Confesiones

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Tengo que escribirlo antes de que sea demasiado tarde, antes que suceda de nuevo, antes de que "ÉL" surja de entre la sombras para cometer su crimen. Sé que no estoy loco aunque la historia que aquí relato parezca de manicomio, y, si lo estoy ¿Quién no ha sufrido los efectos de la locura alguna vez?

En realidad, pienso que una vida sumida en la cordura y el orden, deben ser bastante tediosa y de suicidio. Aunque existen excepciones, pues mi vida tiene tanto orden como un juego de luces y sombras que alternan con velocidad y sin embargo, por mi pensamiento ha pasado el hacerle una visita al verdugo del que ningún humano escapará jamás. Esa dama que debido a su misterio, a su extrañeza, naciones de hombres le temen y sea por la misma que otros hombres le aman y encuentran hermosa ¿Acaso no crees que la muerte es bella? No lo discutiré, más agregaré que llámese casualidad o ironía, que las disputas de estos contrarios terminen en la visita con ella. ¿Por qué quiero conocerla? Quizás sea por la oscuridad y frialdad que abrazan mi "vida" estos días, quizás sea lo contrario, quizás...

Ya no sé qué pensar, ni que haré después, si existe el después. Por precaución me he dado cárcel aquí; he también preparado en esta obscura habitación el instrumento necesario para darle fin a toda esta locura, bastante simple y primitivo: una soga con un nudo corredizo atada al techo; una horca. Solo espero que "Él" me dé suficiente tiempo y honestidad para relatar esta historia...

Era viernes.

Aprovechando que no tendríamos ocupaciones en un par de días, un amigo de nombre Jorge cuya estatura no rebasaba la de un adolescente en desarrollo, de cabello negro como azabache al igual que sus ojos y una nariz aguileña, con una expresión en el rostro casi siempre de hombre al que le han hecho enojar, si menciono este rasgo es por la siempre presencia del mismo, no sé considere al que con alguna vez choque copas, una persona agresiva. Me invitó junto con otros compañeros a una cabaña dentro de los bosques que rodeaban al pueblo, iríamos a cazar. La idea me fascinó, pues siendo yo una persona intelectual y solitaria, siempre he amado los lugares llenos de naturaleza y alejados de la civilización, aunque la idea de atacar estos entornos era una blasfemia para mí. ¿Es que es maldición divina predispuesta en la creación, por alevosía o por error, acto de ese dios que ignoras con tanta frecuencia como le temes, ese sobre nuestras cabezas y bajo nuestro suelo, el que el hombre destruya siempre lo que ama?

Esperé en casa la hora en que todos llegaran, de manera extraña la tranquilidad del día empezó a cambiar, los vientos se agitaron, el cielo se nubló, se podía sentir tétrico frío aun cuando cerré las ventanas ¿Puede en menos de sesenta minutos un día soleado transformarse en tormenta? No creo en el destino, todo lo que sucede, eso que llamamos realidad siempre está a la vanguardia de nuestras acciones. Si un hombre considera que su mirada es externa a la faz de lo que le rodea, apostaría que a ese hombre le falta amar o temer, apostaría que le falta vivir.

Finalmente llegaron, éramos cinco: Jorge. Peter que es un sujeto de cabello castaño, un poco más alto que Jorge y de actitud valiente y retadora. Ben, más alto que los demás, rostro ovalado, de tez blanca tal fueran nubes sus mejillas, algo robusto, sin embargo cobarde. "ÉL", que no noté su presencia debido a lo callado y serio que es; y finalmente: yo. No perdimos tiempo más que una pequeña charla de lo que haríamos cuando llegáramos, la verdad ignoré gran parte de los planes pues ya tenía decidido los míos: aprovechar la mínima oportunidad para separarme del grupo y perderme en la belleza e inmensidad del bosque, sumido en fantasías de cuentos medievales e historias para niños, al menos en lo que llegaba la noche para admirar la bóveda celeste.

Pasé gran parte del viaje sin decir ninguna palabra metido en mis pensamientos, y tampoco Él daba el más mínimo aliento.

De pronto, Jorge me trajo a la realidad con la cuestión más precisa que se le pudo haber ocurrido- ¿En que estas pensado?- Preguntó. La respuesta hubiera sido demasiado larga, además de que habría arruinado mis planes el hecho de contestarla con sinceridad, así que permanecí un rato pensando en algo ingenioso que decir, pero fue tanto el lapso de tiempo que Jorge terminó contestándose a sí solo- Piensas en la función del aquel circo ¿Cierto?- Dijo. Claramente su hipótesis era mentira, pero al comentar el evento mi pensamiento se redirigió hacia éste. Hace unos días que había llegado al pueblo y decidimos ir a verlo.

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