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Los minutos de silencio por la espera son una tortura, tengo una presión en mi estómago por los nervios que esta mujer me provoca. Sus ojos demuestran una inseguridad notable, dándome el indicio de que en su mente hay un gran debate entre sus cerebro y corazón. Los sentimientos que tengo dentro de mí son imposibles de explicar en palabras, es un revoltijo que solo quiere salir por mi boca y desparramarlo por el cielo.

–Todo esto es complicado...–Confiesa en su susurro casi inaudible; sus ojos se cristalizan mientras muerde su labio inferior–Está bien, todo lo que sucedió no ha pasado y por lo mismo, prométeme de igual forma que no mencionaras nada, ni yo lo haré.

– ¡Sí, sí, por supuesto!

Sin controlar mi cuerpo, la abrazo con una sonrisa de oreja a oreja, elevándola del suelo y haciéndonos girar unas cuantas veces, escuchando su regaño para que la bajara, a lo que en minutos más tarde lo hago, recibiendo un leve golpe en mi hombro de su parte, regalándome sus carcajadas al mismo tiempo. Nos observamos fijamente por unos instantes, ella adentrándose en mí, como si buscara mi alma por mis ojos, haciendo que me sienta vulnerable, sin protección alguna. Yo solo admiro el brillo desprender de los suyos, con sus negras y pobladas pestañas.

Nuestro alrededor ha ido desapareciendo como cualquier preocupación que pudiéramos albergar, se volatiliza al igual que el humo de mis cigarros a la hora de relajarme, y de la misma manera se termina al ser interrumpidos por una nueva presencia entre nosotros, era una chica de estatura más baja que Angui, con cabello rojo tomado en una coleta alta y ropa relajada.

–Cariño, ¿podrías maquillarme como lo hiciste la vez pasada?... –Cuando se da cuenta de mi presencia se calla al instante- ¡Oh, lo siento si interrumpo!

–No lo haces, tranquila–le responde rápido tranquilizándola–Él ya se iba, ¿verdad Andy?

–Ehhh... claro, sí, ya terminamos lo que teníamos que hablar–Sonrío para dirigirme a la salida donde la pelirroja se encontraba parada–Nos vemos después Angui, cuídate.

Solo atino a despedirme con la mano y desaparecer de ahí lo más rápido que puedo, si paso solo un segundo más ahí, de seguro no podría aguantar las ganas de agarrar de sus mejillas y atraerla a mí para comérmela a besos como mi cerebro viene imaginando desde que la vi. Así que, sin esperar respuesta de ella, parto camino de vuelta a mi auto, adentrándome y echándolo a andar; las ansias de llegar al final de este asunto son indomables, juro que la sonrisa en mí no desaparecerá en un buen rato, por lo menos hasta llegar al hogar que comparto con Juliet, solo queriendo cortar el hilo que he estado conectado durante tanto tiempo desde que cometí el error de decir "acepto" y darle el anillo que otra persona que no se lo merecía y no ella.

El camino se hace sumamente corto, más de lo que pensaba; escucho el rechinido de las ruedas al momento de frenar frente a la casa para bajarme a la misma velocidad. Pero la adrenalina que recorre por mi sangre, se apaga al escuchar una voz histérica provenir del comedor, acompañado del sonido de tacones caminando de aquí para allá, por lo que permanezco parado frente a la puerta entreabierta, sacando las llaves de la cerradura y entrando a paso lento, con la intensión de hacer el mínimo ruido posible.

– ¿¡Cómo que se te está escapando de las manos!? ¡Encárgate que nada se estropee que para eso te contrate! –Son alaridos chillones los que escucho de parte de Juliet y que se hacen más entendibles a medida que me acerco– ¡Por algo te estoy pagando desde ese momento!

– ¿Desde ese momento? ¿Pagándole a alguien? ¿Cómo es posible que lo haga? Sobre todo,¿ para que no se estropee qué cosa? –Miles de preguntas aparecen en mi mente en cuestión de segundos.

– ¿¡Cómo que quieres más!?... –Se hace silencio por un momento, adivinando que la persona en la otra línea le responde–... ¡Es suficiente con el dinero que te doy!... ¿Pagar gastos? ¡No me vengas con eso, el dinero que te doy es para que nada se valla de tus asquerosas manos, y agradece que es más dinero del que ganas en tu asqueroso trabajo, imbécil!... –Sus pasos con los tacones aguja ahora se escuchan más fuerte–.... ¡No, no! ¡Mira, hijo de la-...!

Tú y yo, en Clave de Sol [Andy Biersack]Where stories live. Discover now