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Estaba relajado en mi gran sofá de piel, cuando he encendido la televisión y he visto que ha habido un gran problema en la calle donde viven mis padres. Alguien ha hecho un ajuste de cuentas. Cojo mi coche deportivo y me dirijo con toda prisa al lugar.

Desde dentro, intento evitar que me vean, hecho un ojo a lo sucedido. La calle estaba llena de policías, vecinos aterrorizados y mi mirada se fija en el balcón de mis padres. Todo parece correcto. Mi gran problema es que no quiero que nadie me vea, es decir, no me apetece que me vean en estas calles justamente el día del conflicto. Cojo mi gorra negra e intento ocultar mi cara de la mejor manera posible. Salgo de mi coche y me cuelo en la portería, subo hasta el tercer piso y ahí está, el piso donde me crié. Siento un poco de remordimiento por no venir a verlos más a menudo, pero últimamente con el rodaje no tengo mucho tiempo. Pico al timbre con intención de hacer el menos ruido posible.

- ¡Cariño! Que alegría verte –dice mi madre dándome un abrazo muy fuerte.

- ¿Qué tal mamá? He venido asegurarme de que estabais bien –suspiro cerrando la puerta de casa lo más rápido posible.

- Si... bueno, un poco asustados con lo sucedido, pero de momento bien. Hijo, podrías venir a vernos más a menudo, te echamos mucho de menos –dice entristecida.

- Lo sé mamá, es que ahora estoy dedicando mi tiempo a una nueva película muy interesante –abre los ojos como platos.

 -Wow ¿enserio?, lo harás genial cariño –mamá me estaba dando la charla de cómo estaba toda la familia. De repente suena el timbre de la puerta y mamá va abrirla. Vemos a un grupo de cuatro niñas chillar emocionadas al verme. Saludo con la mano y me acerco a ellas.

- Hola chicas, me haré una foto con cada una, pero por favor no volváis a venir a propiedades privadas porque yo no vivo aquí –intento decir amablemente mientras ellas asienten pidiendo ansiosas una foto. Cuando las fans se van, me despido de mi madre y me dirijo al coche con ganas de llegar a casa. Siguen los policías en la calle, pero veo un rostro muy conocido. Ryan, es Ryan, mi hermano, hablando con la policía y una pistola en su bolsillo. No puede ser. Me acerco lo más rápido posible y su cara al verme ha sido un auténtico poema. El agente se gira hacia mi asombrado por el rostro de mi hermano.

- Hola señor, usted no puede estar aquí –responde amablemente el agente.

- Lo sé, pero me gustaría hablar con mi hermano –respondo seco.

- Su hermano ha intentado robar la joyería y lleva droga encima, lo siento pero no va a ser posible –asiento y me dirijo al coche sin despedirme de mi hermano. Espero que el agente se vaya para poder seguirlo hasta los calabozos. Me espero un par de horas y entro hacia la comisaria.

- Me gustaría pagar la libertad de Ryan Brown, así que dígame la cifra.

- Un momento, lo consulto con el agente Alan –hace un par de llamadas y apunta en un bloc de notas. Mi paciencia empieza agotarse –la fianza es de un total de 25.000 euros –adjunto un talón con ese dinero y se lo entrego. Me siento en un banco esperando a que salga. Tras quince minutos de espera le veo llegar, salimos de la comisaría y nos metemos inmediatamente en el coche.

- ¡Se puede saber que estás haciendo con tu vida Ryan! –grito enfadado.

- Eh, no a todos nos va tan bien la vida como a ti chaval –ríe.

- Acabo de pagar por ti una fortuna, más vale que no te rías.

- ¿O qué? –sigue riendo.

- Que no te pienso salvar ni una vez más de tus movidas, así que, explícame que estabas haciendo –suspira y asiente.

- Pues ahora me dedico a vender droga –abro los ojos –entonces, de alguna manera tendré que sacar dinero para comprarla, ¿no crees? –sigue riendo.

- Tienes una edad Ryan, podrías buscarte un trabajo normal –le digo serio.

- ¿Te crees que no lo he intentado? He visto que con esto me va la vida mejor.

- Estas viviendo en un piso compartido con una persona que no conoces, con treinta y cinco años no tienes ni mujer ni hijos, no tienes trabajo... ¿enserio te va mejor? –rechisto.

- No necesito a nadie, además mi compañera de piso esta buena –sonríe. Tras ese comentario hay un silencio incómodo y le dejo en su casa –gracias hermanito –dice volviendo a reír, mis dientes chirrían pero me aguanto.

Y así es mi vida, soy un actor, que parece que su vida real sea una película. 

Sin saber por quéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora