2. El lobo.

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Disclaimer: AMOLAD pertenece a theSnipster.


Se había despertado tarde, escuchaba el repitido del reloj reclamarle el no haberlo apagado a tiempo, con desgano se levantó de la cama y presionó a la ruidosa alarma; las inmaculadas paredes blancas de su departamento resaltaban aun mas su piel canela. La luz que entraba sin pudor resaltaba la musculatura de su cuerpo, recogió algunas almohadas que habían caído al suelo tras su sueño; sus iris verdes lucían transparentes por los rayos de sol que se colaban por el ventanal hasta su rostro.

Vivir en el último piso de aquel condominio lo hacía no preocuparse por su vestimenta, o de si alguien lo veía desde fuera; el emporio de los Spindler era tal, que podía darse el lujo de no tener cortinas, lo único que se veía hacia el exterior eran los nubarrones grises y la blanca luz del sol, que batallaba por salir de aquella capa de smog; a lo lejos los rascacielos que estaban a la par de su departamento se levantaban orgullosos, llenos de aquel aire de majestuosidad y abundancia como si tratasen de alejarse de la escoria e inmundicia de las viejas y manchadas calles de Detroit.

Se dirigió a su cocina mientras servía el café caliente en una taza, tomó con una mano la revista que descansaba en la mesa de vidrio cortado; leyó ávidamente el encabezado de su revista FORBES. "Aeva, nunca un omega fue tan sobrevalorado" la revista del mercado internacional y potenciales socios había sido rebajada a un anuncio social y chismes de la clase "alta".

No creyó volver a ver esos petrificantes ojos ámbar fuego, su cara de molestia y desapruebo de aquella fotografía se leía en toda su expresión; estaba sentado en medio de su "familia", en un sofá de madera negra y revestimiento rojo, con su tutora la dotada en virtud y belleza Vanya, a la izquierda y el esposo de aquella a la derecha. Des lucía completamente ajeno a la foto, mientras la pareja se veían infinitamente dichosos; aunque eso reflejaran por fuera; en el pequeño círculo de absurdamente multimillonarios de Michigan, los Aeva no eran más que trepadores y caras bonitas.

—"Los" sería mucho decir, Des quedaste sólo desde que tus padres no están. —Murmuro con monotonía para sí mismo.

Cerró la revista, mientras detallaba con la yema de su dedo la fotografía y aquel ridículo collar negro que obligaban a los omegas a vestir; como protección de que fueran marcados; aquella llave que abría el cerrojo de su "castidad" sería dada a la pareja "destinada". Bufó molesto mientras daba un gran sorbo a su expreso.

—En este retorcido mundo, el destino es escogido por aquellos que pueden pagarlo — Soltó con enfado en un roto lamento, al leer la noticia con rapidez, claramente ponían a Des como un objeto fácil para llegar a ser multimillonario, sin que les importase aquél, todo era señalado como las ventajas que adquirirían tras tenerlo.

Sentía a la furia recorrer su sangre y llegar a su cerebro, sólo para provocarle una fuerte migraña, los años no hacían que el coraje pasara, a sus veinticinco años, aun recordaba todo con exactitud.

Era un chiquillo cuando lo conoció, un niño de escasos once años que a su parecer actualmente, era demasiado inocente; sus padres notaron en aquella primera fiesta su interés por aquella persona.

Los candelabros encendidos, las enormes mesas llenas de los platillos más inimaginables y apetitosos, amplias cortinas aperladas que los encerraban en ese gran salón, todas las parejas vestidas en pares con hermosos vestidos de noche y elegantes trajes de moño blanco, el olor de las flores dejaba fuera de cuestión quien era omega o alpha en aquella cena de gala de las familias multimillonarias.

Y aun con todo esto, en un rincón tal vez, fuera de la vista de los curiosos, su pequeño mechón ámbar se asomaba, un delicado moño adornaba su cuello y una camisa de cuello alto lo cubría por completo; Tal vez fueron sus extrañas pestañas que parecían haber sido colocadas para hacerlo lucir indefenso, tal vez era su cabello, ese bicolor que se arremolinaba y sobresalía del resto, pero; de algo estaba seguro, habían sido sin duda alguna, sus ojos; esos altivos y llenos del sol...aquel niño de cinco, había cautivado por completo su atención.

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