CAPITULO 7

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EN EL BAR DEL HOTEL

Entrando por la puerta del bar, Demian se dirige directamente a la barra, pidiendo un vaso de vodka; cuando el cantinero le entrega la bebida esté pregunta.

- ¿Qué tanto conoces al sacerdote de la catedral?

- ¿Se refiere al sacerdote Gregoire?- respondió el cantinero.

- Desconozco si hay algún otro pero si- contesto Demian.

- En lo personal no, pero lo que sí le puedo decir es que es una persona muy comprensiva, como si en algún punto de su vida hubiese sufrido mucho. ¿Por qué?

Perdido en sus pensamientos.

- Simple curiosidad mi amigo- exclamo dando un trago a su vaso.

Volteando a ver el resto del establecimiento puede apreciar al fondo de la barra un jarrón con un ramillete de flores algo singulares por lo que pregunta.}

- ¿Disculpa, que flores son las tienes al fondo?

- Son crisantemos señor- respondiendo al cantinero al voltear a su espalda.

- Kiku- suspiro Demian al escuchar el nombre de aquellas flores blancas y rojas.

Flashback

Año 1274 región de Chugoku

Llegando a la entrada de su casa portando su uniforme y con una pequeña caja en sus manos como presente para su esposa. Deslizo la puerta para entrar quitándose los tsuranuki para ingresar a su hogar; a lo que inmediatamente fue cálidamente recibido por su hijo Daiki.

Al ver a su mujer la abrazo, y le entrego aquella pequeña caja que al abrirla contenía una peineta con un mechón de su cabello y dos flores.

- Te otorgo un mechón de mi cabello, y dos kikus; una blanca y una roja. La roja acompañada de mi cabello como prueba de mi amor a ti, así como la Kiku blanca para ser colocada junto a mi tablilla al no ser que ya no regrese- exclamo el samurái.

A lo que lo su esposa correspondió procediendo con el Ki No Jinmei preparándolo de esta forma para su partida a una guerra más... o tal vez la última.

Fin del Flashback.

Volviendo en si Demian volteo a ver a los ojos del cantinero para pedirle que le vendiera aquellas dos flores.

- Claro sin problema, serian ₣ 3- contesto el cantinero

A lo que Demian le contesto que lo apuntara en la cuenta que estaba corriendo junto con una ronda de su mejor sake.

De repente un olor muy peculiar, y a la vez familiar lo regreso inmediatamente a los recuerdos de aquella fatídica tarde que maldijo su existencia. Se trataba de la madera de un fosforo consumiéndose lo que le recordó el día que perdió todo.

Año 1283

Una vez al mes solíamos comer bajo la sombra de algunos árboles. Nunca olvidare aquella tarde; después de discutir con algunos de mis compañeros a causa de que el shogun me otorgara mi libertad siendo uno de los más jóvenes y que había prestado menos años de servicio en comparación a ellos. El día comenzó mal mi única tranquilidad era terminar el día para ir a comer con mi amada Nanami y mi hijo Daiki que estaba cumpliendo sus 14 años volviéndose un hombre, por lo que le he comprado su primer sable.

Cuando llegue al lugar de siempre note que aún no llegaban por lo que decidí esperarlos. (Debí haber ido a buscarlos)

Comenzó a ocultase el sol y ellos todavía no llegaban, por lo que me en camine tan rápido me lo permitió mi cuerpo hasta nuestro hogar; conforme me acercaba comenzaba a distinguir humo a lo lejos, fue entonces cuando un sentimiento me inundo. Miedo, y terror, fueron las emociones que me sofocaban al acercarme cada vez más, notando que en efecto el humo provenía en dirección de mi hogar.

Cuando por fin llegue no pude creer lo que mis ojos observaban. Mi hogar se encontraba reducido a cenizas; pronto me enfoque en buscar a Nanami y a Daiki cuál fue mi sorpresa al encontrar una mano cercenada con rastros de quemaduras entre los pocos restos de mi morada y las cenizas que dificultaban el respirar; por el tamaño y finos rasgos de la mano pensé lo peor. Sentía como mi corazón se aceleraba al grado de quererse salir de mi pecho, por lo que respire lo más hondo que pude para conservar la calma, para poder seguir buscando.

Cuando llegue al patio aquel aliento que me mantenía en calma, abandono mi cuerpo para dar paso a un sofocante vacío en mi garganta. Se trataba nada más y nada menos que un monumento a lo perverso, a lo vil; se trataba de mi general parado frente a lo que parecía un campo de batalla cubierto por lanzas, y sables cubiertos de sangre tirados por doquier. Al centro un gran tronco formado por las partes cercenadas, quemadas, cubiertas de tierra de mi familia; pedazos de piel colgando, manos, pies, brazos, piernas, cuerpos decoraban esa escultura a lo mórbido y en la cima rompiendo la armonía de lo que ahora era un cielo de nubes tormentosas los rostros de mi amada Nanami y Daiki colgando por debajo de lo que eran sus cráneos.


Caí de rodillas, derramando lágrimas sin saber si eran de tristeza o de rabia. Viendo a mi general parado frente a mí disfrutando del panorama, escuche como más gente se acercaba a mí, volteando a ver mis alrededores pude darme cuenta que se trataba de mis compañeros, mis hermanos de armas quienes me rodeaban mientras tomaban postura de combate, me levante sacando fuerza de lo más profundo de mi ser, empuñe el sable de mi hijo para comenzar con un incansable combate que dura desde el comienzo de la tormenta hasta su final, terminando conmigo tirado en el lodos con un sable roto y jadeando mis últimos suspiros rodeado por los cadáveres de la mayoría de mis rivales.


Creí que morirá en ese lugar cuando me abandonaron a mi suerte a los pies de los despojos de mi familia, pero en un último intento de reintegrarme recupere el conocimiento comenzando a arrastrarme usando los restos del sable como apoyo hasta que en el camino me topé con él. Descendiente de Susanowo, hermano de Amaterasu. El tengu quien me ofreció curar mis heridas, prestarme sus poderes y sable para llevar a cabo mi venganza a cambio de mi alma, a lo que accedí sin dudarlo. En cuanto estuve curado, con sus poderes a mi disposición, y con su katana en mis manos. Sin pensarlo, como si se tratara de un movimiento natural de mi cuerpo, hice un corte mortal en el cuerpo de mi benefactor a lo que el correspondió condenándome a una eternidad sin honor, trascendiendo en el tiempo cual objeto perpetuo, sin Nanami, sin mi hijo.

"Por faltar a tu palabra, perder el poco honor que aun conservabas, serás incapaz de morir, incapaz de volver a ver a tus seres amados ni siquiera en el otro mundo y solo podrás perecer ante el sable de un guerrero que tenga el mismo o más honor al que tú le diste la espalda."

Palabras del Tengu al maldecir a Saotome.


Levantándose de la barra, metió la mano dentro del bolsillo colocado en el interior de su abrigo para sacar un pequeño fajo de francos, separando cuatro billetes de alta denominación colocándolos en la barra.

- Cóbrate los tragos, las flores y el resto consérvalo.

Se retiró caminando y realizo un último comentario alzando los crisantemos en señal de despedida.

- Gracias por el bello y triste recuerdo.

Saliendo del hotel Valle Montpornese, saco una pipa de su abrigo, colocando en ella algo de tabaco procediendo a encenderlo con un fosforo. Era una fría mañana de pascua la que se encontraba aun cubierta por la neblina previa al amanecer, comenzando así su caminar por la avenida Du General Ledera.

Intriga Crisis: El mito de la creaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora