8. Advertencia.

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No había juicio más imparcial que el de un beta, sin poder aspirar a las altas posiciones, sin ser tratados como débiles objetos y usar la compasión como armamento, eran los pequeños engranes que movían las piezas más grandes, el noventa por ciento de la población, los que no se daban cuenta que el numero hacía la fuerza.

Samuel debía admitirlo, las fotografías no le hacían justicia a la belleza de Aeva, pero no lo engañaría su apariencia angelical y su piel de oveja. Lo había descubierto, era irracional, egoísta y manipulador; No necesitaba más, que las conversaciones con Leo y las actualizaciones en los diarios.

Sus instintos gritaban peligro. —Lo necesito para una junta y cerrar un contrato—Habló con rapidez, mientras apuntaba al moreno.

La interrupción de los presentes había roto el encanto en el que había caído absorto Des. Así que dejó partir a Leo con el rubio, con un sutil toque de la mano del moreno contra la suya y una promesa de regresar para informarle de sus avances.

Se quedo quieto mirando pacíficamente a los botones de flor que colgaban de las enredaderas, mientras se preguntaba ¿Resultaría efecto? O estaría apuntando demasiado "al cielo", Lovelance bloqueo la luz del sol que lo bañaba, obligándolo a dirigir su mirada a ella.

Mientras que con las manos en la cintura, y el ceño fruncido la morena le exigía respuestas.—¿En tu defensa?— Musitó con enojo.

— No puedo arreglar el pasado, ni quitar la marca en mi cuello... —Murmuro al saberse sólo con Lovelance y como único testigo de lo que decía, el silencio abismal de aquel lugar— ¿Por qué no arriesgarme en este juego? — Sonrió mientras Clavaba su mirada ámbar en la cobriza de Emma, percatándose de la duda, esa que hacía un momento había albergado Leo.

Apartó la mirada resignado; ella tampoco lo entendería. Sólo suspiro, mientras decidía ponerse de pie y regresar a su habitación, dándole la espalda a la morena.

No tenía sentido continuar hablando, lo que había comentado era la verdad, una cortesía por ser Emma, "su amiga y su confidente". Aquella que jamás se atrevería a clavarle un cuchillo por la espalda... como él seguramente lo haría de ser necesario. Dirigió sus pisadas hacía la entrada de su residencia dejando a la morena petrificada con un semblante descompuesto.

—¡¿Por qué Leo?! —Gritó, mientras se sujetaba con fuerza a su torso, —¿Quieres tener el poder de las empresas? ¿Por qué yo no?—Las oscuras mejillas se volvieron cobrizas ante la revelación. —Yo haría todo...—Hipeaba contra su espalda, prometiendo—lo que tu quisieras...—Murmuro.

Des detuvo su andar, al parecer lo entendía muy bien. Tal vez estaba equivocado, era más que un cuchillo con lo que lo había atacado. Pero ahí estaba, el peor enemigo del ser humano, ese viejo amigo que le saco los ojos y empaño su corazón: el amor. —Echaría a perder tu reputación y lo poco que has alcanzado, Emma. —Soltó las manos que sujetaban su pecho con suavidad — No necesito esa clase de compasión —Giró para estar nuevamente frente a ella; mientras le brindaba una sonrisa rota y un semblante descompuesto— No de ti— afirmo con un semblante serio y despectivo, sin dejar de clavarle los ojos cual dagas.

—Lo siento, no quise... yo...—La mujer temblaba, esquivo la mirada del alto. Des era más que un omega para ella, le debía tanto, su posición, su educación, todo lo que tenía era gracias al elegante joven que tenía enfrente. Tal vez fue demasiado egocéntrica, creer que podría proveerle lo que deseaba... que quizá podría ser su pareja, y brindarle lo que quería, pero ¿Qué quería Des? Ella siempre pensó que era tranquilidad.

—¿O acaso quieres lo que todos los demás, Emma? —Acortó la distancia entre ellos—Dinero, posición, y un dulce omega a tus pies. —Ladeo su rostro hasta poder suspirar entre su oído y su cuello—Sabes que no puedes llenarme las entrañas con hijos, ¿Así que es lástima? — Se aparto de ella y sonrió irónico, casi divertido, observando como la beta se encogía sin poder sostenerle la mirada — Y si no lo es, ¿Debo suponer que hallaste la manera de no caer conmigo?—Sugiriendo con sus palabras, que lo abandonaría de ser necesario— ¿Qué más ofreces? —Asevero con gracia, extendiendo sus brazos, sin ella atreverse a encararlo o defender lo que sentía. Des sólo borro la sonrisa de su rostro. Era por eso que para el papel de su cónyuge... Lovelance no servía —No tientes tu suerte, Emma—Murmuro monótono, mientras tomaba con delicadeza su barbilla, haciéndole que lo mirara —Porque eres prescindible, como todo.

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