Serás cuidadosa? – Asentí – no dejes que el perro de Sabini te intimide, eres fuerte, maldición si lo eres, mantente firme frente a ese gitano de mierda y recuerda siempre quién es tu gente, camden town será fuerte de tu mano – me abracé a él llorando silenciosamente – cría a esta niña para que sea aún más fuerte que tú y yo juntos, pero por Yahvé que no sea tan testaruda como tú – se inclinó para tomar a la bebé y sentarla sobre su regazo – y – su voz se cortó mientras la sostenía entre sus grandes manos – si te casas de nuevo... maldita mierda, solo, no dejes que olvide a su padre y que su maldito apellido siempre será Solomons – sus ojos brillaban ahogados en llanto, lo besé con fuerza. – no creo que termine esta semana, amor.

– Cállate.

–Lo digo en serio – Me tomó el rostro para observarme – tú también lo sabes – Asentí sintiendo las lagrimas recorrer mi rostro – Lucille, te he amado cada maldito minuto de mi vida desde que te conocí en Francia en medio de la puta guerra, y he amado a este hermoso ángel desde el momento en que supe de su existencia – la besó con fuerza en la frente – ninguna vaya a olvidarlo, nunca.

– Te amamos – Me besó largamente para luego estrecharnos a ambas contra su pecho.

Tal y como lo había predicho, Alfie Solomons cerró sus ojos a este mundo dos noches después, en nuestra habitación en nuestra cama, abrazados a mi y a nuestra hija, con una sonrisa imperceptible en el rostro porque al final sabía que había sido amado y que había amado.

Ollie cerró sus ojos cubriéndolo con una manta de piel, Lucía continuó encendiendo un par más de velas sobre el suelo en el cuál Alfie permanecía recostado parecía dormido, todo mi cuerpo temblaba en llanto y ya casi no podía respirar por el dolor en la garganta apretada de duelo.

– Llamé al Rabino, Lucille – Habló Ollie inclinándose frente a mi me encendió un cigarrillo – estarán aquí pronto, según la tradición judía debe ser enterrado lo antes posible – Asentí.

– Lo sé, me lo explicó todo – Interrumpí sin dejar de observar su cuerpo – puta mierda.

– ¿Quieres que avise a todos? – Asentí nuevamente mientras me acurrucaba en el abrigo de mi esposo.

– Diles que habrá pacto de paz mientras sean los funerales de mi esposo – Ollie se levantó saliendo de la habitación en silencio – Lucía.

– Señora.

– Quiero que llames a mi familia – Anuncié aspirando en cigarrillo – y que por esta noche te ocupes de Mirina.

– Por supuesto señora – Se arrodilló para alcanzar mis ojos – lo lamento mucho – me consoló acercándome para acariciarme el cabello – podemos nombrar a otros guardianes, señora, cuando Ollie termine las llamadas usted puede ir a descansar.

– Si, quiero dormir con la niña.

– Si, señora – Se levantó besando mi frente saliendo de la habitación.

En mi mente era como si nada estuviera sucediendo realmente, podía sentir el aroma de su cuerpo en el abrigo sobre mis hombros, podía escuchar su respiración contra mi oído la última vez que hicimos el amor en el escritorio de su oficina, el susurro de su voz diciendo que todo estaría bien, no tenía idea de cuánto tiempo había pasado, años, segundos o minutos interminables allí, viéndolo muerto sobre la alfombra, rodeado de velas con sus hermosos ojos miel cerrados al mundo, mi cuerpo seguía temblando y ya no sentía el llanto saliendo de mi, me había quedado seca.

– Debería ir a descansar – Ollie estaba frente a mí con una sonrisa cortés – no lo dejaré solo, por la mañana el rabino me ayudará a prepararlo y si prefieres haremos su entierro por la tarde.

– Al atardecer, a Alfie le gustaba esa hora.

– Por favor duerme

Red Rigth Hand. {[Completa]}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora