Capítulo 8

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Garabateo sin ganas en una esquina de la hoja con la mejilla apoyada contra la mano. No se me ocurre cómo solucionar estos ejercicios de matemáticas y no puedo recurrir a nadie por lo tarde que es. Sabía que tendría que haberme hecho amiga de alguna persona buena en ciencias. Resoplar astiada y mirar el reloj cada medio minuto es lo único que hago, asi que dudo poder sacar algo de provecho al estar sentada sin hacer los deberes, sin duda alguna sacaría más provecho de la noche pasando tiempo con mis padres, ellos siempre dicen que el tiempo en familia es de vital importancia y yo soy una hija obediente. Recojo el libro, la libreta y los folios mientras meto los bolígrafos en el estuche tarareando y moviendo la cadera con torpeza pero alegría. Me deslizo por el pasillo y bajo las escaleras sin hacer apenas ruido por ir simplemente con calcetines.

   —De momento no sabemos cómo tienen lugar, pero tantos infartos...

   —Tranquilo, cariño, seguro que conseguireis solucinarlo.

   —No, amor, esto está a otro nivel. Necesitamos a L y muchos compañeros se muestran reacios a que nos ayude. Estúpidos arrogantes de ego frágil...

   —¡Ese vocabulario!

Me encojo en mi sitio al oír a mi padre soltar un cuchillo tras un golpe, apuesto lo que sea que con la cuchara de madera con la que mamá suele cocinar, y me tapo la boca para que no me oigan. Si consiguiese deslizarme un poco más cerca oiría mejor.

   —Pero ese tal R...

   —L, mi vida, L.

   —Bueno, ese señor. ¿Tan bueno es? Es decir, si no podeis resolverlo vosotros siendo un grupo tan amplio y bien formado no veo cómo podría hacer un hombre solo. No tiene sentido.

El tono escéptico de mi madre me ayuda a imaginarme su cara en la que pone la boca casi como si fuese el meme del Grumpy Cat mientras te mira de reojo como si fueses tonto o estuvieras loco. Tan dulce como siempre, mami.

   —Él no es un simple hombre o un simple detective, él es EL detective —remarca haciendo un exagerado énfasis—. Cualquier caso que acepte lo resuelve y en tiempo record. No hay un solo caso que puedas buscar que él haya tratado y no esté resuelto.

Me inclino totalmente atenta quedando justo al límite que marca la esquina de las escaleras y que lleva a nuestra sala de estar donde solemos comer y hacer vida en familia.

   —Bueno, entonces supongo que sí que será bueno tenerlo en el equipo. Que no sean tan orgullosos  tus compañeros y que se lo pidan.

   —No es tan fácil.

  —Nunca es tan fácil, según tú.

  —Es en serio. El problema es que mucho se muestran  reacios a aportarle información o tratar de ayudar. Son peores que niños pequeños. Parece que no se dan cuenta de la maravillosa capacidad de L, de todo lo que puede hacer y que muchos solo sueñan.

   —Si tanto te gusta deberías casarte con él, no me celo —bromea mi madre.

   —Sí, claro, me vuelve loco.

   —Puede ser. ¿Es mono?

   —¿Y ese interés?

   —Por saber, hombre, por saber. Una ya no puede ser curiosa, por dios.

   —Pues no lo sé.

   —Oh, venga...

   —Es cierto, nadie lo sabe. Solo su ayudante, Watari, conoce su rostro. Él lleva el portatil a través del cual nos comunicamos con L. Solo oímos su voz distorsionada y vemos una L gótica mayúscula en la pantalla. Y ni siquiera sabemos cómo es él, siempre lleva un sombrero y gabardina.

Intento de detective (Elle Lawliet y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora