6.

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Kyungsoo iba caminando felizmente por la calle, emocionado por la sorpresa que Jongin le había dejado en el club que le pertenecía. Le pareció raro al principio, pues Jongin sabía que a él no le agradaban mucho las sorpresas, de hecho, las detestaba, pero de vez en cuando estaba bien, supuso, por lo que no le dio mucha importancia.

Le pareció muy extraño ver el lugar desolado a esa hora. Siempre estaba muy lleno, rebosante de vida nocturna, con los grandes carteles de neón rojo iluminando los rostros de las muchas criaturas que hacían fila para entrar a aquel pequeño pedazo de infierno. Pero eran casi las seis y ni los empleados se asomaron a recibirlo en la puerta como usualmente hacían. El pasillo oscuro lo recibió, y casi ni podía ver por dónde pisaba, pero hizo memoria y se dejó llevar por lo que recordaba. Al llegar ya al interior en sí, pudo oler el distintivo olor a sangre de demonio mezclada con algo más, y sin tener que pensarlo, tenía dos dagas en cada mano, listas para atacar.

Las luces se encendieron, quitándole la vista por un momento, pero tan pronto sus ojos se adaptaron a la iluminación, un grito de puro terror escapó de sus labios al ver tres cuerpos masacrados en el suelo, y las lágrimas no tardaron en salir al reconocerlos.

Corrió hasta Sehun y se arrodilló a su lado, sin importar estar sentado en un charco de sangre, y tomó entre sus manos el rostro ajeno en busca de alguna señal de vida. Sabía que los demonios no podían morir por armas mortales, pero no eran inmunes a una espada bendita, el tipo de arma que se utilizó para casi degollarlo. El proceso de curación estaba en efecto, pero tan lento que no podía notar los cambios al momento. No fue luego de cinco minutos que la garganta ajena estuvo lo suficientemente cerrada para que el demonio al menos pudiera hablar.

— Corre.

Las palabras salieron amortiguadas por la sangre, pero Kyungsoo pudo entenderlo. Miró a las chicas, ambas inconscientes, y luego al pobre Sehun, que parecía haber tomado más de la ira de aquella espada. No los iba a dejar allí tirados, débiles y expuestos.

Abrió su mano y colocó la palma en el pecho ajeno, e invocó el poco poder que había obtenido de Jongin para enviar a Sehun y a las chicas a su casa, donde Baekhyun y Chanyeol se encontraban. Sintió como cada uno de sus músculos se tensaron por todo el esfuerzo que estaba poniendo en ejecutar bien el hechizo, y luego de varios intentos tuvo éxito. En un abrir y cerrar de ojos se quedó sólo, rodeado de sangre y algo más.

Se levantó del suelo rápidamente y se colocó en una pose defensiva, con sus dagas en cada mano listas para degollar al culpable de tal masacre. Sintió movimiento a su derecha, pero no había nada. Luego a la izquierda y al mirar, lo mismo, no había nadie. Pero sabía que estaba siendo rodeado, examinado con cuidado por ojos ajenos, cada centímetro de su piel le alertaba que estaba en peligro, y sus alas peleaban por salir y escapar. Sus ojos castaños recorrían su alrededor, y de un momento a otro estaba en el suelo.

Sintió como de su estómago borraba una buena cantidad de sangre, mientras el aire se escapaba de sus pulmones por el shock. Tocó su estómago, y al levantar su mano un líquido rojo bañaba ésta y brillaba con burla, recordándole que cada día era más vulnerable. Al levantar la mirada, el poco aire que había recuperado se quedó estancado en su garganta al tiempo en que el miedo en su forma más pura se colaba por sus poros y se adueñaba de cada célula de su cuerpo ante la sonrisa carente de emociones que le regalaba el ser celestial.

— ¿Creías que podían escapar?

Su voz sonaba distorsionada, como si no hubiese sido una sino muchas hablando a la vez, una encima de la otra. Kyungsoo la recordaba. Traía imágenes, recuerdos de la niñez, pesadillas aterradoras que alguna vez creyó superar.

— Responde, mi desgracia.— insiste con su espantosa voz. Ojos azules le miran con disgusto, mientras el esculpido rostro del ser se retuerce con ira.

Hell | ChanBaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora