Hacía un recorrido con Epona a las afueras de los Bosques Perdidos, parecía que ambos disfrutábamos el tiempo juntos, los tiempos que teníamos para nosotros sin tener alguna preocupación o incluso quedarnos dormidos en el fresco pasto.
- ¡Hey, Link! -gritaron a lo lejos -, hoy estaremos hasta tarde, por si quieres pasar a comprar algo de leche fresca.
Sólo asentí despidiéndome con la mano, volviendo a recostarme cuando el sonido del "clic crash pts" fue cada vez más tentador para mí oído.
Ahí va el viejo de las máscaras otra vez, llegando a Hyrule para disfrazar las temporadas de diferentes sabores y colores. Se detuvo al sentirme, seguro, sonriéndome y mirándome, aún no sé cómo, con sus pequeños ojos.
-Hola, qué tal.
Le devolví el saludo escuchándolo reír. A veces no sé si él es muy alegre o simplemente me imagina con una de sus extrañas máscaras.
- Es un día muy bonito, ¿no es así? Ideal para pasar un tiempo con los amigos. -Me dediqué a observar el campo y secundar su afirmación. Epona masticaba una de las zanahorias de mi saco y las nubes seguían corriendo en dirección del viento -. ¿Por qué no lo aprovechas?
Miré a mis lados, pues pensé que eso es lo que hacía.
Él volvió a sonreírme, dando algunos pasos en su dirección, como si ya fuera a marcharse.
-He oído de muchos sacrificios, de grandes guerreros enfrentrándose a atrocidades, monstruos, pero tú sabes de eso, qué no. Sin duda, el mayor sacrificio que conozco ha sido el de la felicidad, pero me refiero a la verdadera felicidad. El mayor que ha sacrificado su felicidad por la de los demás, aquel que a su alrededor mira y nada hace falta. Yo te quiero preguntar, ¿eres feliz?
Intento procesar todo lo que me dice, pero una voz taladra mi cabeza. Se giró dejándome virarlo una última vez en el día, sigue sonriendo.
-Si existiera una máscara de la felicidad, sería como tu rostro. ¿Te atreverías a usarla?