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III

Hubiera preferido quedarse encerrada en su cuarto pasando su momento de vergüenza a solas. Otra vez tenían un entrenamiento de esos especiales en los que les sacaban la mierda a patadas, y esta vez se les iba a unir la clase 3-A.

No iba a ser divertido, pensó Sakuretsu, siendo estampada contra una pared por tentáculos que la tenían enrollada como una boa constrictora.

¿Por qué siempre le tenían que patear el culo en los entrenamientos?

— ¿Estás bien?

Los tentáculos la liberaron, y Sakuretsu cayó pesadamente en el suelo. Estaba malditamente cansada, quería tirarse en su cama y dormir por el resto de la semana.

—Gracias, Tamaki. —Graznó tomando la mano que le cedía el Suneater, ganándose un sonrojo y una tímida media sonrisa en respuesta.

Aunque tuvieran un año de diferencia, y la brecha en cuanto a habilidades fuera casi inalcanzable de superar, Sakuretsu y Amajiki Tamaki se conocían porque él parecía tener un cierto interés más allá de amistoso con Saya (aunque la muy lenta no se hubiera dado cuenta todavía), y a veces se aparecía en el salón con su característica mirada gacha, hombros caídos y aura de baja autoestima, buscando a la bruja de la clase 2-A cuyos ojos grises se iluminaban cuando lo veía pasar por la puerta.

Y bueno, Sakuretsu no tenía respeto por sus mayores ni le tenía miedo a nada, por eso lo llamaba por su nombre sin más, aunque no tuvieran demasiada confianza.

—Tienes muchas aperturas y te falta trabajar en el combate a corta distancia. —Advirtió el mayor. Sakuretsu asintió enérgicamente: no se recibía consejos de uno de los tres grandes a diario.

Escuchaba gritos y explosiones en todos lados del campo de entrenamiento. De reojo pudo vislumbrar a Haru sufriendo como un pobre desgraciado los ataques de Mirio, y Aimi sin muchas posibilidades ante la temible Nejire.

Soltó un bajo silbido.

—Es sólo un año, pero se nota demasiado la diferencia —dijo, recibiendo un asentimiento de Amajiki.

—Es lo que hemos aprendido de todo el tiempo en el internado.

—Supongo.

Se limpió el traje de polvo imaginario y manchas de tierra, y comenzó a estirarse, dando por terminada la sesión de 'démosle una paliza a la pelirroja' por ese día. Tamaki la miró de reojo.

— ¿Vas a optar por el internado este año?

—No tengo muchas ganas —explicó. No tenía una relación muy estrecha con el mayor, pero al menos podían comunicarse sin mucho problema. Tamaki era sencillo, a menos que trataras algún tema que tuviera que ver con su autoestima, no era pesado hablarle—; el año pasado trabajé con Best Jeanist. Digamos que no me dejó muchas ganas de participar en el internado de nuevo.

Un escalofrío le recorrió la columna vertebral. Recordaba perfectamente cómo el héroe rubio le había obligado a cortarse el cabello, a cambiarse el traje e incluso a luchar contra su naturaleza para mantener apagadas las llamas que quemaban en su pelo todo el tiempo.

'Eres hermosa' —le había dicho— ', no hay necesidad de que opaques tu belleza con ese fuego. La imagen de un héroe es importante.'

Sí... malos momentos que prefería dejar en el olvido hasta el día de su muerte.

—Entiendo. —Tamaki se había quitado la capucha de su traje y la máscara.

No hablaron más. Amajiki estaba viendo fijamente la pelea de Saya contra otro de sus compañeros de la clase 3-A, y Sakuretsu se limpiaba el sucio de las uñas. Hasta que Midnight, pocos minutos después, habló en voz alta para avisar que su entrenamiento ya había terminado. En ese momento Kyūzō se levantó de un salto y caminó para reunirse con sus propios compañeros, despidiéndose de su senpai moreno con una mano y una sonrisa serena.