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— ¿¡Que ella que!? -Gritó Ágata tras escupir su zumo al suelo

— Si... No entiendo por qué... -Murmuré

— ¿Y qué piensas hacer ahora?

— ... No lo sé...

— ¿Crees que ella hará algo?

— No lo sé...

— ¿Sabes decir algo que no sea eso?

— No lo sé...

— No sé si sabes lo grave que es esto...

— Me hago una idea... -Carraspeé

— Creo que deberías hablarlo con ella... No sé, teníais una buena amistad

— No me apetece mucho hablar con ella, la verdad...

— ¿Tan horrible fue? -Me miró a la cara- Quiero decir... Puede que en el fondo te haya gustado

Me quedé en silencio pensando en lo ocurrido. Trató de violarme, si, pero era el alcohol quien actuaba por ella. ¿Debía culparla?

— No lo se... -Dije- Supongo que necesito pensarlo...

— Si, tranquilo. No es algo que pase todos los días. Estoy segura de que más de uno habría querido estar en tu lugar -Rió dándome un codazo

No pude evitar reír también. Con Ágata todo parecía tan sencillo...
Para animarme, salimos a dar una vuelta. Visitamos el museo de arte, donde Ágata hizo comentarios sobre los desnudos de las esculturas y los cuadros, a lo que yo me sonrojaba y la hacia callar.
Cuando ya lo vimos todo, fuimos al acuario, y finalmente solo caminamos sin rumbo fijo hasta llegar a la estación de trenes a las afueras.

— Vaya, no venía aquí desde que era niña -Comentó

— Yo tampoco. Recuerdo que veníamos aquí con nuestros padres a jugar -Sonreí nostálgico

— Voy a por unas bebidas a la máquina. ¿Lo de siempre?

— Lo de siempre

Ágata fue hacia la máquina expendedora y yo la miré sacar las bebidas. Justo cuando se agachó a recogerlas, la pared fue destruida, la máquina salió volando y ella no salió despedida también de milagro.

— Vaya, eso ha estado cerca -Dijo impasible

Tras la cortina de humo y sobre el montón de escombro, se podían apreciar un montón de siluetas. Una bastante grande y las demás muy pequeñas. Cuando el humo se disipó, pude apreciar como había un montón de las criaturas que atacaron la casa de Rebecca delante de una figura completamente negra. Era vagamente humanoide. Tenía la cabeza pequeña, la mandíbula ancha y un enorme cuerpo musculoso. Sus manos eran colosales, como bolas de demolición.
Ese gran ser se incorporó y rugió.

— ¡Al ataque! -Gritó

Ante su señal, los pequeños seres simiescos comenzaron a devorar todo lo que alcanzaban y se multiplicaban sin parar.

— Esto... Jairo, guapo, dime qué tienes el cuaderno -Me susurró Ágata

— ¡Estoy en ello! -Dije agachado y dibujando como podía. El lápiz a penas tenía punta

Dibujar bajo presión no era mi ideal. Me temblaban las manos y a causa de esto, la mina se rompió.

— Esto no es bueno... -Dije- El lápiz ha muerto

— Oh no... -Miró alrededor y se lanzó en carrera hacia los seres de tinta

— Atrás, sucia humana -Dijo el enorme ser a punto de golpearla

Por fortuna, Ágata lo esquivó y siguió corriendo hasta meterse en la taquilla donde se compran los tickets. Tomó un bote lleno de lápices y bolígrafos y corrió hacia mi sorteando a los seres de tinta, aunque no pudo evitar que le rasgasen el jersey.

— Ugh, a la mierda esto -Terminó de quitarse el jersey mientras me daba el bote

— Esa camiseta es mía, ¿No?

— ¿¡Crees que es el momento de hablar de eso!?

— No señora -Volví a dibujar, está vez a boli.

Las pistolas de agua salieron del cuaderno, pero esta vez eran mucho más ligeras. Comenzamos a atacar a las criaturas de tinta.
Al darse cuenta de la ofensiva, los simios alados volaron hacia nosotros, pero no llegaban a acercarse suficiente gracias a las pistolas. Acabábamos enseguida con ellos, y tan solo quedaba un charco de tinta aguada donde antes había criaturas de tinta. El enorme ser que era el único que quedaba con vida, nos miró.

— Vais a pagar por esto... -Dijo- Yo, Inkrawler, primero de los cuatro Inkomanders, os reduciré a cenizas

Así que esa criatura tenía nombre. Y había tres más como el... Nos atacó. Lanzaba puñetazos con sus manazas a diestro y siniestro, y si bien no nos daba, allá donde impactaba dejaba grietas y manchas de tinta. Su fuerza era colosal, pero se limitaba a eso. Fuerza bruta. Lográbamos regarlo con agua cuando se enganchaba el la pared, a lo que emitía gruñidos de dolor. Definitivamente el agua debía de dolerle.
Seguía tratando de golpearnos, pero solo lograba seguir recibiendo disparos.
Cuanta más agua lo alcanzaba, más menguaba. Llegó a un punto en el que era más bajo que Ágata, aunque seguía siendo más alto que yo.
En ese momento saltó muy alto y tras dar un puñetazo con fuerza en el aire, salió despedido.

— ¡Y no vuelvas! -Gritó Ágata con superioridad

— Vaya... -Dije- ¿Que era eso? Dijo que se llamaba... ¿Inkrawler?

— Y era uno de los cuatro Inkomanders o algo así...

— Entonces debe haber más como el... Y atacarán fijo

— Si... ¿Crees que si hay hembras alguna dejaría que te la foll-?

— ¡Ágata! -Protesté rojo

— Lo se, lo se... No tienes esos intereses -Repitio en tono de burla

— Sea como sea... Si esos seres planean atacar debería preparar una contraofensiva... Hay que estar preparados para un ataque...

— ¿Entonces qué harás?

— Tengo una idea, pero tengo que ir a casa -Me volteé para regresar pero luego miré a Ágata- ¿Por qué llevas mi camiseta?

— Somos amigos, ¿No? No hay problema en que nos prestemos la ropa

— Bueno, bien mirado...

— Así que si alguna vez quieres, te prestaré mis bragas usadas

— ¡Ágata! -Protesté

Ella rió y volvimos a casa. Ella me acompañó y se quedó un rato jugando con Vinci mientras que yo trabajaba en una contraofensiva. Necesitaba alguien capaz de hacerles frente. Un héroe. Si, debía crear un héroe que salvase la ciudad de estos seres de tinta.

GarabatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora