Capitulo vii.

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Comienzo.

Las semanas de vacaciones pasaban con una rapidez impresionante para el grupo, donde los minutos parecían segundos, las horas corrían como los minutos, y ni se diga de los días, los días se convertían en noches y regresaba el amanecer, siendo un nuevo mañana, llegando a pasar la primera semana de su estancia en el pub del pueblo mágico hasta mirar en un calendario la fecha: 31 de agosto. Habían pasado más de un mes en aquella taberna que apestaba a humo y un gran bullicio de gente, donde el bochorno era notorio, encerrados en un cuarto únicamente saliendo a la planta baja para alimentarse. No se afligían ante la necesidad de ir a explorar las calles concurridas del pueblo, donde se escuchaba perfectamente—si mantenías la ventaba abierta—el barullo de las calles repleta de cualquier mago y bruja con un familiar encaminado a las ramas mágicas que proporcionaba su mundo. Sus pensamientos iban más allá que ir a la tienda de bromas de Zonko, donde Alex podía hacer una jugarretas con sus hermanos gracias a esos productos, o ir a Honeydukes por una gran dosis de glucosa para Edward. Tampoco tenían la necesidad de ir a Tomes and Scrolls donde la pequeña Ara encontraría libros de sobra, o ir a Cafe's Noir donde Xico podía degustar con capricho algunos postres. Para nada tenían esa posibilidad en sus mentes, capaces de ir a otro lugares más, explotando como cualquier joven a su edad y compartiendo momentos que hace mucho no volverían a surgir. Capacitados para soportar el ahínco hacia su trabajo, porque desde que pisaron la taberna se mantuvieron ocultos y sigilosos, completamente meticulosos en lo que ellos concierne prioritario. 

Si claro, ¿a quién más podíamos engañar?

Entrando a los aposentos de los guardianes se apreciaba una recamara con una cama capaz de dormir cinco personas, completamente desatendida, las sabanas regadas donde la colcha parecía algo sucia por las ligeras manchas de chocolates y dulces variados, las almohadas encontradas sobre una pequeña silla situada al fondo del dormitorio apartadas del lugar casi sin plumas. Por el suelo, las plumas faltantes a dichas almohadas yacían reposando sobre la madera del lugar, regadas en montículos de ellas, casi revoloteando por los movimientos al hacer en aquel cuarto, al igual aparecían manchas de tintas derramadas del tintero encontrado volcado en algún lugar del cuarto. En el único escritorio que había en el lugar estaba atiborrado de papeles, libretas y libros, donde dos plumas mágicas se movían a la par escribiendo sobre los pergaminos. El único armario estaba desorganizado, las gavetas abiertas queriendo ocultar una pila de ropa entre sucia y algo mal oliente, otra tonelada de libros, rollos de pergamino, tinteros y plumas sobre las estanterías, y el tuvo donde se suponía que habría una hilera de túnicas o camisas, estaba vacía. Todo era un caos. En aquel lugar que parecía una calamidad. Un peli-azul cubierto por un pantalón holgado y una camisa de tirantes, se encontraba leyendo sobre la cama sin percatarse del estado de está, mientras en con otra mano jugaba con una pelotita de goma. En la mesa, una castaña escribía y dibujaba cientos y cientos de garabatos hasta casi tener unas pilas de montañas a su alrededor. En otro lugar, una rubia y una morena platicaban animadamente mientras la glucosa corría por sus venas. Era obvio que dejaron sus actividades varias semanas—dos—después de un tiempo para divertirse como querían, sin reglas, sin entrenamientos, sin obligaciones, solamente ellos cuatro siendo lo descuidados que eran cuando se mentían en sus propios caprichos. 

Pero jamás apartaron la mirada de sus propias actividades hasta que escucharon un «crack» seguido de un golpe seco, expresión de que alguien se había aparecido dentro de su habitación.  Efundieron sus varitas una vez haber visto la capa de humo negro que rodeaba al ser, no fue hasta que las bajaron cuando apareció un hombre de cabellos negros y ojos azules con una sonrisa ladina pero cansada, intentando sostenerse mientras veía a los presentes que en sus rostros expresaba asombro y temor por la apariencia del hombre. 

— ¡Tío! —Gritaron los cuatro jóvenes corriendo hacia él cuando lo vieron desplomarse. 

HP*****DM

Herederos de HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora