Un Dulce Aroma

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La noche había caído sobre París, y Adrien decidió matar dos pájaros de un tiro: patrullar y además se pondría al día sobre los cambios que había tenido su ciudad.

Después de pensarlo un poco, decidió salir como civil y disfrutar de las caminar por las calles, cosa que pocas veces había tenido oportunidad de hacer, pues o solo le permitían ir en coche o como Chat Noir siempre iba con prisa.

La frescura propia de la vida nocturna le caló, solo iba con la ropa apropiada para el día, parecía principiante. Pero un poco de frío no le haría daño y mucho menos le detendría. Siguió caminando por las calles casi desérticas, mirando de reojo en cualquier lugar. Todo estaba muy tranquilo, incluso ya había previsto que podría toparse con otro 'paparazzi' al que no tuviera otra cosa que hacer que seguir a un joven que ni siquiera tenía presencia actual. Al menos no en París. Pero la tranquilidad se podía respirar.

Sus pasos le llevaron hasta aquél parque donde se encontraba la estatua dedicada a los héroes de la ciudad.

Llegando hasta el monumento de los héroes de la ciudad quería reírse ahí mismo, pero se contuvo por el eco que pudiera producir. Aún así unas pequeñas risas se le escaparon. Y no era para menos: la estatua estaba hecha en base a una persona de 13-14 años, su cara más redonda, ojos que se veían más grandes, su cuerpo era delgado y aunque siempre fue alto, en comparación se sentía enorme frente a la estatua, su cabello desordenado era algo largo en aquel entonces.

Y en el mismo espacio asignado para él estaba Ladybug, una versión que ya no le parecía tan sexy ya que tenía 22 años. Pero pudo recordar cómo le hacía sentir cuando estaba con ella, cuando sus hormonas estaban disparándose y la chica- que suponía era de su misma edad- iba salvando la ciudad en ese traje que bien sabía él era como una segunda piel para ellos, una armadura que aún no tenían idea que material era pero que se amoldaba a sus cuerpos. Y vaya que le hacía volar su imaginación cuando la veía moverse con agilidad, siempre envalentonada.

Trató de recordar cómo era ella la última vez que la vio, pero aquel momento fue tan doloroso para él que las imágenes eran difusas, no era capaz de conectar ideas de aquella vez en la que supo toda la verdad acerca de su padre. Aunque ahora todo estaba perdonado, aún no podía recordar todos los detalles del momento. Se esforzó para ir un poco más atrás en su memoria y pudo hacer saltar en su mente la imagen de su catarina en lo que él calculaba eran 17-18 años, sí era diferente a la de metal que tenía de frente, pero seguía dándole la misma sensación que cuando recién la había conocido.

Mientras su mente divagaba pensando en cómo se vería la actual Ladybug una sorpresa se había hecho notar en sus pantalones.

Mierd... ― agradecido con encontrarse a solas en aquel parque se dirigió a una banca a esperar unos minutos con la esperanza de que bajara su erección. Su cuerpo se estaba comportando como solía hacerlo a la misma edad de la estatua.

Sin saber por qué, se encontraba lanzándole silenciosos insultos a aquel Chat Noir joven de metal.

Mientras estaba sentado trató de relajarse con ejercicios de respiración, y al parecer estaban funcionando. No se le había ocurrido que esa técnica que le enseñaron en artes dramáticas le funcionaría en un momento como ese.

Una vez que se calmó y su sangre fluía como debería, comenzó a caminar por las calles de nuevo. De un vistazo por encima del hombro se despidió de los pequeños Ladybug y Chat Noir.

La noche más oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora