5. El pensadero, despedida, el fin de la guerra. Vida

10.6K 801 380
                                    

30 de junio de 1997

Snape dejó a Draco en la enfermería y rogó por que se quedara en esa camilla ya que en ese momento se preocupaba más por encontrar a Harry y a Dumbledore, ellos dos estaban en peligro y no sabía dónde buscarlos.

Estuvo vagando por el castillo un rato, sorteando hechizos y esquivando mortifagos que pudieran delatarlo antes de tiempo. Entonces recordó que esa tarde Dumbledore (ya muy debilitado por la maldición del anillo de Marvolo Gaunt) le dijo que lo esperaría en la torre de Astronomía para una "ultima" orden. Así que comenzó a subir hasta dicha torre, solo que para ese momento, ya era demasiado tarde.

— Draco, tú no eres un asesino –La temblorosa voz de Dumbledore sonaba tan calmada que a Draco le exaspero.

— ¡Cállese! –Su respiración se hacía cada vez más difícil y sus gestos se transformaban en unos de terror- ¡Tengo que hacerlo! Tengo que... O él me matará ¡Matará a toda mi familia!

— Puedo ayudarte, Draco, solo vuelve al lado correcto –Dumbledore cerro sus ojos un momento como si estuviera a punto de caer dormido.

— No, no puede –La mano con la que Draco sujetaba su varita se agitaba fuertemente- Nadie puede... No tengo elección.

De repente desde la escalera se escuchó pasos trotar acercándose cada vez más y un segundo más tarde, Draco se vio rodeado por cuatro personas vestidas de negro.

Mientras que, al otro lado de la habitación, un joven paralizado y cubierto con su capa de invisibilidad miraba todo sin que el rubio lo supiera, por un momento Harry pensó que los mortifagos habían ganado la batalla que se libraba abajo.

— Dumbledore sin varita... ¡solo!... Bien hecho, Draco. Bien hecho –Dijo con una gran sonrisa en el rostro y después volvió su mirada hacia una pequeña mujer que parecía era su hermana.

— Buenas noches, Amycus –Dijo Dumbledore calmadamente como si diera al hombre la bienvenida a una fiesta- Y has traído a Electo también... encantador.

— Hazlo, Draco –Le alentó la mujer apretando los dientes pues no le gusto el tono que utilizo Dumbledore.

Draco veía aterrorizado la cara de Dumbledore quien estaba demasiado pálido y su porte más bajo que de costumbre, ya que se había deslizado hacia la pared de la muralla.

— ¡Hazlo, Draco! ¡Hazlo ahora! –Exigió sin mucha paciencia el hombre llamado Amycus.

El corazón de Harry dio un salto; veía la desesperación y el terror en la cara de Draco y él no podía hacer nada, luchaba silenciosamente. Quería enfrentar a esos hombres, quería defender a Dumbledore, quería apartar a Draco de los mortifagos y protegerlo, pero era imposible. En ese momento la puerta de la torre se abrió y apareció Snape, con su varita en mano y sus negros ojos examinaban la escena, desde Dumbledore acorralado en el muro contra la muralla, hasta los cuatro mortifagos incluido Draco.

Entonces Harry por un segundo suspiro aliviado. Pensaba que su padre ayudaría a Draco y a Dumbledore, porque a pesar de que todos le decían que era un traidor y que solo lo crió para revivir a Voldemort, él siempre se negó a creerlo. Ese hombre era su padre y se negaba fieramente a aceptar que todas las veces que le dijo que lo quería, que lo cuidaría, que nunca lo abandonaría, fueran mentira. No quería aceptarlo.

— Tenemos un problema, Snape –Dijo Amycus, el cual tenía su varita y ojos fijos en Dumbledore- El mocoso parece no poder hacerlo –Pero al mismo tiempo alguien más había dicho suavemente el nombre de Snape.

— Severus...

Snape contuvo el aliento silenciosamente mientras le miraba, jamás en su vida pensó que Albus Dumbledore suplicaría.

Papá por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora