Capítulo 3

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Cat y yo salimos corriendo de nuestra clase en dirección a los vestuarios. No es que adoremos la clase de Educación Física, es que acabamos de tirar el botecito lleno de tizas de la profesora con peor carácter de todo el maldito centro. Mala idea.

- No vuelvo a acercarme a ti -le digo a mi cómplice en el asesinato de una docena de tizas blancas y tres de colores-.

- ¡No es culpa mía!

- ¡Lo tiraste tú con tu maldito bolso!

- Fue sin querer...

Resoplo ya algo cansada y paramos justo delante de las dos puertas de los vestuarios. Entramos a la correspondiente para las chicas y oímos una maratón de los estudiantes de nuestra clase llegando segundos después. Parece que a ninguno le apetecía oír la bronca de esa señora. No me extraña.


- ¿Acabamos de provocar una estampida? -pregunta una Cat divertida-.

- No, un tsunami.

Me golpea en el brazo por responderle irónicamente y nos reímos. Me cambio rápido y espero jugando con mi teléfono al lado de Cat, quien es exasperantemente lenta para cambiarse. Ya han salido un par de chicas cuando ella empieza a atarse las deportivas y para cuándo acaba apenas queda nadie.

- Voy a tener que enseñarte a atarte más rápido los cordones. Un niño de cinco años tarda la mitad.

Ella se limita a hacer un puchero enfurruñada a la vez que nos colocamos delante de un profesor de gimnasia aparentemente algo molesto hoy. Apuesto lo que sea a que el director le ha prohibido llevarnos a hacer paintball. No es que no me hiciera ilusión, es una actividad que me llama la atención, pero no sé si quiero ir con los retrasados de mis compañeros. Lo digo desde el cariño, que conste, simplemente no encajamos y es algo ya asumido.


Las clases pasan rápido, tanto que antes de que me dé cuenta ya estamos en el descanso, comiendo. Cat y yo estamos frente a frente compartiendo los alimentos que tenemos en nuestros bentos. Mientras le robo el tercer trozo de pollo rebozado mi mirada se desvía sin que me dé cuenta hacia Yagami. Está como siempre a esta hora: manejando los palillos con la mano derecha a la vez que sujeta un libro con la izquierda para leerlo. Parece que hoy no hay nadie acosándolo. Normalmente está así, pero con un grupo de personas revoloteando a su alrededor tratando de hacerse amigos suyos, aunque a él no parece interesarle. Tiene un trío de chavales con el que suele hablar, pero poco más. Creo que los compañeros no le llamamos la atención a punto de socializar. Y aún así es el más popular, tócate el coñ...

- ¡_____!¿Quieres hacerme caso?

Me sobresaltó levemente y miro a mi amiga de mal humor.

- Llevas diez minutos mirándolo fijamente con la comida a medio meter en la boca. Acábate el pollo por lo menos -ríe suavemente-.

Pongo los ojos en blanco evitando pensar en el tema y así sonrojarme para optar por meter todo el pedazo en la boca. Sí, toda una dama. Mientras mastico trato de atender a Cat y su discurso de, al parecer, por qué tienen que prohibir dar clase los lunes. Juro que lo intento, pero vuelvo a mirar disimuladamente a Light, de forma que ni mi querida rubia se dé cuenta.
"¿Qué haces?", le pregunto al chico en mi mente como si me fuese a responder. Está finjiendo que lee pero al igual que yo no se centra en lo que debería (una conversación, en mi caso, o un libro, en el suyo). No para de mirar continuamente por la ventana. Parece que está controlando lo que ocurre fuera. Miro por la ventana que tengo yo más cerca, pero no parece haber nada. Tal vez no lo puedo ver por la perspectiva.

- Y es que me parece realmente injusto.

Miro a Cat, quien parece haber terminado su discurso y asiento firmemente.

- Tienes toda la razón.

Sonríe e hincha orgullosa el pecho. Me pregunto qué habrá estado diciendo.


Revuelvo mi pelo en una especie de tic mientras Cat habla con unas compañeras de un proyecto que tienen que hacer. Por mi parte, mi grupo ya quedó en hacerlo cada uno por su parte para luego enviármelo y que yo haga los ajustes para que todo quede más o menos similar tanto en forma de expresarse como en coherencia. Fácil.

- Esta chica siempre que se pone a hablar no para... -comento para mí misma en voz baja-.

Si la señorita Villian tiene un defecto, es hablar de más. Me río mentamente, pero de forma cariñosa, de su apellido mientras sigo "peinándome", pero lo único que hago es disfrutar de la sensación que provoca mi pelo al moverse mientras los alboroto aún más.

- Bueno, pues queda todo claro. Nos vemos, chicas.

¡Al fin!¡Acabaron de hablar! Pensé que tendría que acampar aquí hoy o algo así...

- Cath, te adoro y lo sabes, pero la próxima vez que te pongas a hablar diez horas con alguien, me piro.

-Mentira, no lo harás - sonríe segura de sus palabras-.

La miro fijamente asegurándome de mantener una expresión seria que acaba provocando que su sonrisilla se vaya borrando poco a poco. Acelero el paso y ella se dedica a corretear detrás mía exclamando mi nombre.

- ¡Eres cruel!

Río por las quejas que recibo y echo a correr seguida de una adorable rubia que parece empezar a lloriquear ante mi indiferencia. Sigo corriendo sin dejar de reirme cuando veo a Yagami observando uno de sus cuadernos de clases, uno negro. "¿Qué tanto analizas, tonto? Solo es uno de tus dichosos cuadernitos con ejercicios perfectos". Creo que debería dejar de hablarle mentalmente a la gente, total, nunca me responden.


Intento de detective (Elle Lawliet y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora