Pause

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Entre retazos de tela y bocetos regados por el escritorio de Marinette, Tikki dormía plácidamente. La peliazul solo la miraba con total envidia, trabajando y buscando reducir el ruido que hacía al pasar su lápiz por el papel, esa noche estaba inspirada. Pero en ocasiones estar inspirada no hacía que su trabajo terminara pronto, a veces estaba tan empecinada en que su diseño quedara perfecto que lo detallaba hasta que quedara satisfecha con el resultado. Aquella noche de ventisca era una de esas ocasiones.

Recargándose dramáticamente en el respaldo de su silla lanzó un suspiro con satisfacción, por fin su trabajo había concluido. Para su infortunio, aún quedaban estragos de la cafeína en su organismo, dejándola demasiado activa como para irse a dormir, a pesar de ser cerca de las tres de la mañana. Sin darle mucha importancia al asunto, resolvió dirigirse por algo de cenar a la cocina, pues en su estómago solo había café que estuvo ingiriendo desde que la luna se asomaba por su ventana hasta hacía apenas unos minutos. Bajó las escaleras silenciosamente, tratando de no despertar a sus padres, desde los últimos peldaños ya había divisado que en la barra de la cocina se encontraba un baguette estilo sub. Una sonrisa se le escapó, sus padres seguían preocupándose por ella aún cuando ya estaba a nada de graduarse, incluso sus clases habían terminado y, aunque viéndolo en perspectiva sonaba muy bizarro, ahora trabajaba con quien era su enemigo, Hawk Moth, mejor conocido en la industria de la moda como Gabriel Agreste. O al menos era su enemigo durante la preparatoria, pues ahora el señor Agreste solo se dedicaba al diseño. ¿Quién lo pensaría? Su actual mentor fue su enemigo, de ella y de Chat Noir, y en sus sueños también fue su suegro. Ahora sí que una risa fue inevitable. Tapó sus labios con sus manos, tratando de contener la risa al pensar que aunque ahora era menos torpe, seguía causando ruido de un modo u otro.

Una vez que regresó a su habitación no pudo evitar pensar en cómo era su vida cuando su alter ego combatía contra los akumas, pasó a un lado de su kwami y le arropó con un retazo. A su mente llegó Chat Noir, su compañero de aventuras, aquel coqueto gato de ojos verdes que había llegado a su vida para hacerla más interesante. Subiendo a su cama se acomodó dispuesta a dormir, pero su cerebro seguía enviándole imágenes de los momentos que pasó con su compañero, después de cuatro años juntos ya podía considerarlo un buen amigo, aunque él siempre fue claro con sus intenciones, y ella con las suyas de no corresponder a su amor. Aquello último fue cada vez más difícil conforme pasaba el tiempo con él. Después entrenar más y experimentar con pociones para sus kwamis, el tiempo que podían permanecer con su traje de superhéroes puesto se había alargado, lo suficiente para conocerse mejor, dentro del margen de no dar pistas de su identidad. Su mente durante el último año de preparatoria fue un caos, pues aunque no dejaba de gustarle Adrien, Chat Noir inundaba su mente al mismo tiempo.

Con esos recuerdos, Marinette no fue consiente de cuándo había caído dormida, pero sus sueños habían postergado los pensamientos anteriores, mostrándole el primer beso que le había propinado a Chat Noir cuando este ni siquiera podía recordarlo, solo que su mente le hizo unos ligeros cambios a la escena, haciendo que el beso fuera correspondido, más largo y con más sentimientos. Incluso era capaz de sentir la presión de los carnosos labios de su amigo sobre los suyos, danzando y liberando su lengua para explorar su boca, podía sentir sus manos enguantadas alrededor de su cintura pegando sus cuerpos. Chat Noir se despegó de sus labios para bajar al cuello de la catarina, en aquel momento Marinette descubrió que sus ojos verdes ahora no eran los afilados de su compañero de aventuras, si no los dulces ojos de Adrien. En aquel momento fue consiente de que aquello era un sueño, pero eso no significaba que no lo disfrutaría.

Al mismo tiempo un rubio estaba pensando en Ladybug, después de cuatro largos años regresaría a París, por lo que una nostalgia se instaló en su mente, aún mantenía el recuerdo de los ojos azules que le robaban el aliento. Si había algo que extrañaba de aquella ciudad, en definitiva sería el poder convivir con su compañera, en su momento fue a lo que más le costó despegarse y retirarse de ahí, inclusive fue lo que casi hacía que no abandonara París, pero al final fue más grande la decepción que sentía de su padre, fue más inmenso el sentimiento de repulsión hacía él que la atracción hacia Ladybug. Pero las cosas habían cambiado. Ahora él mismo había cambiado, de una manera más drástica en el interior que lo que se veía a simple vista. Comprendió que su padre había actuado por amor, de una forma muy retorcida pero amor al fin y al cabo, y aunque le costara admitirlo, lo extrañaba, porque antes sabía que él estaba presente, tal vez no a su lado pero sí cerca, que lo cuidaba y lo amaba a su manera. Y las cosas habían resultado casi teatralmente: cuando había decidido dejar su nueva vida en pausa para visitar París, sus negocios lo habían llevado hasta allá incluso antes de poder reservar los vuelos.

Una vez más su mente se dirigió hasta Ladybug. ¿Qué sería de ella? ¿Habrá continuado saliendo a las calles a combatir el mal? ¿Alguien con otro kwami la acompañaría? Con un gesto de negación desechó la idea, antes de que los celos afloraran en él. La simple idea de que lo hubiera reemplazado le enfermaba, aunque si así fuera lo comprendería.

Plagg, ¿qué crees que estará haciendo Ladybug?

En estos momentos, de seguro debe estar durmiendo.

Vamos, sabes a lo que me refiero.

Plagg solo le dedicó un encogimiento de hombros y siguió disfrutando su queso. Adrien sabía que de su boca nunca saldría el nombre de la dueña de los aretes/amuleto, pero aún así no dejaba de preguntárselo.

Le gustaba pensar que todo seguiría igual que antes, que regresaría y se encontraría con ella y sería como si alguien hubiera pulsado el botón de pausa cuando se fue y que en el momento de verla le dieran play.

No podría estar más equivocado.

La noche más oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora