Ahí estaba ese hombre, sentado en la orilla del bote que se balanceaba suavemente frente al ancho y azul mar. Se había puesto ya su traje de buzo y observaba atónito el horizonte, se persignó, y se arrojó de espaldas con gran amor a la inmensidad azul. Nadó un poco observando las maravillas que el sitio ofrecía, criaturas de tantas tonalidades como ofrece el arcoíris, quizá más; nadando de aquí para allá.
Peces, tortugas, manta rayas e inmóviles corales lo deleitaban. Pero él no estaba ahí por ellos, buscaba un vistazo de una criatura más grande y fascinante. Asomó su cabeza a la superficie.
- ¡Reconocimiento listo! ¡Pueden bajar la jaula!
Gritó a sus compañeros. Y estos no le hicieron esperar, con una grúa levantaron una jaula y lentamente la colocaron en el agua, dentro de esta había una cuerda que el buzo podía jalar para avisar a sus compañeros que lo volvieran a subir. El hombre se metió dentro de la jaula y se hizo una pequeña herida en la mano con una navaja que llevaba. La sangre se diluía lentamente en el agua, el hombre sonreía al ver que dentro de poco tiempo su plan surtió efecto. Los tiburones, esos seres feroces y admirados por él, considerados los reyes de los mares, lo empezaban a rodear, era el espectáculo de su vida. Pero no tomo en cuenta algo, los tiburones no son payasos dispuestos a ofrecer una función a cambio de nada. Un tiburón se acercó con velocidad a la jaula y la golpeó fuertemente sacudiéndola de un lado a otro, el hombre empezó a sentir gran miedo y adrenalina y su herida no dejaba de sangrar y los tiburones de azotar, atacaban a la jaula con su cola y la mordían por donde podían, hasta que después de tantos intentos lograron romperla, el hombre comenzó a jalar la cuerda desesperadamente, cada vez con más fuerza, mientras veía como un tiburón se acercaba rápidamente hacia él por donde se había roto la jaula. El hombre seguía en la profundidad y parecía que nadie se percataba de su alarma. Entonces tuvo al tiburón frente a frente, la sangre se le helo y se dijo adiós y a todo las maravillas del mundo, sin embargo el tiburón solo se le quedo viendo y movió la boca. El hombre pudo escuchar lo siguiente:
"¿Estas herido? Nos costó trabajo liberarte. ¡Por favor escapa de tus captores!"
En ese momento la jaula comenzó a subir rápidamente y fue colocada en la cubierta del bote, donde los demás hombres esperaban al buzo. Al ver la jaula rota le preguntaron:
- ¿Pero qué sucedió ahí abajo?
El buzo no dijo nada, salió de la jaula, se dirigió a la orilla del bote y se arrojó de nuevo al mar nadando hacía el horizonte...
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Cuentos y Relatos
Mystery / ThrillerPara aquellos valientes o quienes les ha azorado la monotonía de la existencia, se les invita a leer el prólogo y a partir del mismo tomar la no sencilla pero de coraje decisión de ahondar en el misterio que habita estas páginas.