El final del verano.

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Última semana de vacaciones. Susurró Lara ese día al despertarse, se había pasado todo el verano ignorando, de forma intencionada, que en algún momento llegarían éstas fechas. El hecho de saber que todos los jóvenes se habían levantado con el mismo pensamiento tampoco la reconfortaba, quizás porque ellos lamentarían el fin de las fiestas, las tardes en la piscina y los amores de verano. A Lara eso no le importaba, no porque no fuese una niña divertida o no tuviese amigos, sino porque renunciaría a todas las fiestas y reuniones con colegas de diez veranos con tal de no tener que volver al instituto. Lara no estaba sola, tenía muy buenos amigos y unos padres mediocres, el balance no era tan malo. Sin embargo, en el instituto se encontraba sola, ninguno de sus amigos iba al mismo que ella y por descontado, ninguno de sus padres sabía que Lara sufría con el mínimo pensamiento de volver ahí.

Lara se levantó e intentó pensar en positivo. Aún era lunes. Quedaban 7 días enteros que disfrutar, y eso es lo que haría. Se levantó con prisa no queriendo malgastar ningún segundo y bajo hasta la planta de abajo donde no había nadie por lo que dedujo que su casa entera se encontraba vacía. Sus padres no habían vuelto aún. Miró el reloj: las 9 de la mañana. Suspiró. Lara sentía que suspiraba más de la cuenta para lo joven que era, suspirar es cosa de padres, de gente con preocupaciones reales, no de una niña de 17 años. El pensamiento le hizo volver suspirar. Podría haber entrado en un bucle si el teléfono no hubiese empezado a sonar en ese momento, la niña se acercó al teléfono fijo instalado en la cocina y descolgó. Una voz chillona le penetro el tímpano:

- ¡BUENOS DÍAS LALA! –Escuchar a su amigo Teo hizo recordar a Lara que se había propuesto disfrutar de sus últimos días, por lo que se esforzó en responder con tono animado.

- Qué tal Teo, suenas feliz –Quizás no lo consiguió del todo.

- Y tú suenas como si acabases de pisarle la cola a un cachorro sin querer, anímate un poco Lala, aún quedan 168 horas para que empiecen las clases. Y no pienso aguantar 168 de ininterrumpidos suspiros tuyos –Por fin Lara sonrió, así era Teo, podría estar explicándote el argumento de los Teletubbies y aun así introduciría datos científicos y comentarios pedantes. Su amigo tenía un coeficiente intelectual bastante superior a la media, el primer día de colegio, Teo se sentó al lado de ella, y le confesó como si fuese el secreto mejor guardado de la historia, que traía dos enciclopedias en la mochila, y que las leía cuando se aburría. Desde entonces ellos dos son inseparables. Quizás pueda parecer algo insufrible tener que aguantar a alguien que se sabe todos los ríos del mundo ordenados por capacidad de caudal, pero no lo era. En cuanto te acostumbrabas a él te dabas cuenta de que él no lo hacía para hacerte sentirte tonta, o para demostrar todo lo que guardaba esa gran cabeza, lo hacía porque él es así. Teo caía bien a todo el mundo y tenía amigos por todo el globo terráqueo, este verano mismo fue a Escocia invitado por una muchacha que conoció un día sacando a su Gran Danés. Lara no podía no sentir envidia de la facilidad con la que a Teo le surgían los amigos.

- Está bien –contestó ella procurando que se notase la sonrisa en su voz – y qué propones para animar el día, ¿hace calor? – Ahora Lara miraba por la ventana de la cocina, que daba a un pequeño huerto cuidado por su madre, para el verano tan duro que estaba haciendo, se encontraba incoherentemente verde, su madre se sentía muy orgullosa de esto mismo. La casa de los Vills, no era muy grande, su padre siempre había dicho, "cuanto más grande la casa, más hay que limpiar" así que vivían en una casa de 3 habitaciones en la que a simple vista habrías jurado que no caben 3 habitaciones. El sol pegaba con fuerza a las tomateras de fuera. La muchacha intuyó la respuesta.

- Mucho, me he levantado hoy a las 7 para sacar a Cecilio y por poco me tengo que meter en la fuente de la señora Metris, es imposible salir a la calle ahora mismo. Pero esta noche vamos a una fiesta.

- ¿Una fiesta? ¿De quién? – No le resultaba raro que hiciesen una fiesta un lunes, en verano se hacían independientemente del día, pero para éstas fechas, todos los padres habían vuelto de las vacaciones sin sus hijos, y no se encontraban lo suficientemente sedados por el spa o las olas de la playa como para permitir una fiesta bajo su techo.

- Villegas ¿recuerdas? – lo recordaba, el chico de apellido latino que no era latino – vive en el hotel S&S al final de la avenida, dice que toda la última planta es suya ¿no es increíble? Va a ser una pasada – Lara se sorprendió, nunca había conocido a nadie que viviese en un hotel. Se encogió de hombros.

- Está bien, ¿quedamos para las 9?

Acabaron acordando encontrarse al final de la avenida a las 9 y media ya que Cecilio, el Gran Danés de Teo, estaba acostumbrado a salir a las 9 en punto. Lara habría jurado que si el perro pudiese hablar, Teo y Cecilio tendrían discusiones acaloradas sobre cuáles son los 3 mejores gases de la tabla periódica. El pensamiento le hizo reír.

Sus padres llamaron a las 2 de la tarde diciendo que se quedarían un día más, ella ya lo había intuido y había hecho únicamente comida para ella, aun así, la noticia le hizo suspirar. Otra vez. 


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